Ejemplos con habladuría

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ya, cuando le vi entrar, cometí sin pensarlo un pecadillo de habladuría al soltar el chisme de que la señora.
Salgo del café, recorro las calles, y no puedo menos de entrar en las hosterías y otras casas públicas, un concurso crecido de parroquianos de domingo las alborota merendando o bebiendo, y las conmueve con su bulliciosa algazara, todas están llenas: en todas el Yepes y el Valdepeñas mueven las lenguas de la concurrencia, como el aire la veleta, y como el agua la piedra del molino, ya los densos vapores de Baco comienzan a subirse a la cabeza del público, que no se entiende a sí mismo. Casi voy a escribir en mi libro de memorias: «El respetable público se emborracha», pero felizmente rómpese la punta de mi lápiz en tan mala coyuntura, y no siendo aquel lugar propio para afilarle, quédase in pectore mi observación y mi habladuría.
Entonces, con tanta arenga y tanta habladuría, hube de echarme a reír, pero con el corazón lleno de rabia.
-Taday, ¡niquitrefe! -gruñó Carpio, -eso no es más que habladuría y fanfarria.
Mas respondióle que aquello era habladuría de mentidero sin certeza ni seguridad alguna, debiendo repetir los que tenían las armas en la mano: El agüero mejor, pelear por Pirro, con lo que se levantó, y al rayar el día movió el ejército.
Ya, cuando le vi entrar, cometí sin pensarlo un pecadillo de habladuría al soltar el chisme de que la señora.
Lo que yo no he visto nunca, lo que no quiero creer, lo que me parece invención y habladuría de los pueblos cercanos para dar vaya a los de este pueblo, es el exceso de familiaridad con que trataban en ocasiones a su Santo, llevándole, cuando no llovía, a una fuente que llaman el Pilar de Abajo, y zambulléndole allí para que lloviese, lo cual, se añade, no dejaba nunca de ocurrir en el acto o pocas horas después.
Malhadada inocencia suya, en último examen, porque ella, no sé por qué medios, vino a dar a la habladuría azotante de los demás, una cierta vida, un calor y ¡vamos! un sabor de intriga tales, que yo no podía menos que sentirme vacilar arrastrado hasta el filo de una ridícula posición de desconcierto y de absurda atonía.

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