Ejemplos con femenil

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Con sus manos rústicas, a las que pretendía infundir cierta delicadeza femenil, pugnaba por formar unos tapones de hilas, intraduciéndolos en aquellos orificios de carne rota y sanguinolenta, que seguían vomitando mansamente el rojo líquido.
¿De quién era esta voz femenil? ¿Dónde la había oído?.
En las noches de lluvia sacudían bajo el techado sus jaiques de burda capucha, herencia de los abuelos, o el mantón femenil en que se envolvían como prenda de moderna elegancia.
Era el triunfo de la pasividad femenil, que sonríe ante la jactancia arrogante del sexo contrario, sabiendo que acabará por verlo humillado.
Sobre el poyo, sirviendo de tapiz a unas rotundidades que parecían voluminosas como globos por el enorme bulto de las faldas, estaba el , la prenda femenil de invierno.
Debajo de ésta llevaba otras faldas y otras, ocho, diez o doce zagalejos, toda la ropa femenil de la casa, un embudo sólido de paños y bayetas que borraba los vestigios del sexo y hacía imposible imaginarse la existencia de una realidad carnal bajo la balumba de tejidos.
Eran regalo del tío Ventolera, así como dos caracolas enormes que adornaban la mesa, blancas, erizadas de púas y con el interior de un rosa húmedo, como el de la carne femenil.
Vestía traje de fiesta en todo tiempo: sus pantalones eran de terciopelo azul, la faja y el lazo que le servía de corbata de encendido rojo, y por encima de esta última prenda ostentaba un pañolito femenil arrollado al cuello, con la bordada punta por delante.
Febrer se lanzó por el camino que le franqueaba esta habilidad femenil.
Luego, haciendo un esfuerzo, concentraba su atención, y oía a Febrer que le hablaba de grandes y lejanas ciudades, de desfiles de coches lujosos, con mujeres que ostentaban las últimas modas, de escalinatas de teatros por donde descendían cascadas de brillantes, plumas y hombros desnudos, esforzándose él por colocarse al nivel del pensamiento de la muchacha, por halagarla con estas descripciones de gloria femenil.
La hembra caprichosa de las noches venecianas, la infiel compañera de Musset, era la misma enfermera que guisaba la cena y preparaba las tisanas al moribundo Chopin en la soledad de Valldemosa ¡Si él hubiese conocido una mujer así, una mujer que llevase dentro mil mujeres, toda la infinita variedad femenil de dulzuras y crueldades! ¡Ser amado por una hembra superior, a la que pudiera imponer el ascendiente varonil y que al mismo tiempo le inspirase respeto por su grandeza intelectual!.
¡No eran casados! ¡Y ella escribía novelas que espantaban por su audacia a las gentes de bien! La curiosidad femenil quiso conocerlas, pero en Mallorca sólo recibía libros don Horacio Febrer, el abuelo de Jaime, y los pequeños volúmenes de propiedad de aquél corrieron de mano en mano sin que los lectores los entendiesen.
Ulises se estremeció al sentir el firme contacto global de este pecho femenil, al aspirar el soplo de su respiración, brisa tibia cargada de lejanos perfumes.
Nadie como él conocía el motivo de la irritabilidad femenil que revolucionaba al pueblo.
Si en un monasterio acababan de profesar hermosas novicias, se conmovían sus puertas a media noche bajo los hachazos de los demonios barbudos que avanzaban tierra adentro, dejando a sus espaldas la galera preparada para recibir su flete de carne femenil.
El viejo, alto, recto y firme, como un poste del telégrafo, y un jesuita bajo y de edad mediana, eran los únicos varones que descollaban entre el consabido hormiguero femenil.
En México, trémulo de femenil pasión y llena el alma como siempre, del ansia de morir a caballo, peleando por su país, escribió él, aquella composición suya, titulada Patria y mujer , composición que expresa bien, la grandeza de su alma, arrullada por suspiros de amor y agitada por gritos desesperados de deber.
En esta concurrencia diseminada y distraída por la música, destacábanse las señoritas del Colegio de Doncellas Nobles, jóvenes apenas entradas en la pubertad o soberbias mujeres en toda la amplitud del desarrollo femenil, que miraban con ojos de brasa: todas con traje de seda negra, mantilla de blonda montada sobre la peineta y vistosos golpes de rosas, como damas aristocráticas de gracia manolesca escapadas de un cuadro de Goya.
Y cuando algo muy hondo, pero muy claro y distinto, le decía a la Villasis en el fondo de su conciencia que ella podía y aun debía ser aquella tal marquesa o aquella cual duquesa, vino a distraerla de sus extrañas reflexiones la voz de Genoveva Butrón, que dando ya por reunido el congreso femenil, comenzaba a exponer el objeto de aquella junta.
Era la duquesa mujer muy discreta, nada escrupulosa, conocía a Madrid palmo a palmo y escuchábala Butrón como a un oráculo en todo lo referente a guerra femenil de intriguillas y abanicazos.
Y sin perder un momento, púsose a escribir a la marquesa de Villasis, dándole un juicio sobre los planes de Jacobo, que coincidía por completo con el dado ya por Diógenes, suplicándole que evitase a toda costa que Elvira y su marido se viesen, a fin de que este no pudiera engañarla, y encargándole también, con grandes instancias, que ahuyentara para siempre con algún recurso de su femenil ingenio a aquel desdichado que pretendía explotar a su infeliz mujer, con grave riesgo de su inocente hijo.
La grey femenil hizo coro a los vituperios de Currita, y todos convinieron en que la marquesa de Sabadell era una intriganta, una beata hipocritona, una mala esposa que, habiendo campado por su respeto diez años entre curas y monaguillos, quería ahora oscurecer al pobre Jacobo bajo la tutela del padre Cifuentes, y que era caso de conciencia y obligación imprescindible de todo fiel cristiano arrancar a la pícara el antifaz y advertir al cándido muchacho el lazo que le tendían.
Su curiosidad femenil se excitó al fijarse en él.
Y tras larga pausa, contestó a esta voz femenil otra de hombre en tono más bajo, pero que rasgó los oídos de Juanito:.
Algunos granujas con tufos y blusa blanca bailaban íntimamente agarrados con femenil contoneo, empujando a la muchedumbre curiosa, chocando muchas veces contra el tablado de la música.
No, ella le quería, y aunque le diese algún disgusto, consideraba a Rafael, a pesar de su sotana mugrienta y su cara de granuja, como un rendido trovador de los que en aquella época de romanticismo hacían el gasto en todos los extravíos de imaginación femenil.
De mi madre heredé plácida dulzura para la debilidad, sumisión respetuosa para todo acto de justicia, tendencia irresistible para compadecerme del ajeno dolor, y cierta delicadeza femenil que me ha causado muchas amarguras.
Linda letra la suya, suelta, cursiva, elegantísima, sin que lo donairoso de los trazos le hiciera perder esa suavidad del carácter femenil que no sólo se manifiesta en el estilo, sino que trasciende a la forma de las letras, siempre que la mujer no presume de sabia o gusta de llamar la atención.
—El barbero de éste toca la guitarra en un rincón, y diez o doce señoritas, vestidas con trajes de lana, y sin guantes ni prendidos, forman la femenil constelación del sarao.
Bien le decía su sagacidad femenil que la obstinación impertinente produce efectos contrarios a los que pretende.

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