Ejemplos con golpeándome

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Retorciéndome los brazos, golpeándome la cabeza, mugiendo de desesperación, exclamé sin poder contener el grito de mi alma irritada:.
-Este es un bravo mozo -me dijo el jefe, golpeándome el hombro-.
Trijueque, golpeándome con la punta del pie, me dijo:.
Cuando me bajaron, apenas me podía mover, mas los franceses, con inhumanidad indisculpable, me empujaban golpeándome.
antier el viejo Miranda, golpeándome el hombre, y brillándole
Sea usted feliz, me dijo, golpeándome.
me dijo, al pasar por cerca de él, golpeándome el.
¡Y vengo a que me los prestes! Entonces yo tomaré una actitud muy lamentable, y me quejaré golpeándome el rostro, y contestaré: ¡Oh Emir de los Creyentes! ¡soy un pobre que no tiene nada! ¿Cómo iba yo a tener suma tan fabulosa? ¡Por Alah! ¡que quien te lo contó es un insigne embustero! ¡Jamás tuve, ni tendré, semejante suma! Entonces, para sacarme mi dinero y hacerme declarar el sitio en que lo he ocultado, me entregará al jefe de policía Ahmad-la-Tiña, que mandará que me desnuden y me den una paliza hasta que declare y le entregue los cien dinares.
sí -exclamé yo golpeándome la frente-, la hermosa cantante española.
-¡Ah, pícaro! -me dijo, golpeándome el hombro-.
-Para lo que ustedes me manden -respondí yo, muy fino, golpeándome suavemente la boca con el puño del bastón.
Ante mi negativa me trasladaron a otro recinto, donde me ponían parada contra un ángulo del mismo, y vuelven a interrogarme, golpeándome la cabeza y amenazándome con introducirme el palo mencionado en el ano.
No pude retener las lágrimas, y golpeándome el pecho con dolor sincero: —¿Dónde está ahora, exclamé, tu iracundia? ¿Dónde tu poder? ¡Hete ahí expuesto a la voracidad de los cetáceos y las fieras, tú que hace poco tan enorgullecido estabas por tu poder! De tan gran navío no has podido conseguir siquiera una tabla para salvarte.
Entristecido salí tras él con la canasta, una canasta impúdicamente enorme, que golpeándome las rodillas con su chillonería hacía más profunda, más grotesca la pena de ser pobre.

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