Ejemplos con honradas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La marquesa de Villasis triunfaba en toda línea, y las mujeres honradas que reunió aquella noche en su casa y siguió reuniendo todos los viernes vinieron a probar a los pesimistas lo que había dicho ella misma a la marquesa de Butrón en época no lejana:.
Pues dice, dice que se propone recibir a mujeres honradas.
Comenzaron entonces las lamentaciones y las extrañezas, los comentarios y los sobresaltos, y la murmuración no fue ya el ruido de una ola al reventar en la playa, sino que cundió y se hizo formidable, y resultaron todos los imponentes estrépitos del mar batiendo las costas Mas a pesar de que todo el mundo vio claro el viento que había desatado aquella tormenta y los polvos de que salían aquellos lodos, tan sólo dos de las muchas madres honradas que acudían a los saraos de Currita dejaron de llevar allí a sus hijas, tan sólo uno de los muchos maridos con decoro que a ellos concurrían retrajo a su mujer de aquella casa funesta a que se hacía necesario acudir, porque porque se pasaban allí ratos deliciosos, era la dama quien fijaba en sus salones las leyes del buen tono, y el ser admitido en su casa era un brevet de elegancia y de notoriedad.
Recóndito asombro de esta al verse incluida en el grupo en que por exigencias de Butrón habían de figurar tan sólo mujeres honradas La marquesa hace una pausa, examina un momento al auditorio y prosigue leyendo:.
¡Qué grande obra sería la de deshacer esta mescolanza que repugna, que envenena, que liberta el vicio de toda sanción social que le marque la frente como con una señal de infamia, y lo contenga, ya que no con el temor de Dios, con la vergüenza al menos y con el respeto humano, que familiariza con el escándalo hasta a las conciencias más rectas, y destruye la poderosa barrera de horror y de extrañeza que debe separar al bueno del escandaloso, y comenzando por hacer a este tolerable, acaba por hacerle pasar por imitable! ¡Qué grande obra haría quien con el mismo espíritu de caridad cristiana con que se fundan asilos para huérfanos y casas de refugio para doncellas en peligro, fundase para mujeres y hombres , en que sin riesgo alguno de mal ejemplo pudiese encontrar la juventud las justas, legítimas y aun necesarias distracciones propias de sus años, hallar sin desvergonzada levadura ese trato señoril y digno a la vez que alegre y placentero, que afina y suaviza las inclinaciones del hombre, fortalece y alecciona las de la mujer, y fomenta el trato mutuo y el mutuo conocimiento de que brotan castas simpatías, germen de puros y tranquilos amores, que sirven de base solidísima a matrimonios felices y meditados, de que nacen luego familias cristianas y ejemplares! Y la caridad, la caridad derivada del cielo, única santa y legítima, que todo lo ve con sus ojos de lince, que todo lo abarca con su actividad insaciable, que todo lo precave con su perspicacia amorosa, y no deja dolor sin alivio, ni pena sin consuelo, ni llaga sin remedio, ¿no se ha fijado nunca en esta úlcera ensangrentada? ¿Acaso es más digna de lástima la pobre labriega, la infeliz criada de servicio que el abandono precipita en un lodazal de escaleras abajo y salva la caridad en una casa de refugio, que la encopetada señorita, la rica heredera que un abandono distinto, sólo en la forma, precipita del mismo modo en otro lodazal de salones adentro? ¡Y pensar que no es tan difícil el remedio como a primera vista parece, que bastaría quizá que una mujer de prestigio y de energía, cerrando los oídos a indecorosos respetos humanos y a culpables condescendencias sociales, fundase, por el amor de Dios, un , lanzando a los cuatro vientos de la alta sociedad madrileña, por toda esquela de convite, esta estupenda noticia: La marquesa tal, o la duquesa cual, se queda todas las noches en casa, para las señoras honradas y los caballeros decentes !.
Las otras, más ligeras o menos honradas, veían, sin embargo, en ella la mujer de talento, la dama de gran nombre, de riquezas inmensas, de carácter firme e independiente, que sin prescindir jamás de las justas conveniencias que exige un rango elevado, sabía sacudir toda imposición que repugnase a su conciencia o a su decoro, constituyendo así lo que admiran tanto las medianías rutinarias, que sólo saben copiar lo que halaga la vanidad o seduce al instinto: un tipo original, genuinamente noble, digno y honrado.
En la conciencia de todas las señoras presentes brotó al mismo tiempo la idea de que aquella era la llamada a ser la presidenta, porque a todas se imponía la marquesa por diversos conceptos: las sensatas y honradas admiraban en ella el tipo de la gran señora de virtud y de prestigio, digna y afable, que, firme en sus convicciones en medio de una sociedad frívola y corrompida, imponía sobre todos, callando siempre, la poderosa crítica del buen ejemplo.
Tontas encontraba ella a porrillo, listas tampoco faltaban, lo que le parecía difícil de hallar eran las honradas, y no porque no las hubiese a montones, sino porque la duquesa no sabía encontrarlas, por aquello de que nadie hay más exigente ni que se complazca tanto en verlo todo manchado como quien vive zambullido en medio del fango.
