Ejemplos con inocentadas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Esos son los que todo lo echan a perder con sus inocentadas.
Última moralidad. Todo es relativo, como decía D. Hermógenes. No hay menos ni más. En el tiempo que he tardado yo en escribir este artículo para cumplir mi imprudente promesa, un hombre de ingenio fecundo hubiera sido capaz de escribir la historia de toda la raza humana, y, en menos tiempo, mis silfos son capaces de realizar lo más importante de su propia historia. No lo daré por muy seguro, porque no he llegado á enterarme bien y no gusto de fantasear, pero es posible que mientras yo he estado afanadísimo componiendo todas estas candideces é inocentadas á fin de salir del paso, mis silfos hayan fundado nuevos imperios, creado constituciones, inventado filosofías y máquinas, y erigido monumentos, en su sentir, imperecederos.
Hablaríamos de cuando fuimos jóvenes y de las inocentadas que nos decíamos cuando novios.
Pasó aquella galerna de fanatismo, y el Arcipreste, que no lo era entonces, sobrenadó con su cargamento de bucólicas inocentadas, bienquisto de todos, menos de conejos y perdices en los montes.
Siempre que escucho a un padre hablar de las inocentadas de su hija, me viene en el acto a la memoria la copla sobre aquella inocentona que:.
En efecto, en aquella hoja, la prima de Elena, contrastando en su laconismo con el fárrago de inocentadas de sus otras compañeras de pensión, se había limitado a poner Julia, ni más verso, ni más prosa, ni apellido, ni rasgo de firma: Julia, y esto así, de una vez, como quien escribe sin mirar, más con la intención que con la mano, sin otros perfiles ni adornos que algún borrón suelto o esos salpicones de tinta que deja la pluma cuando, llevada con descuido y velocidad, parece como que va saltando sobre el papel.
Poleró, sin conocer el drama, sostenía que era un hatajo de inocentadas, y que el mayor favor que se podía hacer al joven manchego era quitarle de la cabeza su idea de ser autor dramático.
Presumo yo que al llegar aquí quien estos apuntes acertara a leer, había de asombrarse de que pretenda yo, en estos tiempos en que la curiosidad necesita, para ser excitada, muchísima sal y pimienta, entretenerle con inocentadas que desdeñan los precoces galanes al uso, que se levantan la tapa de los sesos antes de apuntarles el bozo, y aunque pudiera disculparme con el ejemplo de tal cual relato novelesco contemporáneo, no mucho más interesante, reconozco humildemente la increpada delincuencia, y digo que incurro en ella arrastrado por mi inquebrantable propósito de apuntar aquí cuantos acontecimientos dejaron alguna impresión en el fondo de mi alma, como éste que voy refiriendo, no seguramente por su magnitud absoluta, sino por mi pequeñez y blandura en aquella edad y en medio de las condiciones apacibles y sosegadas de mi existencia.
También este pasaje de mis apuntes es de los que habían de provocar desdeñosa sonrisa en los imberbes escolares al uso, y sin embargo, merece algún respeto como dato curioso para la historia de las costumbres, pues han de saber estos hombres precoces, que aquellos muchachos recalcitrantes no eran menos listos, ni más tontos, ni menos ingeniosos que ellos, pero les daba por las susodichas inocentadas, porque no era costumbre entonces entre los estudiantes fundar periódicos batalladores ni asaltar las cátedras del Ateneo y de las Academias para difundir la luz de la ciencia por todos los ámbitos de la patria, tarea peliaguda, cuyo intento estaba, con mediana suerte, encomendado a unos cuantos hombres con canas y de reconocida autoridad.
La zapatera discernía de parroquianos, dirigía la venta y entrega del género y precavía las inocentadas del marido, cobrando a toca teja.
¡Qué melindres los suyos! ¡Qué inocentadas! Parece una criatura de siete años.

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