Ejemplos con gordos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El templo está construido en sillarejo, con muros muy gordos, sin contrafuertes, con decoración de arquillos ciegos y bandas lombardos en los muros de los tres ábsides y del crucero.
Abogado: Si esta buscando un pleito de los gordos ¡Ha cometido un grave error, Skinner!.
Un ejemplo memorable incluyó a Joly y a otro actor en trajes gordos retrasando una escalera mecánica llena de gente.
Joly u otros actores usando trajes gordos tratan de caber en lugares estrechos, como una cabina de teléfono o callejones angostos.
También hablaba de familiares de la Inquisición, recordando a los curas gordos y morenos que salían de la iglesia, en busca del casero chocolate, luego de decir su misa.
Los polizontes que guardaban la puerta le dejaron pasar, según la consigna, mirándole con esa especie de receloso respeto que a las gentes bajas de un partido causan siempre los pájaros gordos del partido contrario.
¡no digo nada los sacrificios que pueden hacerse!—Perdone mi amigo Hazañas, pero en las loterías de la Trinidad hay premios más gordos que en las que él dirige.
En el portal había una relojería entre cristales, quedando tan poco espacio para la entrada, que los gordos tenían que pasar de medio lado, en el piso bajo y tienda una bollería que inundaba la casa de emanaciones de canela y azúcar.
A donde quiera que mira una, no ve más que pecados, y pecados cada vez más gordos, porque la humanidad parece que se vuelve de día en día más descarada y menos temerosa de Dios ¡Quién había de decir que esa muchacha, esa Aurorita, que parecía tan buena, tan lista! No, como lista, ya lo es, aunque la otra lo ha sido más ¿Y qué dice Bárbara?, estaba encantada con ella, y todos los días iba al obrador a verla trabajar Pero cállate, que aquí viene tu señora suegra.
Si las leyes son unos disparates muy gordos, yo no tengo nada que ver con ellas.
Estaba recogiendo el servicio, y él saltó contra mí, diciéndome que para arriba y que para abajo Yo no lo entendía y me eché a reír Pero salió con unos disparates muy gordos.
El disparate que se le había ocurrido, porque disparate era y de los gordos, fue que debía echarse del lecho muy callandito, buscar a tientas su ropa, vestirse ir hacia la percha, coger su bata y ponérsela.
Perdíase en un dédalo de foros y subforos, prorrateos, censos, pensiones, vinculaciones, cartas dotales, diezmos, tercios, pleitecillos menudos, de atrasos, y pleitazos gordos, de partijas.
Llegóse en esto la sazon y punto en que bajó el señor Monipodio, tan esperado como bien visto de toda aquella virtuosa compañía: parecia de edad de cuarenta y cinco a cuarenta y seis años, alto de cuerpo, moreno de rostro, cejijunto, barbinegro y muy espeso, los ojos hundidos: venia en camisa, y por la abertura de delante descubria un bosque, tanto era el vello que tenia en el pecho: traia cubierta una capa de bayeta casi hasta los piés, en los cuales traia unos zapatos enchancletados, cubríanle las piernas unos zaragüelles de lienzo anchos y largos hasta los tobillos, el sombrero era de los de la ampa, campanudo de copa y tendido de falda, atravesábale un tahalí por espalda y pechos, a do colgaba una espada ancha y corta, a modo de las del perrillo, las manos eran cortas y pelosas, los dedos gordos, y las uñas hembras y remachadas, las piernas no se le parecian, pero los piés eran descomunales de anchos y juanetudos.

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