Ejemplos con gallardísimo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Enojábase, doña Andrea, cuando oía, allá por la hora en que Sol volvía con una criada anciana del colegio, la pisada atrevida del caballo de cierto caballero que ella muy especialmente aborrecía, y si Sol hubiese mostrado, que nunca lo mostró, deseos de ver la arrogante cabalgadura, fuera de una vez que se asomó sonriendo y no descontenta, a verla pasar detrás de sus persianas, es seguro que por allí hubieran encontrado salida las amarguras de doña Andrea, que miraba a aquel gallardísimo galán, a Pedro Real, como a abominable enemigo.
Acarició el testuz de un gallardísimo toro que a su lado estaba, y apoyando sus manos en el morrillo, de un brinco quedó montada a flor de mujer sobre el lomo del vigoroso bruto.
Pero en esto entraron en tropel los chiquillos de Chaves: dos niñas preciosas como los mismos ángeles, el hijo mayor, de ocho años, despabilado y gallardísimo, y un chiquitín de cinco, que era la criatura más salada y traviesa que se podría imaginar.
Toda su geografía estaba comprendida entre Machichaco y Quejo, toda su ciencia en el gobierno de una pequeña embarcación de vela, que manejaba con arte singular, gallardísimo, en días de Nordeste frescachón.
-Padre -añadió el miliciano ya vestido, ostentando su derrotado uniforme, gallardísimo siempre-, ¿a que no sabe usted lo que dijo Dios cuando hizo el mundo?.
Era Santiago Ibero un mozo gallardísimo, franco, con toda el alma en los ojos y el corazón en los labios, cetrino, de mirada ardiente.
Pasaron por delante de , subieron por la calle de Santa María hasta el camino de Legaspia, donde echaron un vistazo al convento de Bidaurreta, contemporáneo de Doña Juana la Loca, bajáronse luego hacia San Antón, y cortando las calles y su paralela, fueron a parar junto al río, no lejos del gallardísimo edificio de la Universidad.
Más hermosa que nunca, sacó de su cabeza un gallardísimo argumento, y se lo soltó a la otra como se suelta una bomba explosiva.
-¡Ah!, ya, ya voy chanelando una miajita de lo que usté se trae conmigo -exclamó, fruciendo la frente, el gallardísimo Cañamones.
Acarició el testuz de un gallardísimo toro que a su lado estaba, y apoyando sus manos en el morrillo, de un brinco quedó montada a flor de mujer sobre el lomo del vigoroso bruto.
Y para pagar la galantería, Julia se figuraba que el Pipá hecho hombre era un gallardísimo mancebo, y procuraba que conservara aquellas facciones que en el pillastre eran anuncio de varonil belleza.
Enojábase, doña Andrea, cuando oía, allá por la hora en que Sol volvía con una criada anciana del colegio, la pisada atrevida del caballo de cierto caballero que ella muy especialmente aborrecía, y si Sol hubiese mostrado, que nunca lo mostró, deseos de ver la arrogante cabalgadura, fuera de una vez que se asomó sonriendo y no descontenta, a verla pasar detrás de sus persianas, es seguro que por allí hubieran encontrado salida las amarguras de doña Andrea, que miraba a aquel gallardísimo galán, a Pedro Real, como a abominable enemigo.
Había en el batallón que mandaba el coronel don Francisco García del Barco, acantonado en Ayacucho, un teniente don Faustino Flores, el que servía en la primera compañía, de la cual era capitán don Juan Lizárraga, gallardísimo mancebo, muy entendido en letras y números, gran táctico y ordenancista, valiente como un león en el campo de batalla, y asaz querido y mimado por sus compañeros de armas.

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