Ejemplos con fortunata

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y al instante caí ¡Pero si es esa condenada de Fortunata!.
Cuando el enamorado se iba a su casa, llevaba en sí la impresión de Fortunata transfigurada.
Los muebles se los alquiló una vecina que había levantado casa, y Rubín atendió a todo con tal tino, que Fortunata se pasmaba de sus admirables dotes administrativas, pues no tenía ni idea remota de aquel ingenioso modo de defender una peseta, ni sabía cómo se recorta un gasto para reducirlo de seis a cinco, con otras artes financieras que el excelente chico había aprendido de doña Lupe.
Quedó convenido entre Fortunata y su protector tomar un cuarto que estaba desalquilado en la misma casa.
Esta sensatez era cosa nueva para Fortunata, y empezó a corregir algo sus primeras ideas acerca de su amante y a considerarle mejor que los demás.
Grande fue el asombro de Fortunata aquella noche cuando vio que Maximiliano sacaba puñados de monedas diferentes, y contaba con rapidez la suma, apartando el oro de la plata.
Fortunata le miraba y, francamente, no podía acostumbrarse a aquella nariz chafada, a aquella boca tan sin gracia, al endeble cuerpo que parecía se iba a deshacer de un soplo.
Fortunata le miró también a él, sorprendida.
Miró sin pestañear a Fortunata, y cogiéndole una mano, le dijo con voz temblorosa: Si usted me quiere querer, yo la querré más que a mi vida.
Y por este estilo otras frases vulgares que Fortunata oía con indiferencia y que contestaba de un modo desdeñoso.
Apretó el paso pensando que Fortunata no debía de andar muy a prisa y que la alcanzaría pronto.
Salió Fortunata despidiéndose muy fríamente, y a los dos minutos se despidió también Maximiliano con ánimo de alcanzarla todavía en el portal.
Fortunata se levantó para marcharse.
Fortunata no se reía tampoco de aquellos estúpidos chistes, pero más bien parecía indiferente que indignada de oírlos.
Habló Fortunata poco y vulgar, todo lo que dijo fue de lo menos digno de pasar a la historia: que hacía mucho frío, que se le había descosido un mitón, que aquel llavín parecía la , que al volver a casa entraría en la botica a comprar unas pastillas para la tos.
¡Si la hubieras visto! Fortunata tenía los ojos como dos estrellas, muy semejantes a los de la Virgen del Carmen que antes estaba en Santo Tomás y ahora en San Ginés.
¿Quién? Fortunata Pero no tienes idea de su transformación.
Así lo decía él Me puedes creer, como esta es noche, que Fortunata no me inspiraba sino lástima.
La pobre Fortunata no me decía nada.
Le compré la cajita azul más bonita que había en la tienda de abajo, y se le llevó al cementerio en un carro de lujo con dos caballos empenachados, sin más compañía que la del hombre de Fortunata y el marido, o lo que fuera, de la patrona.
¡Ay!, tocayo, si no es porque se me terció encontrarme allí con mi sobrina Fortunata, no la cuento.
¡Fortunata, el ! ¿No sería esto una nueva extravagancia de aquel cerebro novelador?.
El prosiguió Ido tomándose más confianza y bajando más la voz, es un nene de tres años, muy mono por cierto, hijo de una tal Fortunata, mala mujer, señora, muy mala Yo la vi una vez, una vez sola.
¿Quién creería que Jacinta se acordó de Fortunata al oír pregonar las ? Porque dirá el curioso, y con razón, que qué tienen que ver las bocas con aquella mujer.
Pues señor al volver de Plencia ya comprometido a casarse y enamorado de su novia, quiso saber qué vuelta llevó Fortunata, de quien no había tenido noticias en tanto tiempo.
La misma me era odiosa, como las palabras inmundas Un día dije , y no volví más Lo que decía Villalonga: cortar por lo sano Yo tenía algo en mi conciencia, un hilito que me tiraba hacia allá Lo corté Fortunata me persiguió, tuve que jugar al escondite.
Después cogía en la boca un buche de agua y algunos granos de algarroba, y metiéndose el pico en la boca les daba de comer Era la paloma madre de los tiernos pichoncitos Luego les daba su calor natural les arrullaba, les hacía les cantaba canciones de nodriza ¡Pobre Fortunata, pobre ! ¿Te he dicho que la llamaban la ? ¿No? pues te lo digo ahora.
Como los palomos no comen sino del pico de la madre, Fortunata se los metía en el seno, ¡y si vieras tú qué seno tan bonito!, sólo que tenía muchos rasguños que le hacían los palomos con los garfios de sus patas.
Fortunata no tenía educación, aquella boca tan linda se comía muchas letras y otras las equivocaba.
Pregúntaselo a Estupiñá, pregúntaselo si lo dudas a ver Fortunata tenía las manos bastas de tanto trabajar, el corazón lleno de inocencia.

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