Ejemplos con gritaban

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los gritaban a un tiempo contradictoriamente, con agresiva vehemencia, dirigiéndose a los músicos.
Los millones de seres sujetos a su continua revolución gritaban y manoteaban entusiasmados y enardecidos por la velocidad.
Los oficiales gritaban sus órdenes con el sable roto y la cabeza vendada, los hombres se batían sin pensar en sus heridas, cubiertos de sangre, hasta que se desplomaban muertos.
Su rostro se contrajo con tristeza dolorosa, más que por la herida, por la amargura de un sacrificio sin gloria, por perder su sangre, no en la montaña frente a frente con el eterno enemigo, sino a la puerta de una iglesia, a manos tal vez de un sacristán, de uno de aquellos efebos católicos que, ocultos en las alturas, gritaban como mujeres aclamando a la religión y la Virgen.
¡Chicas, es don Luis!se gritaban unas a otras.
Al entrar en los pueblos gritaban: ¡Viva la religión! , pero a la más leve contrariedad, los combatientes de la Fe se hacían esto y aquello en Dios y en todos los santos, no olvidando en sus sucios juramentos ni a los más sagrados objetos del culto.
—Alamedas, campiñas, bosques, ríos, lagos, estanques, parras pomposas y aristocráticos lechos de jazmines, todo pasó ante mi vista en variada confusión, mientras que los chicos y las mujeres gritaban en torno mío:.
Estuvieron los muchachos atentos, supieron el caso, y no habia asomado Lope por la entrada de cualquiera calle, cuando por toda ella le gritaban, quién de aquí, y quién de allí: Asturiano, daca la cola, daca la cola, asturiano.
Lope, que se vió asaetear de tantas lenguas y con tantas voces, dió en callar, creyendo que en su mucho silencio se anegara tanta insolencia, mas ni por esas, pues miéntras mas callaba, mas los muchachos gritaban, y así probó a mudar su paciencia en cólera, y apeándose del asno, dió a palos tras los muchachos, que fué afinar el polvorin y ponerle fuego, y fué otro cortar las cabezas de la serpiente, pues en lugar de una que quitaba, apaleando a algun muchacho, nacian en el mismo instante no otras siete sino setecientas, que con mayor ahinco y menudeo le pedian la cola.

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