Ejemplos con hoja

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Siguiéronle, en efecto, los aludidos, después de amarrar afuera, como mejor pudieron, las cabalgaduras, y precedidos de Cuarterola, instaláronse ante una mesa larga, estrecha y sucia, que se sostenía mal en el interior de la taberna, cerca del mostrador, sobre el cual no había más que una de hoja de lata con cuatro jarros de arcilla, una aceitera, capaz de media arroba, un pedazo de yeso para , dos vasos para aguardiente, y un botellón de cristal conteniendo vino tinto.
Y miraba tristemente los talonarios, como lamentando que pasasen los días del invierno sin cortar más que alguna que otra hoja.
Pretendía escurrirse, huir de la terrible hoz, en cuya hoja se quebraba un rayo de sol y se reproducía el azul del cielo.
Tenía la hoja arrugada, y el tono verde, antes tan lustroso, era ahora de una amarilla transparencia.
Él, hombre sobrio, incapaz de beber alcohol sin sentir náuseas y dolores de cabeza, no podía ocultar un asombro muy cercano a la admiración ante estos brutos, que, según sus suposiciones, debían tener el estómago forrado de hoja de lata.
Tísicos colchones, jergones rellenos de escandalosa hoja de maíz, sillas de esparto, sartenes, calderas, platos, cestas, verdes banquillos de cama, todo se amontonaba sobre el carro, sucio, gastado, miserable, oliendo a hambre, a fuga desesperada, como si la desgracia marchase tras de la familia pisándole los talones.
Las criadas, endomingadas, huían despavoridas al escuchar el vocerío, y pasaba la tribu al galope, dando furiosos saltos, con sus caretas horriblemente grotescas y esgrimiendo por encima de sus cabezas enormes navajas de madera pintada con manchas de bermellón en la corva hoja.
David, con corona de latón, barba de crin y el floreado manto barriendo los adoquines, avanzaba pulsando los bramantes de su arpa de madera, Noé, encorvado como un arco, apoyado convulsivamente en su bastoncillo, enseñaba el palomo que llevaba en su diestra a aquella muchedumbre que reía locamente ante esta caricatura de la vejez, detrás venía Josué, un mozo de cordel vestido de centurión romano, apuntando con una espada enmohecida a un sol de hoja de lata y caminando a grandes zancadas como un pájaro raro, y cerraban el desfile las heroínas bíblicas, las mujeres fuertes del Antiguo Testamento, que salvaban al pueblo de Dios cortando cabezas o perforando sienes con un clavo, representadas todas ellas por mancebos barbilampiños, embadurnadas las mejillas con albayalde y bermellón y vestidos con trajes de odaliscas.
Recibe humildemente cuanto él te mande, mira que no se mueve la hoja del árbol sin la voluntad de Dios.
Dos o tres veces escribí una palabra por otra, eché a perder una hoja de papel sellado, y estaba yo a punto de decir: ¡No sigo escribiendo! ¡Estoy enfermo! cuando dio la una.
Doblaba la hoja, se la guardaba, y me señalaba un asiento:.
Tenía algo, mucho, del amigo ingenuo que nos ha pintado a maravilla Edmundo de Amicis en uno de sus libros más hermosos, de ese cruel amigo que nos domina desde el primer día, que nos subyuga, que nos hace sus esclavos, sin que nos sea dable rebelarnos en contra de él, que con una frase nos parte medio a medio, y que, riendo, del modo más natural, en presencia de todos, sin discreción ni consideraciones de ninguna especie, nos dice lo que no queremos que nadie nos diga, o que a propósito de una debilidad o de un afecto que ocultamos con el mayor empeño, nos lanza un chiste que penetra en nuestro corazón como la hoja de un puñal, amigo contra el cual no podemos alzarnos indignados por duro que sea con nosotros, ya porque somos impotentes para replicarle de modo que nos asegure el triunfo, ya porque, a pesar de todo, le estimamos y le amamos por sus muchas cualidades.
Me acerqué al abogado, llevando la hoja y la bujía.
Un tallo duro, una hoja rebelde, un pétalo sin gracia, todo recibía de la joven singular hermosura.
¿Para nada? Pues a que no se ponen delante de mi, y abren el Tácito, o el Terencio, y traducen el pasaje que yo les señale? Pero eso sí, sin que se ayuden de versiones francesas Oye: lo que más me duele, lo que me llega a lo más vivo, lo que me desgarra el corazón, lo que siento aquí, como la hoja de un puñal, es que dicen.
¡Qué pobre y qué triste! De una ojeada, a la luz de la vela que traía la joven que nos abrió la puerta, aprecié lo que encerraba: algunos muebles vetustos, sillas seculares de alto respaldar y garras de león, resto de antiguos esplendores domésticos, dos rinconeras con sus nichos de hoja de lata, un sofá tapizado de cerda.
Fortunata se estremeció como si la hoja fría le tocara las carnes, y se puso a dar diente con diente.
Un pensamiento se le salía del magín a cada instante, pero lo reservaba en la hoja más escondida de su gramática parda.
¡Pues si son estas las sobras! En fin, doblemos la hoja, pongámonos en un punto de vista imparcial, y no hagamos juicios temerarios antes de tener datos seguros.
Dobla la hoja y hazte cuenta de que esa gente se ha ido a Ultramar, o se ha muerto.
Entre creerse un monstruo de maldad o un ser inocente y desgraciado, mediaban a veces el lapso de tiempo más breve o el accidente más sencillo, que se desprendiese una hoja del tallo ya marchito de una planta cayendo sin ruido sobre la alfombra, que cantase el canario del vecino o que pasara un coche cualquiera por la calle, haciendo mucho ruido.
Eso no tiene vuelta de hoja, compañera.
La mañana estaba deliciosa, el cielo despejadísimo, los árboles del paseo de Santa Engracia empezaban a echar la hoja.
Usted sí que tiene hoja replicó la santa con gracia, y los demás se reían.
Volviose y vio una niña como de cinco o seis años, lindísima, muy limpia, con una hoja de en el pelo.
La lengua que sacaba, por tener la creencia de que todo negrito, para ser tal negrito, debe estirar la lengua todo lo más posible, parecía una hoja de rosa.
La que no tiene flor se pone entre los pelos cualquier hoja verde y va por aquellas calles vendiendo vidas.
Todo era allí nobleza, o sea naranjos, los árboles de hoja perenne y brillante, de flores olorosísimas y de frutas de oro, árbol ilustre que ha sido una de las más socorridas muletillas de los poetas, y que en la región valenciana está por los suelos, quiero decir, que hay tantos, que hasta los poetas los miran ya como si fueran cardos borriqueros.
A trozos, el paisaje azuleaba con la plateada hoja de los olivos, más allá las viñas lo alegraban con la verde gala del pámpano.
El principalmente sonó como la vibración agudísima de una hoja de acero al deslizarse sobre otra.

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