Ejemplos con joyerías

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Por ese motivo, la mayor parte de las plantas bajas del interior del recinto amurallado han sido convertidas en locales comerciales orientados al turismo, en forma de restaurantes, locales de venta de recuerdos turísticos, joyerías, pastelerías, librerías u otros.
Entre las tiendas, se encuentran exclusivas joyerías y el mercado de artesanías.
Una joya de oro blanco con rodio puede ser chapada de nuevo en algunas joyerías.
Una joya de oro blanco con rodio puede ser enchapada de nuevo en algunas joyerías.
dispone de una oficina que gestiona su distribución por las joyerías más prestigiosas del país.
Las tiendas que ofrecen artículos a mano, souvenirs, alfombras y joyerías.
Los participantes son animados en este día a usar los símbolos del orgullo gay, como el triángulo rosa, la letra griega lamba y arcoiris, en sus joyerías y sobre sus ropas para demostrar su presencia en todas las condiciones sociales, todas las edades y todos los grupos étnicos, contribuyendo a que la sociedad sea más abierta sobre ser extraño en su vida diaria.
Actualmente la Plaza de Armas está ubicada en pleno centro histórico de Cusco, y está rodeada por restaurantes turísticos, joyerías, agencias de viaje tiendas turísticas, etc.
Actualmente es el núcleo central del Cuzco moderno, rodeado por restaurantes turísticos, joyerías, agencias de viaje y los mismos templos del periodo de la conquista.
Mulder se convierte en el objetivo de alguien de su pasado, John Barnett, un asesino y ladrón de joyerías que Mulder envió a prisión al poco tiempo de entrar al FBI.
Durante los primeros años de la república, el Jirón de la Unión acogió varios cafés y restaurantes así como tiendas de mercaderías importadas y joyerías.
Todos los años iba a América para visitar las joyerías de varios países, de las que era proveedor, y al mismo tiempo importaba en Europa pieles y plumas.
¡Qué vida la que le había hecho llevar en Madrid los tres meses que allí habían estado! No salían de los comercios de sedas, de las joyerías, de casa de la modista.
Manolita, no menos inquieta, le recetaba paseos, teatros, salir de compras, visitando particularmente las joyerías: este era el tratamiento más eficaz contra duendes y fantasmas.
Las sastrerías como la de Federico, Turla y Uribe, que eran las favoritas, los almacenes como los del Palo Gordo y de Maravillas , las joyerías como las de Rozan y La Llave de Oro , las tiendas de modistas como la de madama Pitaux, las zapaterías como la de Baró, en la calle de O’Reilly y la de Las Damas en la calle de la Salud esquina a la de Manrique, extramuros de la ciudad, varios días anteriores al señalado para el baile se veían asediados a mañana y tarde, por las señoritas y jóvenes más distinguidos por su elegancia y el lujo de sus trajes.
Los cafés a través de las vidrieras veíanse abarrotados de consumidores, en los atrios de los teatros y cinematógrafos aguardaban desocupados elegantes, y los escaparates de las casas de modas con sus piernas calzadas de finas medias y suspendidas de brazos niquelados, las vidrieras de las ortopedias y joyerías mostraban en su opulencia la astucia de todos esos comerciantes halagando con artículos de malicia la voluptuosidad de las gentes poderosas en dinero.
¡Lo que derrocharon, lo que hicieron aquellas locas en París! ¡Santo Cristo de Villabrava, qué alboroto de mujeres: qué furia de paseos, de excursiones, de idas y venidas al Bosque, a Versailles, a Saint-Germain y a Fontainebleau! ¡Qué desbordamiento de cintas, encajes y enaguas de seda, qué abrigos de pieles, qué colas más «ruidosas» para los bailes de la gran ópera, qué arremetidas a las joyerías de la calle de la Paix, a los almacenes del Louvre, y qué noches, ¡ay!, ¡qué noches aquellas del boulevard y de los Campos Elíseos en verano!.
Pasaba por los países como una exhalación, acordándose sólo de las joyerías, de las tiendas de antigüedades y de ropas.
Manolita, no menos inquieta, le recetaba paseos, teatros, salir de compras, visitando particularmente las joyerías: este era el tratamiento más eficaz contra duendes y fantasmas.
Como a los salvajes, le gustan las cosas doradas, las pedrerías, la compostura inútil y embarazosa, horas enteras se pasan frente a los escaparates de las joyerías, mirando cosas feas, pero brillantes, cúbrense de collares, brazaletes, sortijas, pendientes, cintas y de un sin número de cosas que no tienen razón de ser, pero que cuestan muchísimo, agravando con esto la lucha por la vida.

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