Ejemplos con gallareta

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Existen también diferentes especies de aves migratorias, las cuales hacen su arribo en el mes de Octubre y emigran en el mes de Febrero contándose entre ellas especies como la gallareta, el pelícano, garza morena, garza blanca, grulla, áncera, pato, etcétera.
Asociadas a lagunas, bañados y cursos hídricos, hallan hábitat propicios diferentes aves acuáticas, entre las que podemos reconocer al biguá, el caraú, la garza blanca, la garza bruja, la garcita azulada, la gallareta chica, el gallito de agua y el pato sirirí pampa, como los más abundantes.
El vuelo se asemeja a una gallareta minúscula.
Quedó silencioso el Gallareta, reflejando su semblante lo poco gratamente que hubieron de resonar en él las palabras del muchacho.
-Camará, y cómo me cogiste la elantera -dijo, deteniéndose junto a él, el señor Paco el Gallareta, hombre de más de sesenta años, alto, enjuto, de rostro descarnado y de facciones angulosas, tostadas y curtidas por vientos y soles.
-Paece que ya tardan los Pedrotes -dijo el Gallareta, cuando aquél hubo acabado de examinar la soga, arrojando una mirada escrutadora en el camino.
-Pero, Currito, ¿qué jaces? -exclamó el Gallareta, transcurridos que hubieron algunos minutos, al ver cómo aquél ceñía a su cuerpo la soga en tanto los Pedrotes se entretenían en hacer un cigarro, que acababa de ofrecerles el anciano.
El Frescales estaba que hacía la barba, y con razón, que con la entrada en la cárcel de Manolito el Gallareta habíase quedado desamparada su timba, de la que empezaba a huirse la gente más formal de la aficionada a jugarse hasta el cuero cabelludo, por temor al enganche con alguno de los que, acaudillados por el Maroto, dedicábanse a cobrar el barato en los lugares no garantizados por alguno de sus colegas en arrogancias y bravura.
Y como este bandurrio famoso, enterado de que el Gallareta había ido a pasar la temporada veraniega a sus posesiones del Pasillo, habíase metido, decidido a escribir una de sus páginas más gloriosas, en el garito del Frescales, andaba éste de tan mal humor, que al notar que Paco Cárdenas y su compadre, Antoñico el Muñequero, pedían con acento un tantico despótico que dejara de servir a los demás por servirles a ellos primero Periquito el Tarambana, mozo de la taberna, díjole a éste con acento brusco y desabrido:.
Paco Cárdenas se acordó de que él ganaba cuatro pesetas trabajando desde que el sol echaba sus luces hasta que se ponía, y en cambio de que el Gallareta vestía y vivía como un príncipe, que todo el día no hacía otra cosa que lucir el garbo por el distrito, que tenía en un dedo un solitario con el cual hubiera tenido él bastante para salir de apuros.
Paco Cárdenas, grave y cejijunto, fumaba silencioso, recostado contra la pared, próximo a los que tallaban, y cerca de él le observaba con disimulo el tabernero, que no confiaba mucho en lo que de modo tan decidido hubo de decirle aquél en la noche anterior, al oírle lamentarse de la ausencia del Gallareta, que le dijo:.
Pronto cundió la chilla de que Paco Cárdenas era el sustituto del Gallareta, y.
El Sordina sonrió sin poder disimular el júbilo que le proporcionaba la presencia del famoso baratero, y aprovechando la primera oportunidad, díjole a éste, con acento mortificante, a la vez que le indicaba disimuladamente al suplente del Gallareta.
-Esta noche sa menester que se vaya usté con la mar de cudiao, compadre, que, según dice el papelito, ha vinío en lugar del Gallareta a no dejarnos ni resollar Paco Cárdenas, el nieto de la Boliche.
-Pos lo que le dije fue: «Mire usté, compadre, cuando yo acerté anoche el puesto del Gallareta, lo acerté poique estaba pensando con qué jerramienta me había de cortar la yugular, si con una navaja barbera o si con una de Albacete.
Lleno de orgullo, se dignaba aceptar el cisne los homenajes de la gallareta, humilde y pobre, dejándole desdeñosamente los restos de su opulenta mesa.
Sucedió que un día la gallareta, habiéndose comido por error una mojarrita de la reserva del cisne, entró éste en un furor desmedido.
La insultó groseramente, ofendiéndola en lo más íntimo de su dignidad de pájaro, injuriándola a ella y a su familia, tratándola de tal modo que la gallareta, indignada, resolvió retirarse a otros pagos.
Más de una vez la gallareta había indicado a la nutria dónde podría, en la laguna, encontrar con toda seguridad algún pez grande.
La nutria iba, paseaba, comía y floreaba con sus compañeras, haciendo admirar su viveza y su suerte, sin hablar siquiera, por supuesto, de la gallareta y de sus avisos.
Se le acercó entonces la gallareta, si no a socorrerla, lo que no podía hacer, por lo menos a consolarla.
Y la gallareta, humilde y resignada, se volvió a esconder entre los juncos, pensando que si ciertas personas tienen todos los méritos y otras todas las culpas, es que así no más tiene que ser.

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