Seis vocales: una carlista, bastante tonta, otra, radicala, de pocos alcances, y cuatro alfonsinas, de la Grandeza, del cogollito, honradas, por supuesto, listas y de arranque.
Pues ya tienes en favor tuyo la de las gentes honradas ¿Qué más quieres?.
Butrón bailó con Currita, la marquesa con Fernandito, Juanito Velarde, como presentado de la heroína, con la duquesa de Astorga, una de las mujeres más sensatas y honradas que figuraban en la corte.
Sólo quedó Currita incorporada en su coche, abriendo mucho los claros ojos, abofeteando a todas aquellas mujeres honradas, cuya culpa consistía en admitirla a ella en su trato, con estas candorosísimas palabras, dichas para tranquilizar a su prima:.
Todas ellas, mujeres problemáticas, y otras mil y mil mujeres frívolas y superficiales en apariencia, pero honradas en el fondo las más, sólidamente virtuosas y sensatas muchas de ellas, saludaban al pasar a la ilustre bribona, inclinándose todas a su paso, rindiéndole el homenaje de sus sonrisas y su envidia, haciéndose reas de la perniciosa condescendencia con el vicio, llaga mortal de las grandes sociedades, contribuyendo con su presencia y con su lujo, por necedad, por debilidad o por malicia, al gran pecado del escándalo, al triunfo de la más ruin bellaca que urdió jamás trapisondas en la corte.
Y añádaledijo Butrón con toda la majestad olímpica que su misión allí requeríaque la señora condesa de Albornoz se reserva el derecho de protestar en todos los terrenos de semejante atropello Y dígale también que toda la aristocracia española y todas las gentes sensatas y honradas están a su lado para apoyarla y defender la causa santa que ella representa en estos momentos.
Quiero que viváis, pero sin desórdenes, como personas juiciosas y honradas.
No tengo ahora la cabeza para cuentas, pero creo que arreglando tus negocios todavía salvaré algún piquillo de tu embrollada fortuna, y con esto y lo que yo os daré podréis vivir como viven esas personas honradas y modestas a las que llamáis cursis despreciativamente.
Podía esperar sentado a que todas las personas honradas se coligasen, según él decía, para acabar con los negocios bursátiles.
Cuando va cundiendo el corruptor materialismo, es preciso alentar la fe y dar apoyo a las conciencias honradas.
Lo que a él le enciende el amor es la resistencia, y las que tienen fama de honradas, le entusiasman, y las que sobre tener fama, lo son, le vuelven loco.
¿Eran estas algo que con la prisa no pudo decir, pero que debió haber dicho, o eran simplemente desvaríos de su cerebro encendido por la calentura? ¡Si creerá esta señora que no hay en el mundo más mujeres honradas que ella! Que se le quite a usted eso de la cabeza.
Si quería tanto a esa mujer, ¿con qué derecho oponerse a que se casara con ella? Y si tenía la tal inclinaciones honradas, y buen síntoma de honradez era el ser tan económica, ¿quién cargaba con la responsabilidad de atajarla en el camino de la reforma? Doña Lupe empezó a llenarse de escrúpulos.
Ya no había mujeres honradas: lo decía un conocedor profundo de la sociedad y del vicio.
Pronto supo distinguir de , es decir, llegó a tener tan buen ojo, que conocía al instante las que eran honradas y las que no.
Demasiado sabían todos el camino de la casa, y las metódicas y honradas costumbres de esta, la fijeza de los precios, los descuentos que se hacían por pronto pago, los plazos que se daban, y todo lo demás concerniente a la buena inteligencia entre vendedor y parroquiano.
¡eran de metérseme por la boca, con perdón de las barbas honradas!.
Andaba yo tras de una perdiz agachadito, agachadito y el ratón se agachaba en efecto, siguiendo su inveterada costumbre de representar cuanto hablaba, porque no llevaba perro ni diaño que lo valiese, y estaba, con perdón de las barbas honradas que me escuchan, para montar a caballo de un vallado, cuando oigo ¡tras tris, tras tras!, ¡tipirí, tipirá!, el andar de una liebre, ¡más lista venía que las ! Pues señor la cabeza mismo así, ¡con perdón de las barbas!, con mi escopeta más agarrada que la Bula, y de repente, ¡pan!, me pasa una cosa del otro mundo por encima de la cabeza, y me caigo del vallado abajo.
¡Hay tantas señoritas buenas y honradas!.
Verdad es que si tal vez me sucede que me den la vaquilla, corro con la soguilla, quiero decir que como lo que me dan, y uso de los tiempos como los hallo, y quienquiera que hubiere dicho que yo soy comedor aventajado y no limpio, téngase por dicho que no acierta, y de otra manera dijera esto si no mirara a las barbas honradas que están a la mesa.
¡Ay señor, señor, y cómo hay más mal en el aldegüela que se suena, con perdón sea dicho de las tocadas honradas!.
Yo no sé para qué es tanto melindre: si lo hacen de honradas, cásense con ellos, que ellos no desean otra cosa.

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