Ejemplos con inmundicias

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Se alimentaba con avidez de todas las calumnias e inmundicias.
Debe tenerse mucho cuidado de que las aguas sean bien limpias, a fin de que no dañen a los animales, ni saturen la atmósfera con gérmenes y con este objeto deben limpiarse a menudo y evitar que en dichos parajes se arrojen animales, cuerpos, inmundicias u otros objetos que puedan corromper las aguas.
Más allá, las calles tortuosas empezaban a empinarse hacia la cumbre, ocupada por la catedral y el castillo: pavimentos de piedra azul, por cuyo centro corrían en pendiente las inmundicias, fachadas de nítida blancura, marcando borrosamente bajo su enjalbegado escudos nobiliarios y la labor de antiguos ventanales, un silencio de cementerio a orillas del mar, interrumpido solamente por el lejano rumor de la resaca y el zumbido de las moscas amontonándose en el arroyo.
Los médicos de Madrid pedían a Felipe IV que se dejara la basura en las calles, porque siendo muy sutil el aire de la ciudad, ocasionaría grandes estragos si no se impregnaba del vaho de las inmundicias.
Ella sintió crecer aquel desconsuelo que la oprimía y la angustiaba y le producía una irritación sorda, una amarga iracundia, que la llevaba a escarbar llena de saña en el basurero de su vida, buscando y enumerando las vergüenzas públicas, las inmundicias de todos conocidas, que le había tolerado, consentido y hasta aplaudido como amables aquel mismo Madrid que ahora le volvía la espalda, para arrojárselas a la cara, gritándole con muy buena lógica: ¿Acaso soy ahora peor que lo fui antes? ¿Por ventura hace más fuerza en ti una calumnia anónima, levantada por pérfidos asesinos, que ese montón de lodo con que a todas horas te he salpicado el rostro?.
No sé lo que me hiciera respondió la moza, sólo sé que hay algunas señoras de aquéllas tan crueles, que las llaman sus caballeros tigres y leones y otras mil inmundicias.
Todas aquellas necedades ensartadas en lugares comunes, aquella retórica fiambre, sin pizca de sinceridad, aumentó la tristeza de la Regenta, esto era peor que las campanas, más mecánico, más fatal, era la fatalidad de la estupidez, y también ¡qué triste era ver ideas grandes, tal vez ciertas, y frases, en su original sublimes, allí manoseadas, pisoteadas y por milagros de la necedad convertidas en materia liviana, en lodo de vulgaridad y manchadas por las inmundicias de los tontos!.
Porque han de saber los lectores que en aquel tiempo la Federación estaba en todas partes, hasta entre las inmundicias del matadero, y no había fiesta sin Restaurador como no hay sermón sin San Agustín.
Un cuerpo tan débil como el nuestro, agitado por tantos humores, compuesto de tantas partes invisibles, sujeto a tan frecuentes movimientos, lleno de tantas inmundicias, dañado por nuestros desórdenes y, lo que es más, movido por una alma ambiciosa, envidiosa, vengativa, iracunda, cobarde y esclava de tantos tiranos.
alcázar de Sardanápalo parecía una zahurda de sus inmundicias.
inmundicias horribles, con gran desaire dellos y risa de todos los circunstantes.
-Peste debiera haber, sin duda, pero la lluvia arrastra las inmundicias y el viento de Levante barre los miasmas.
Los escritores distinguen casi siempre entre el hombre privado y el hombre público, esto es muy bueno en la mayor parte de los casos porque de otra suerte la polémica periodística, ya demasiado agria y descompuesta, se convirtiera bien pronto en un lodazal donde se revolverían inmundicias intolerables, pero esto no quita que la vida privada de un hombre, no sirva muy bien para conjeturar sobre su conducta en los destinos públicos.
de las inmundicias del Chato!.
-¡Yo leer estas inmundicias! -exclamó Vargas indignado.
Por si no me equivocaba, conté la historia de Luz desde que tuvo uso de razón, desde el día en que vino al mundo, su carácter, su inocencia, mis incesantes afanes porque la conservara, porque no supiera jamás entre qué inmundicias había caído.
¡Tan enorme juzgaba el atentado! Quiso convencerse de que aquellos improperios y aquellas groserías e indecencias, arrojados a su nombre por discordantes y tartamudas voces, eran alucinación de sus sentidos, que tantas inmundicias como el silencio de la noche introducía en su hogar por huecos y rendijas, no eran lanzadas en son de afrenta por los hombres que habían aprendido en su cocina a ser honrados y felices, y abrió una ventana.
