Ejemplos con ingenio

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Yo bien sé que los libros son la expresión de la sociedad, y que la sociedad sólo a medias es discípula de los libros, pero ¿quién negará que cada uno de ellos es leña echada en el fuego de la concupiscencia, incentivo del general descreimiento, piedra en que tropiezan las voluntades mal inclinadas, ocasión nueva de desaliento para las voluntades marchitas? Por eso es obligación ineludible en el escritor cristiano y de bien ordenado entendimiento, aplicar su ingenio a la reparación del edificio social, lidiando por la familia, que es su primera y necesaria base.
No parece sino que el asunto ha tenido virtud bastante para levantar el ingenio del autor a regiones que ni él mismo sospechaba hasta ahora.
Bien está que su fe acendrada y robusta, su buen sentido natural, lo recto y nunca maleado de su razón la impidan transigir con la impiedad, aunque vaya unida a toda la gallardía de la juventud, a todo el fuego de la pasión y a todo el poder y alteza del ingenio.
Pero aun descartados estos motivos personales, todavía admiro yo más en Pereda al autor de bosquejos y cuadritos de género que al de novelas largas, y entre las escenas cortas, todavía doy la preferencia a las de costumbres marineras sobre las de costumbres campesinas, sintiendo que no sea mayor el número de las primeras, en las cuales logra el ingenio de su autor un grado de vigor y de fuerza creadora y hasta de terror sublime que, por decirlo así, le levanta sobre sí mismo.
Temíamos que la forma autobiográfica y , la forma de Memorias, perjudicase al fácil caudal de un ingenio tan exterior y tan objetivo y tan poco amigo de reconditeces psicológicas.
¡Pero cómo se venga Pereda de esta inferioridad suya en otros tipos más de su cuerda que la obra tiene, y sobre todo en los que forman el ! Sólo el recuerdo, no fácilmente borrable, de Patricio Rigüelta, puede perjudicar al malvado de esta otra novela, el don Sotero, abominable , en cuya negra alma no ha temido penetrar y ahondar hasta con encarnizamiento el señor Pereda, como si quisiera dar hermosa muestra de que lo extremado de su ultramontanismo no corta las alas a su ingenio ni le hace ñoño o meticuloso.
Pues qué, ¿no era lícito amar la ciencia, la virtud y el ingenio que en el Padre resplandecían? ¿Qué mal había en mostrarlo? Y en cuanto al esmero en el adorno de su persona, ¿qué ley divina ni humana podía imponerle la obligación de ocultar las prendas que el cielo le había dado y de no lucirlas hasta donde esto es compatible con el más rígido decoro? De esta suerte se absolvía doña Luz, pero, prosiguiendo en sus cavilaciones, añadía en su pensamiento: Y si yo supongo que él me ama, ¿por qué no ha de suponer él que le amo yo? Si yo no tengo motivo para suponerlo, si es mi vanidad quien lo supone, bien puede él ser tan vanidoso como yo y suponerlo del mismo modo.
Las cartas que escribía doña Luz desde Madrid mostraban bien su amor por lo tiernas y cariñosas, y su ingenio y su chiste, por lo bien escritas y por las gracias y lances que contenían.
La doncella, habituada a oirla, se apresuraba a decirme lo que yo no había entendido, y apuraba el ingenio para no entristecer a la anciana.
El corcovadito le maltrataba de diario, aguzaba el ingenio para atormentarle, y todos los días inventaba nuevas diabluras contra el pobre animal que, cansado de las fechorías del muchacho, escapaba, gruñendo, para volver a poco, cariñoso y sumiso, a lamerle las manos.
Era sobrino de don Manuel en grado lejano, sus padres habían muerto, y el fabricante de sedas, en vista de su ingenio despierto, encantado por sus agudezas y recordando que lo sostuvo en la pila bautismal, hizo el inaudito sacrificio de recogerlo y darle carrera.
En cualquier país rico o no indiferente, hubiera bastado la favorable acogida que obtuvieron sus repetidas inserciones en otros periódicos, y el ingenio y originalidad que revelaban para que algún editor hubiera tratado, en aras de su propio interés, de convertir al periodista en base de su fortuna, al propio tiempo que formaba la suya.
No sé qué mala pasada habré jugado a Alarcon, siendo niños, ignoro si querrá vengarse de algún artículo político mío, siendo hombres, o si intentará desacreditarme para burlarse de mí, siendo viejos, pero es el caso que escribiendo estoy y aún vacilo, pues para honra mía es mucho y para mi autoridad poco, ser yo precisamente designado por él para abrir las puertas del edificio de su ingenio.
Pero el prestidigitador acudió a defender la suerte con la presteza de su flexible ingenio.
En ocasiones poseía la vista rápida y segura del ingenio superior, en ocasiones era tan ciego que no veía tres sobre un burro.
¡Los trapos, ay! ¿Quién no ve en ellos una de las principales energías de la época presente, tal vez una causa generadora de movimiento y vida? Pensad un poco en lo que representan, en lo que valen, en la riqueza y el ingenio que consagra a producirlos la ciudad más industriosa del mundo, y sin querer, vuestra mente os presentará entre los pliegues de las telas de moda todo nuestro organismo mesocrático, ingente pirámide en cuya cima hay un sombrero de copa, toda la máquina política y administrativa, la deuda pública y los ferrocarriles, el presupuesto y las rentas, el Estado tutelar y el parlamentarismo socialista.
Es el ingenio bordador de los pañuelos de Manila, el inventor del tipo de rameado más vistoso y elegante, el poeta fecundísimo de esos madrigales de crespón compuestos con flores y rimados con pájaros.
Guardaría, pues, su tesoro, y se valdría de todas las trazas de su ingenio para defenderlo de las miradas y de las uñas de Nicanora porque si esta lo descubría, ¡Santo Cristo de los Guardias!.
Su instrucción y su ingenio agudísimo le hacían descollar sobre todos los demás mozos de la partida, y aunque a primera vista tenía cierta semejanza con Joaquinito Pez, tratándoles se echaban de ver entre ambos profundas diferencias, pues el chico de Pez, por su ligereza de carácter y la garrulería de su entendimiento, era un verdadero botarate.
Ése es el cuerpo de Grisóstomo, que fue único en el ingenio, solo en la cortesía, estremo en la gentileza, fénix en la amistad, magnífico sin tasa, grave sin presunción, alegre sin bajeza, y, finalmente, primero en todo lo que es ser bueno, y sin segundo en todo lo que fue ser desdichado.

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