Ejemplos con frustránea

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El tránsito de Marta a María, de la vida de acción a la de contemplación, es cambio frecuente en el declinar de la existencia que empezó consagrada a las artes de la voluntad, aun dejando de lado los casos de interrupción frustránea o prematura de la aptitud primera, a que ya me referí cuando hablé del niño que jugaba con la copa de cristal. En mucha parte de los espíritus dotados a la vez del ánimo heroico, o el don de gobierno, y de la virtud de la expresión literaria, esta virtud se manifiesta y pone en obra, no simultáneamente con aquellos dones, sino después que ellos han completado la órbita de su actividad. Tal sucesión de aptitudes vese, particularmente, en la vida de los grandes historiadores. El historiador insigne suele ser un hombre de acción que, doblando la cúspide de la existencia, se consagra a acuñar su ciencia del mundo en el troquel de una superioridad literaria que sólo entonces descubre, o sólo entonces cultiva como ella merece. Fácil sería indicar ejemplos de ello en los historiadores clásicos: ya Tucídides, que no da vado a su vocación de narrador sino cuando la pérdida de Anfípolis señala el término de su vida pública, ya Tácito, que toma el punzón y las tablillas de Clío después de quitarse de los hombros la toga consular, bajo el despotismo de Domiciano, ya Polibio, que emplea en escribir su Historia la proscripción a que le reduce Paulo Emilio. Tras la ruina de la cultura intelectual, la narración histórica renace, en Occidente, en brazos de la experiencia política. Cuando los godos de Vitiges caen vencidos por las armas de Belisario, Casiodoro, que, como hombre de gobierno, no ha logrado evitar la ruina de aquel imperio efímero, se retira al convento de Viviers, y entre otras labores de su pensamiento, acomete la de narrar los hechos de los reyes de quienes ha sido, durante medio siglo, inspirador. Veteranos de la acción política y guerrera, fueron muchos de los cronistas que preceden a la reencarnación de la grande historia clásica. Joinville había acrecentado con la recompensa de sus hazañas, como conmilitón de San Luis, las tierras patrimoniales donde, en el reposo de sus últimos días, se contrajo a referir sus recuerdos, con el épico y delicioso candor de su crónica... Cuando don Juan II de Castilla aparta de su confianza a aquel hidalgo de la sangre, del carácter y del estilo, que se llamó Fernán Pérez de Guzmán, el antiguo privado compone, recluido en su señorío de Batres, la más rica y penetrante prosa histórica del siglo XV. Esta observación resultaría confirmada sí se la probase en los historiadores del Renacimiento. Guicciardini vuelve los ojos al tiempo pasado mientras reposa, en su Tusculum de Aratri, de los afanes del gobierno y de la guerra, Hurtado de Mendoza, cuando la ingratitud y suspicacia de Felipe II le retraen a su solar de Granada, después de gloriosísima vida de diplomático y político, Brantôme, hallándose de vuelta en sus dominios de Dordoña, tras largas aventuras de soldado y prolija experiencia de la corte, don Francisco de Melo, el Tácito portugués, cuando su desvalimiento y prisión le obligan a trocar por los libros su espada de las campañas de Flandes y Cataluña. Más adelante, el desengaño y sosiego de Saint-Simon, al cabo del porfiado maquinar con que consagró su vida a un pensamiento de vindicta aristocrática, valdría para la posteridad las pinceladas soberbias de las Memorias. El historiador que sólo sabe del mundo por los papeles que quita del polvo de los archivos, es especie que abunda más desde tiempos más cercanos, pero aún son numerosos, entre los del último siglo, los que proceden del campo de la acción: llámense Grote, que trueca, al término de su juventud, las borrascas del Parlamento por la serena contemplación de las cosas pasadas, llámense Guizot, cuya labor histórica, interrumpida durante veinte años de ilustre acción política, entra en definitiva y fecunda actividad después que el destronamiento de Luis Felipe aparta a su mentor de participar en la historia actual y viva, llámense Niebuhr, que deja su embajada de Roma y se recluye, por el resto de sus días, en el universitario ambiente de Bonn, para dar cima a una idea de su juventud con la obra magna a que dura vinculado su nombre.

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