En aquellas cartas que rasgaba, lloraba, gemía, imprecaba, deprecaba, rugía, arrullaba, unas veces parecían aquellos regueros tortuosos y estrechos de tinta fina, la cloaca de las inmundicias que tenía el Magistral en el alma: la soberbia, la ira, la lascivia engañada y sofocada y provocada, salían a borbotones, como podredumbre líquida y espesa.
¡Casacas cubiertas de la tierra de Chacabuco, hechas andrajos por las balas de Maipú, llenas de piojos agenciados en las miserias de la emancipación! ¡Oh!, ellos tienen bastante elegancia y cultura para tener por todas estas inmundicias todo el asco que inspiran en el día.
Más asco le daba barrer las inmundicias que dejaban allí aquellos osos de la cueva.
«¿Dónde tenían la cabeza aquellos hombres que adoraban tales inmundicias?».
El Palomo, con una sotana sucia y escotada, cubierta la cabeza con enorme peluca echada hacia el cogote, acababa de barrer en un rincón las inmundicias de cierto gato que, no se sabía cómo, entraba en la catedral y lo profanaba todo.
Se coleccionan sellos, se coleccionan cajas de fósforos, se coleccionan botones, y tachuelas, y sombreros, y tirantes, y todo género de inmundicias, y se pagan precios fabulosos por cosas que los traperos abandonan con desdén en las barreduras.
No hay duda: él solo es en aquella vecindad, reflejo del mundo, la rueda inútil, y por inútil arrojada al basurero, allí irá hundiéndose poco a poco, comida por la roña y azotada por los vientos y la lluvia, mientras le van formando una corona digna de su tumba de inmundicias y de escombros, las zarzas y las ortigas.
Mientras Gedeón paga y despide a los mozos de cordel, llega un camarero silbando unas habaneras, y de dos trastazos da por arreglada la cama, dejando al nuevo huésped en la duda de si mudó las sábanas o aprovecha las que tenía, vierte las inmundicias de la jofaina en un cubo de latón, saca a puntapiés los papeles al corredor, sacude dos manotadas y da un restregón con la sempiterna rodilla al tocador, cuelga encima de éste un pingajo, al que se permite llamar toalla, y, sin dejar de silbar las habaneras, sale del cuarto, despidiéndose con un portazo que hace temblar los tabiques.
Pero sus excelencias y señorías recordaban, sin duda, que venían de la revolución por la revolución y para la revolución, que ellos y nadie más que ellos, proclamando todas las libertades y todos los derechos, habían abierto la puerta a todas las blasfemias y a todas las inmundicias filosóficas y racionalistas, que no podían, sin renegar de su origen, sin hacer traición a sus fines, mostrar sus conciencias escandalizadas ante semejantes ''pequeñeces'', poner, en fin, sobre los derechos de la revolución, ni siquiera a la Omnipotencia Divina, y de aquí que no fueran tan explícitos como la conciencia quizá y el deber sobre todo se lo aconsejaban.
Arreció mucho el frío y comenzaron a pasar por delante de los cristalejos de mi gabinete unos copitos blancos que danzaban en el aire, como si se resistieran a mancharse con las inmundicias de la tierra.
Las tripas de una sardina, pero no te extrañe el suceso, pues como estarán desbandullando muchas en el balcón de encima y son raros en esta calle intrusos como nosotros, estas buenas gentes arrojan a ella las inmundicias sin escrúpulo ni reparo.
En lo que habían sido habitaciones interiores y en los patios y corrales, se veían algunos cerdos arrellanarse como sibaritas sobre camas de inamovibles inmundicias, y algun gallo flaco subido en lo más elevado de los amontonados escombros, cacareando con la arrogancia que gastar pudiera aquel guerreador que hubiese tenido la infausta gloria de haberlas hecho.
Linda gente, la ciudad fundada en el agua, el tesoro y la libertad en el aire, y la deshonestidad en el fuego, y al fin es gente de quien huyó la tierra, y son narices de las naciones y el albañar de las monarquías, por donde purgan las inmundicias de la paz y de la guerra, y el turco los permite por hacer mal a los cristianos, y los cristianos por hacer mal a los turcos, y ellos, por poder hacer mal a unos y a otros, no son moros ni cristianos, y así dijo uno dellos mismos, en una ocasión de guerra, para animar a los suyos contra los cristianos: .

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