Ejemplos con instrumentos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pablo no tardó más que algunas horas en el pueblo, cambió su traje militar por el del labrador montañés, compró algunas provisiones e instrumentos de labranza, y partió a su montaña sin ver a nadie, ni a Carmen, ni a mí.
En efecto, los pastores se ponían de acuerdo con los muchachos para cantar sus villancicos, y preludiaban en sus instrumentos.
¿Cuántos son? El hombre perfecciona sus instrumentos ópticos, y conforme avanza en el campo del cielo, descubre más y más.
¿Y la misa, señor Esteban? ¡Vaya una misa para festividad tan solemne! Cuatro instrumentos de fuera de casa, y una misita rossiniana de las más ligeras, con objeto de no gastar mucho.
Los instrumentos groseros de aire y de cuerda que entretenían a los artesanos en las ciudades y a los labriegos en las siegas entraron en el templo, y el órgano fue acompañado por violas, violines, trompetas, gaitas, flautas, guitarras y tiorbas.
No pudiendo fijarse en el pergamino lo que cantaban bocas e instrumentos, el progreso era, pues, imposible.
Aquel infinito por el que en otro tiempo revoloteaban las legiones de ángeles, y que servía de camino a la Virgen en sus descensos terrenales, se poblaba de pronto de miles de millones de mundos, y cuanto más potentes eran los instrumentos inventados por el hombre, mayor se hacía su número, prolongándose las distancias en una inmensidad que causaba vértigos.
Unos cuerpos se atraían a otros girando por el espacio a razón de millares y millones de leguas por minuto, y toda esta nube de mundos caía y caía, sin pasar dos veces por el mismo punto de la silenciosa inmensidad, en la que surgían otros astros y otros y otros, así como iban perfeccionándose los instrumentos de observación.
Los más violentos de sus compañeros hablaban al desembarcar en Inglaterra de futuras venganzas contra los verdugos, mientras Gabriel pedía perdón para ellos, ciegos instrumentos empleados por la sociedad en un momento de terror, que creían haberla salvado con su barbarie.
Juntos todos los amantes famosos, no encontrarían las inflexiones de ternura de aquellos instrumentos que parecen acariciarse.
capitaneaba a sus amigos los músicos, preparaban éstos sus instrumentos para saludar al apenas transpusiese la puerta, y entre el desorden y el griterío con que se iba formando la procesión gorjeaba el clarinete, hacía escalas el cornetín y el trombón bufaba como un viejo gordo y asmático.
Los cinco mejores músicos del lugar vinieron por la noche con sus acordes y sonoros instrumentos, y se bailó en la cuadra alta, porque la baja estaba como santificada por la Santa Cena.
Aquel repicar vario y caprichoso, sin unidad ni medida, tan distinto del otro con que se anuncian los días solemnes y las fiestas clásicas, tenía algo de la maravillosa música moderna en que parece que los instrumentos van libres, de su cuenta, campando por sus respetos, desdeñando compás y disciplina, huyendo los unos de los otros, pero que de pronto se unen y concuerdan en rara e incomparable harmonía que primero sorprende, luego subyuga, y, por último, nos hace ver bosques silenciosos, regiones celestes sin nubes ni celajes, cerúleos adormecidos mares.
Después, ajustando sus pasos al compás de la marcha musical, desfilaban los rojos fajines y los portacirios de plata de los concejales, y por fin, con un tránsito obscuro de la luz a la sombra, pasaba la negra masa de la tropa, en la cual los instrumentos de música lanzaban amortiguados destellos y los filos de las bayonetas y los sables brillaban como hilillos de luz.
Como en la orquesta salta el pasaje fundamental de atril en atril para ser repetido por todos los instrumentos en los más diversos tonos, aquel verde eterno jugueteaba en la sinfonía del paisaje, subía o bajaba con diversa intensidad, se hundía en las aguas tembloroso y vago como los gemidos de los instrumentos de cuerda, tendíase sobre los campos voluptuoso y dulzón como los arrullos de los instrumentos de madera, se extendía azulándose sobre el mar con la prolongación indefinida de un acorde arrastrado del metal, y así como el vibrante ronquido de los timbales matiza los pasajes más interesantes de una obra, el sol, arrojando a puñados su luz, matizaba el panorama, haciendo resaltar unas partes con la brillantez del oro y envolviendo otras en dulce penumbra.
¡Qué gracioso era aquello! Las dos hermanas reían contemplando las contorsiones del señor del tupé, que a cada movimiento de batuta parecía próximo a partirse por el talle, la rigidez automática y grotesca con que los bebés tocaban en sus instrumentos una muda sinfonía, que causaba gran algazara en el gentío.
