Ejemplos con gordura

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Además en la mastaba se encontró una estatua del chaty casi intacta, representándole de forma sedente, con un perfil aguileño y una cierta gordura, signo característico del éxito social entre los antiguos egipcios.
Aún así, el ganado es más que nada un símbolo de riqueza entre los nuer, siendo el tamaño y la gordura, así como el color y los cuernos los detalles más importantes para el prestigio del pastor.
Aquel hombre era Simón Cerojo, que tenía ya toda la gordura y todo el lustre, y aun todo el traje, propios de un tratante en que va en próspera fortuna, pero que no ha llegado todavía a la mitad de su carrera.
Era doña María Victoria de buena presencia y más que regulares carnes, que propendían a la gordura.
Notaba en ella los estragos de la edad, la gordura que borraba bajo el almohadillado de la grasa su antigua belleza de rubia altiva y dura.
Tenía su mismo aire majestuoso, y comenzaba a iniciarse en ella un principió de gordura, lo que la hacía parecer de más edad.
Unas caminaban de prisa con la ligereza de la impaciencia, otras cansadas con la gordura de los años, luciendo, según su gusto, primores de elegancia, arreglos de taller casero, rarezas del capricho, exageraciones de la moda, algunas calculada sencillez y todas empeño de agradar.
Su pecho era desproporcionadamente abultado, su cuello corto, las caderas y el talle bien torneados, y las costuras de las mangas parecían próximas a reventar por causa de la gordura creciente de los brazos.
En la proa se elevaba el cochero, que en pesadez y gordura tenía por únicos rivales a las mulas, aunque estas solían ser más racionales que él.
Es imposible pintar el dolor que tuvo la infeliz cuando María Luisa, hallándose una noche en casa de la duquesa de Chinchón, se permitió hacer, con su acostumbrada malicia, algunas apreciaciones un poco picantes sobre la gordura y redondez de nuestra diosa.
¡Oh pícaros de cocina, sucios, gordos y lucios: pobres fingidos, tullidos falsos, cicateruelos de Zocodover y de la plaza de Madrid, vistosos oracioneros, esportilleros de Sevilla, mandilejos de la hampa, con toda la caterva innumerable que se encierra debajo deste nombre pícaro! Bajad el toldo, amainad el brio, no os llameis pícaros si no habeis cursado dos cursos en la academia de la pesca de los atunes: allí, allí está en su centro el trabajo junto con la poltronería: allí está la suciedad limpia, la gordura rolliza, la hambre pronta, la hartura abundante, sin disfraz el vicio, el juego siempre, las pendencias por momentos, las muertes por puntos, las pullas a cada paso, los bailes como en bodas, las seguidillas como en estampa, los romances con estribos, la poesía sin acciones: aquí se canta, allí se reniega, acullá se riñe, acá se juega, y por todo se hurta: allí campea la libertad y luce el trabajo: allí van o envían muchos padres principales a buscar a sus hijos, y los hallan, y tanto sienten sacarlos de aquella vida, como si los llevaran a dar la muerte.
No pienso respondió Sancho ponerle otro alguno sino el de Teresona, que le vendrá bien con su gordura y con el propio que tiene, pues se llama Teresa, y más, que, celebrándola yo en mis versos, vengo a descubrir mis castos deseos, pues no ando a buscar pan de trastrigo por las casas ajenas.
Dios te guíe, Sancho, y te gobierne en tu gobierno, y a mí me saque del escrúpulo que me queda que has de dar con toda la ínsula patas arriba, cosa que pudiera yo escusar con descubrir al duque quién eres, diciéndole que toda esa gordura y esa personilla que tienes no es otra cosa que un costal lleno de refranes y de malicias.
El traje, las barbas, la gordura y pequeñez del nuevo gobernador tenía admirada a toda la gente que el busilis del cuento no sabía, y aun a todos los que lo sabían, que eran muchos.
De todas maneras, la ignorancia le hacía dichoso como a tantos otros, y como él se convertía en sustancia todas las burlas y aun bufidos de la linda doncella, estaba que no cabía en su pellejo, harto estirado ya por su gordura.
¿Huir del corral? ¿Esconderse? ¿Y adónde iba? Por todas partes le acompañaría como una sentencia de muerte su gordura, su fatal grasa fina, de ave de lujo.
No es aquella verdadera y sólida gordura, sino una.
Creyendo que consiste en la gordura la sustancia,.
¿Por qué privilegio singular había llegado a su edad sin haber caído jamás en la volteada? Su lana era linda, su tamaño regular, sólo su estado de gordura quizá dejaría que desear, y efectivamente parecía más bien delgado.
La oveja tuvo magníficos hijos, rebosantes de salud y redondos de gordura.
Muerta la víctima, juntan la punta de la cola, el bazo y el redaño, y cubriéndolo todo con la gordura que viste los intestinos, lo arrojan a las llamas envuelto de este modo.
Desollada la víctima, le limpian las tripas, dejando las entrañas pegadas al cuerpo con toda su gordura, separan luego las piernas, y cortan la extremidad del lomo con el cuello y las espaldas.
Ramón, enamoróse de la magnificencia de Brasil, cuya gordura contrastaba con la estiptiquez de sus perros, lo mismo que un prisionero paraguayo con un morrudo soldado riograndés.
Aquel hombre era Simón Cerojo, que tenía ya toda la gordura y todo el lustre, y aun todo el traje, propios de un tratante de caldos, que va en próspera fortuna, pero que no ha llegado todavía a la mitad de su carrera.
Y si Pepe tuvo que elevar, llenos de gratitud, sus ojos al Altísimo, no tuvieron motivos tampoco de queja las famosas Nenas ni Perico el Viruta, afortunado y legítimo poseedor de los hechizos de Clotilde, la mayor de aquéllas, que desde que abrieron por primera vez las puertas del establecimiento, no hubo en todo el barrio quien a él no concurriera a adquirir desde la perra de gordura, con que engrasan los mas humildes el miserable mendrugo, hasta el sabrosísimo filete, que de sabrosísimo lo calificamos por versiones llegadas hasta nosotros en el transcurso de nuestra frugalísima existencia.
Y durante todo aquel tiempo el encargado del hammam se había puesto desconocido a fuerza de reposo y de comer y beber, y había engrosado hasta el límite de la gordura.
Yo seguí comiendo, bebiendo, besando y copulando, vistiendo cada día los trajes más hermosos unos que otros, y las camisas más finas unas que otras, hasta que me puse muy gordo y llegué al límite de la gordura.
Quién que en la noche de la boda en su mujer descubre un esqueleto, una vez desprovista ella de rellenos y prendidos, quién que se encuentra con un monstruo de gordura, una vez libertada del corsé.
También la tenía con algún cuidado el temor de que su gordura llegara a impedirla el proyectado viaje a la tierra nativa, cuya ocasión podía tocar ya con los dedos a poco que alargara el brazo, porque si a aquellas horas el caudal de su marido no daba para comprar a peso de oro toda Villavieja con sus inherentes y aledaños, no distaría de ello media talega.
Deploraba su gordura solamente por lo que la molestaba para sus quehaceres domésticos, pues para andar por la calle tenía ''volanta''.

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