Ejemplos con fogosas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Una parte menos conocida de su obra son las apasionadas y fogosas novelas y cuentos que escribió, usualmente bajo el seudónimo A.
El Indianápolis Journal decía: Los desfiles callejeros, las banderas rojas, las fogosas arengas de truhanes y demagogos que viven de los impuestos de hombres honestos pero engañados, las huelgas y amenazas de violencia, señalan la iniciación del movimiento.
Realizo fogosas proclamas que lo llevaron a ser encarcelado y procesado en La Paz por el General Goyeneche.
Algunas tardes, en el desorden del lecho, el tañido de la campana de don Miguel sorprendía a Ojeda hablando seriamente de un gran negocio, de una combinación con amigos del club, indiferente y frío ante la carne adorada que no podía contemplar en otros tiempos sin cubrirla de fogosas caricias.
Se murió de unas fiebres enemigas, que le empezaron con grandes aturdimientos de cabeza, y unas visiones dolorosas y tenaces que él mismo describía en su cama revuelta, de delirante, con palabras fogosas y desencajadas, que parecían una caja de joyas rotas, y sobre todo, una visión que tenía siempre delante de los ojos, y creía que se le venía encima, y le echaba un aire encendido en la frente, y se iba de mal humor, y se volvía a él de lejos, llamándole con muchos brazos: la visión de una palma en llamas.
Estimando la actitud de Facunda como un principio de consentimiento, me lancé de las palabras fogosas a los actos atrevidos.
Los Clubs y Casinos ardían en protestas, en arengas fogosas, en amenazas furibundas a todo lo existente.
Viene mi amigo Enrique Bravo, exaltado patriota, escritor agresivo, tribuno vibrante, que cultiva en su propio ardimiento y en fogosas lecturas el arte de las insurrecciones.
En la puerta de la tienda de un sillero, conocido en todo el barrio por sus fogosas ideas, puso cátedra Centurión, y ante el auditorio que pronto se le formó, el sillero y su mujer, el zapatero de un portal próximo, dos transeúntes que se agregaron y cuatro chiquillos de la calle, rompió con estas furibundas declamaciones:.
De las fogosas expansiones de mi acompañante, declarando que había sido de la Policía, pero que ya renegaba de su ominoso empleo, y ponía su voluntad y la porra de su bastón al servicio de los caudillos libertadores, de esto y de mi buen humor resultó que hube de convidar a todos los presentes a tomar cuantas copas quisieran.
Ponían las maestras especial cuidado en desbastar aquellas naturalezas enviciadas o fogosas, mortificando las carnes y ennobleciendo los espíritus con el cansancio.
¡Irresistible atracción la de un gigante que ni era listo, ni simpático, ni noble, ni siquiera guapo! Tan grande es la miseria humana, que allí donde aparentemente no hay cualidades que sirvan de base a un verdadero amor, suelen encontrar alguna las gigantas fogosas como la hermosa viuda de Peribáñez.
No fueron tan fogosas las discusiones entre los jefes del ejército de Aragón, a pesar de que se hallaban animados de un iracundo espíritu de venganza.
Ella no podía dominar sus fogosas pasiones, pero esto no era más que un caso excepcional, que convenía tener oculto, la regla quedaba en pie: la mujer debe saber de todo para escoger libremente lo bueno.
Los recién llegados correspondieron, al saludo con idénticas demostraciones fogosas, añadiendo a fuerza de generosos algunas grageas que repartieron la escuadra de Topete y el castillo de Gibralfaro.
Las fogosas miradas del joven devoraban a la hermosa, y al mismo tiempo él se consumía en aquel fuego, a la vez placentero y mortífero como la luz que seduce a la incauta mariposa.
¿Qué es, amigo, la razón cuando las pasiones son tan activas y fogosas? Si una idea se despierta en mi mente, mi imaginación se ampara de ella.
Se murió de unas fiebres enemigas, que le empezaron con grandes aturdimientos de cabeza, y unas visiones dolorosas y tenaces que él mismo describía en su cama revuelta, de delirante, con palabras fogosas y desencajadas, que parecían una caja de joyas rotas, y sobre todo, una visión que tenía siempre delante de los ojos, y creía que se le venía encima, y le echaba un aire encendido en la frente, y se iba de mal humor, y se volvía a él de lejos, llamándole con muchos brazos: la visión de una palma en llamas.
En la puerta de la tienda de un sillero, conocido en todo el barrio por sus fogosas ideas, puso cátedra Centurión, y ante el auditorio que pronto se le formó, el sillero y su mujer, el zapatero de un portal próximo, dos transeúntes que se agregaron y cuatro chiquillos de la calle, rompió con estas furibundas declamaciones:.
De las fogosas expansiones de mi acompañante, declarando que había sido de la Policía, pero que ya renegaba de su ominoso empleo, y ponía su voluntad y la porra de su bastón al servicio de los caudillos libertadores, de esto y de mi buen humor resultó que hube de convidar a todos los presentes a tomar cuantas copas quisieran.
Fue, sí, muy dulce y humana la musa de Numa, que de costumbres indómitas y fogosas transformó y redujo a cultura a sus ciudadanos, por tanto, si se nos precisase a tener por institución de Licurgo lo que se hacía con los Hilotas, cosa cruelísima y la más injusta, habríamos de decir que Numa había sido un legislador mucho más benigno, el cual aun a los reconocidos por esclavos les hizo gustar los honores de la libertad, acostumbrándolos a comer confundidos con sus amos en los Saturnales, porque se dice haber sido también ésta una de las leyes patrias de Numa, que quiso llamar una vez en el año a la participación de los frutos a los que eran colaboradores en el cultivo, aunque otros, siguiendo las fábulas, dicen haber sido éste un recuerdo que se salvó de aquella igualdad de la edad de Saturno, cuando nadie era esclavo ni señor, sino que todos se miraban como parientes e iguales entre sí.
Poco podía servir para sanar los males de su cuerpo, pero era un bálsamo celestial para su espíritu, y su influencia fue tan suave y benéfica que, como más de una vez sucede con las imaginaciones fogosas, bastó para alterar favorablemente el curso de la enfermedad y proporcionarle más descanso del que pudiera esperarse de aquella noche.

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