Ejemplos con ignorancia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En el cosmoses decir, en el diccionarioestán los nombres de todas las cosas, pero están mal aplicados, porque están aplicados según costumbre mecánica y en forma que, lejos de provocar un acto de conocimiento y de creación, favorecen la rutina, la ignorancia, la estupidez, la charlatanería gárrula y el discurso vulgar, vacío y memorista.
Porque, al cabo, el saber poco o mucho, ¿de qué sirve? Cada ciencia, de por sí, es una abdicación al conocer íntegro, gesto de cansancio, tácita admisión de pequeñez e ignorancia, actitud de obligada humildad.
Con mucho gusto, señor, a pesar de mi ignorancia suma.
Y pensó largo rato en el milagro, invención de todas las religiones, y tan antiguo como la ignorancia y la credulidad humanas.
Quitando a aquellos cerebros soñolientos los prejuicios de la ignorancia, las supersticiones del siervo, sólo había conseguido hacerlos audaces para el mal.
De las explicaciones de Gabriel deducían la certeza de que eran infelices, teniendo el mismo derecho al bienestar que aquellos privilegiados a los que antes respetaban en su ignorancia.
La ignorancia se ve convertida en gloria nacional.
Peor aún que la sequedad, es para nuestra agricultura la ignorancia y la rutina del pueblo labrador.
Estoy algo enterado de la cuestión y no voy a permitir que abuses de la ignorancia de Mariano y todos éstos.
¿A quién puede culparse? A su ignorancia, a su vida de aislamiento lejos del mundo, a vosotros, que no la enseñasteis más, y cegados por la ambición la dejabais soñar junto al precipicio, a todos, menos a ella.
Recordaba ahora con vergüenza su ignorancia española, aquella prosopopeya castellana, mantenida por mentirosas lecturas, que le hacían creer que España era el primer país del mundo, el pueblo más valiente y más noble, y las demás naciones una especie de rebaños tristes, creados por Dios para ser víctimas de la herejía y recibir soberbias palizas cada vez que intentaban medirse con este país privilegiado que come mal y bebe poco, pero tiene los primeros santos y los más grandes capitanes de la cristiandad.
Para vivir santamente bastaba con la sabiduría de los sacerdotes y la ignorancia popular, que proporciona una beatífica tranquilidad.
Aquellos hijos de las montañas, en su santa ignorancia, hacían sin saberlo una gran cosa.
Eran aventureros que querían la guerra por la guerra, ilusos deseosos de fortuna, mozos del campo que, en su ignorancia pasiva, habían ido a las partidas como se hubieran quedado en casa a tener otros consejeros, almas sencillas que creían firmemente que en las ciudades quemaban y devoraban a los ministros de Dios, y se habían lanzado al monte para que la sociedad no cayese en la barbarie.
Por su fe absoluta e irracional, por su adhesión inquebrantable a la Iglesia, le habían sacado adelante en la carrera los señores del Seminario, a pesar de su ignorancia.
De entender lo contrario por espíritu democrático, se seguiría que lo que debemos desear es la igualdad bajando y no subiendo: la nivelación en la ignorancia, la abyección y la miseria, y no la nivelación y elevación posibles, en todos aquellos medios, en toda aquella acumulación de recursos hecha por las pasadas generaciones, a fin de que con su auxilio sigamos ascendiendo hacia el bien, hacia la luz y hacia la belleza.
¡Valiente posición! Compadeció la ignorancia de la joven y estuvo próximo a decirle que todo aquel lujo era imbécil fatuidad, pura bambolla, pero sintióse dominado por sus temores de niño sumiso y obediente, y hasta en el vacilante resplandor del inmediato farol creyó ver el rostro de mamá contraído por un gesto de indignación majestuosa.
En una palabra: me imaginé que Castro Pérez era uno de esos abogados viejos, repletos de latines, que se saben de memoria las Partidas, que tienen pujos de canonistas, y que escriben errar con h , teólogos de capote , como los llamaron in illo témpore , peritos en las triquiñuelas jurídicas, pero vacuos de todo lo demás, habilísimos para ocultar su ignorancia, y desdeñosos de cuanto no entienden, que miran a todo el mundo con aire de protección, y que apareciendo graves y sesudos, mostrándose inaccesibles y huraños pasan por unos portentos y vienen a ser, en pueblos y ciudades como Villaverde, señores de vidas y haciendas.
Yo no soy ya aquel Pedro, aquel niño, aquel foco de ignorancia, de curiosidad y de angustia que penetraba temblando en la existencia.
Acordose de que nada había dicho a su amigo del casorio proyectado, siendo evidente que Olmedo habló en términos tan por ignorancia.
Entrole entonces cierto afán por las lecturas, porque reconocía su ignorancia y la necesidad de entender las ideas de los grandes hombres y los sucesos notables que habían pasado en el mundo.
Maxi salía del paso con dificultad, y allá se las arreglaba de cualquier modo, poniendo a los huecos de su ignorancia los remiendos de su inventiva.
El ropaje negro del cura revelaba desaseo, y este detalle bien observado por Fortunata la ilusionó otra vez respecto a la santidad del sujeto, porque en su ignorancia suponía la limpieza reñida con la virtud.
Aunque parezca mentira, este es uno de los rasgos característicos de la ignorancia española, más en las ciudades que en las aldeas, y más en las mujeres que en los hombres.
Su ignorancia era, como puede suponerse, completa.
Lo más peregrino es que aquella caballería, toda ignorancia y rudeza, tenía un notable instinto de la postura, sentía hondamente la facha del personaje, y sabía traducirla con el gesto y la expresión de su admirable rostro.
Nosotros, los de Orbajosa, pobres aldeanos rústicos, vivimos felices en nuestra ignorancia.
Por nombre tan santo como este libro tiene, se podía perdonar su ignorancia, mas también se suele decir: tras la cruz está el diablo, vaya al fuego.
Fuera de que Cide Mahamate Benengeli fue historiador muy curioso y muy puntual en todas las cosas, y échase bien de ver, pues las que quedan referidas, con ser tan mínimas y tan rateras, no las quiso pasar en silencio, de donde podrán tomar ejemplo los historiadores graves, que nos cuentan las acciones tan corta y sucintamente que apenas nos llegan a los labios, dejándose en el tintero, ya por descuido, por malicia o ignorancia, lo más sustancial de la obra.
Y confieso a vuestra merced una verdad, señor don Quijote: que hasta aquí he estado en una grande ignorancia, que pensaba bien y fielmente que la señora Dulcinea debía de ser alguna princesa de quien vuestra merced estaba enamorado, o alguna persona tal, que mereciese los ricos presentes que vuestra merced le ha enviado: así el del vizcaíno como el de los galeotes, y otros muchos que deben ser, según deben de ser muchas las vitorias que vuestra merced ha ganado y ganó en el tiempo que yo aún no era su escudero.

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