Los músicos, que enfundaban sus instrumentos, miraron asustados al amenazador gentío.
En las charcas del río, las ranas comenzaban a templar sus instrumentos de dos notas para la interminable sinfonía de la noche, en la inmediata carretera sonaba el chirrido de los carros.
¡Pues sí, mis queridos lectores técnicos del ! En los primeros años de mi varia y complicada existencia, yo he sido tan labriego como vosotros: yo he manejado millares de veces la azada, el almocafre, la hoz y otros muchos instrumentos de labranza: yo he confiado el grano de oro del trigo o el grano de topacio del maiz a la generosa madre Tierra, y la he visto devolverme al poco tiempo el ciento por uno: yo he sepultado el , que es como quien dice el esqueleto, del albaricoque o de la guinda que me había comido, y luego he visto brotar un verde tallo por el grieteado suelo que cubría aquella fosa, y convertirse el tallo en tronco, y vestirse el tronco de hojas y flores, y trocarse las flores en frutos tan bellos y tan opimos como los del primer año de la Creación: yo he plantado el árido sarmiento que, andando los años, había de ser lujosa parra y darme fresca sombra y apretados racimos: yo he comido pimientos y tomates de las matas que planté y cultivé, y cebollas, y ajos, y calabazas y pepinos sembrados por mí, y.
—Á este fín, nuestros padres nos comprarían los necesarios instrumentos de labor y permitirían a los hortelanos y hortelanas mayores de ocho años sacar agua de los pozos con acetres de poco peso y con las debidas precauciones, dando además a un criado orden de regar la tierra de los minúsculos, quienes también podrían arrendarlas a sus hermanos más crecidos.
Esta mañana a las siete apareció el sol en un cielo limpio de nieblas, el aire tembló alborozado al sentir su cariñosa llama, las aves, enronquecidas por el frío, templaron sus instrumentos y preludiaron el primer canto de amor.
A las ocho, esta marea creciente había ya inundado aquel sotabanco del templo de la música, y rugía, silbaba, reñía, gritaba , reía, golpeaba en la madera y palmoteaba a compás, como en la plaza de toros, mientras que la orquesta templaba y concertaba los instrumentos.
En el opuesto lado de la huerta, que era el sitio más apartado y feo, había un tinglado, bajo el cual se veían tiestos vacíos o rotos, un montón de mantillo que parecía café molido, dos carretillas, regaderas y varios instrumentos de jardinería.
Porque quiero hacerte sabidor, Sancho, que no afrentan las heridas que se dan con los instrumentos que acaso se hallan en las manos, y esto está en la ley del duelo, escrito por palabras expresas: que si el zapatero da a otro con la horma que tiene en la mano, puesto que verdaderamente es de palo, no por eso se dirá que queda apaleado aquel a quien dio con ella.
Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que, sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala, disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina, y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos.
Señor barbero, o quien sois, sabed que yo también soy de vuestro oficio, y tengo más ha de veinte años carta de examen, y conozco muy bien de todos los instrumentos de la barbería, sin que le falte uno, y ni más ni menos fui un tiempo en mi mocedad soldado, y sé también qué es yelmo, y qué es morrión, y celada de encaje, y otras cosas tocantes a la milicia, digo, a los géneros de armas de los soldados, y digo, salvo mejor parecer, remitiéndome siempre al mejor entendimiento, que esta pieza que está aquí delante y que este buen señor tiene en las manos, no sólo no es bacía de barbero, pero está tan lejos de serlo como está lejos lo blanco de lo negro y la verdad de la mentira, también digo que éste, aunque es yelmo, no es yelmo entero.
Así es verdad replicó don Quijote, porque no fuera acertado que los atavíos de la comedia fueran finos, sino fingidos y aparentes, como lo es la mesma comedia, con la cual quiero, Sancho, que estés bien, teniéndola en tu gracia, y por el mismo consiguiente a los que las representan y a los que las componen, porque todos son instrumentos de hacer un gran bien a la república, poniéndonos un espejo a cada paso delante, donde se veen al vivo las acciones de la vida humana, y ninguna comparación hay que más al vivo nos represente lo que somos y lo que habemos de ser como la comedia y los comediantes.
Oyeron, asimismo, confusos y suaves sonidos de diversos instrumentos, como de flautas, tamborinos, salterios, albogues, panderos y sonajas, y cuando llegaron cerca vieron que los árboles de una enramada, que a mano habían puesto a la entrada del pueblo, estaban todos llenos de luminarias, a quien no ofendía el viento, que entonces no soplaba sino tan manso que no tenía fuerza para mover las hojas de los árboles.

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