Ejemplos con envió

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El Padre Matias caminó cuatro leguas con su gente, y sabiendo que se acercaba el Padre Cardiel, le envió a decir que se llegase a donde su reverencia estaba.
Ofició conmigo el señor obispo, por exigencia de la duquesa, pero Su Ilustrísima, que no me había perdonado la antigua calaverada, me envió, apenas ordenado de mayores, a una parroquia rural inhospitalaria: San Madrigal de Breñosa.
Al cuarto día de ausencia, Felicita no pudo resistir más, y envió a Telva a la fonda del Comercio, a que averiguase discretamente qué era de don Anselmo Novillo.
Por eso mi nuevo prelado secular me envió a esta aldea, donde he procurado trabajar cuanto me ha sido posible, consolándome de no realizar aún mis proyectos, con la idea de que en estas montañas también soy misionero, pues sus habitantes vivían, antes de que yo viniese, en un estado muy semejante a la idolatría y a la barbarie.
Escribía Manuelillo, en semejanza de lo que estaba en boga entonces, unas letrillas y artículos de costumbres que ya mostraban a un enamorado de la buena lengua, pero a poco se soltó por natural empuje, con vuelos suyos propios, y empezó a enderezar a los gobernantes que no dirigen honradamente a sus pueblos, unas odas tan a lo pindárico, y recibidas con tal favor entre la gente estudiantesca, que en una revuelta que tramaron contra el Gobierno unos patricios que andaban muy solos, pues llevaban consigo la buena doctrina, fue hecho preso don Manuelillo, quien en verdad tenía en la sangre el microbio sedicioso, y bien que tuvieron que empeñarse los amigos pudientes de don Manuel para que en gracia de su edad saliese libre el Pindarito, a quien su padre, riñéndole con los labios, en que le temblaban los bigotes, como los árboles cuando va a caer la lluvia, y aprobándole con el corazón, envió a seguir, en lo que cometió grandísimo error, estudios de Derecho en la Universidad de Salamanca, más desfavorecida que otras de España, y no muy gloriosa ahora, pero donde tenía la angustiada doña Andrea los buenos parientes que le enviaban las farinetas.
Pero a aquel buen señor, retratado en la Sala Capitular con peluca blanca, labios pintados y ojos azules, le llamaban más los goces del mundo que las grandezas de la Iglesia, y abandonó el arzobispado para casarse con una dama de modesta estirpe, riñendo para siempre con el monarca, que lo envió al destierro.
Llegó al fin Currita, , con Jacobo Sabadell, el joven Telémaco, había tardado un poquillo, pero tenía la culpa el tío Frasquito ¡Qué risa con el pobre posma! ¡Habíase olido, sin duda, que algo se fraguaba, y presentándose a almorzar con una cara de pregunta, con un aire de sospecha! ¡Ella le había estado todo el almuerzo, hasta que al fin, para quitárselo de encima, tuvo que armarle una emboscada, un chistosísimo! Díjole si quería acompañarla a dar una vuelta por el Retiro con Miss Buteffull y con los niños y le envió con estos al coche mientras ella se ponía el sombrero.
Le envió Rosa tres billetes, y tuvo la desfachatez de devolvérselos con el precio justo, unas quince o veinte pesetas, y enviar luego a Valencia, por mano del arzobispo, una limosna de tres mil duros.
¡Córrrrdoba, señores, Córrrdoba! ¡Ferrrnandito Córrrdoba, rrrepublicano! ¡Quién lo creyerra, cuando íbamos juntos a casa de la Benavente, cuando Fernando VII lo envió a Portugal con su hermano Luis, detrás del infante don Carlos y la princesa de Beyrra! Porr supuesto, que yo era entonces un niño, una verrdadera criaturra.
Y sin pérdida de tiempo envió un recado a Fernandito, suplicándole viniese en el acto al salón en que se hallaban.
Mas Fernando VII opinó que le diesen de mamar chuletas, y lo destetaran luego con aguardiente, y aquella misma noche envió a su ahijado, como regalo de padrino, un gran trinchante de oro macizo, que tenía esculpidas en el cabo las armas de España.
Un niño pequeñito de ocho años subió gateando las gradas del estrado, púsose de puntillas para divisar a su madre, viola a lo lejos y con la punta del diploma le envió un beso Chicos y grandes aplaudieron con entusiasmo: los unos, por ese instinto de ángel que hace comprender al niño lo que es santo y bello, los otros, por esa tierna simpatía que despierta en el corazón de todo padre o madre cuanto tiende a revelar el puro amor de hijo.
Dió un espantoso grito, movió al fin sus brazos, y de un terrible revés envió lejos de sí a y su extraña cabellera.
Empleó los domingos en que le daban suelta yendo al tiro del palomo en el cauce del río, o paseando gratis arrellanado como un príncipe en las estriberas de las tartanas, con la epidermis a prueba de traidores latigazos, fue ascendiendo lentamente cíe burro de carga a aprendiz viejo, por fin, a dependiente, y al cumplir dieciocho años viose tan transformado, que, violentando sus instintos económicos, fortalecidos por las saludables enseñanzas del principal, se gastó cuatro pesetas en dos retratos que envió a los de allá arriba , a sus antiguos colegas de pastoreo, para que viesen que estaba hecho todo un señor.
Amparito se sintió tan entusiasmada, que hasta envió una sonrisa amable al cafetín de enfrente, donde el padre de tal obra despachaba cepitas tras el mostrador, mientras su mujer, lavada y peinada como en días de gran fiesta, con los robustos brazos arremangados y delantal blanco, estaba en la puerta sentada ante un fogón, con el barreño de la masa al lado, arrojando en la laguna de aceite hirviente las agujereadas pellas, que se doraban al instante, entre infernal chisporroteo.
Se convino en que el primo se quedaba hospedado allí, y se envió por la maleta a la posada.
Informóse del paje la astuta Claudia de la calidad y condiciones de su señor, de su renta, de su inclinacion y de sus entretenimientos y ejercicios, como si le hubiera de tomar por verdadero yerno, y el paje, diciendo la verdad, le retrató de suerte que ella quedó medianamente satisfecha, y envió con él la dueña del con la respuesta, no ménos larga y comedida que habia sido la embajada.
—Desta manera, prosiguió, me ha parado aquel ingrato del Repolido, debiéndome mas que a la madre que le parió: y ¿por qué pensais que lo ha hecho? montas que le di yo ocasion para ello: no por cierto, no lo hizo mas sino porque estando jugando y perdiendo, me envió a pedir con Cabrillas, su trainel, treinta reales, y no le envié mas de veinte y cuatro, que el trabajo y afan con que yo los habia ganado, ruego yo a los cielos que vaya en descuento de mis pecados, y en pago desta cortesía y buena obra, creyendo él que yo le sisaba algo de la cuenta que él allá en su imaginacion habia hecho de lo que yo podria tener, esta mañana me sacó al campo detras de la huerta del Rey, y allí entre unos olivares me desnudó, y con la pretina, sin escusar ni recoger los hierros, que en malos grillos y hierros le vea yo, me dió tantos azotes, que me dejó por muerta: de la cual verdadera historia son buenos testigos estos cardenales que mirais.
El caballero pues, que era de los de campo traves, no tardó mucho en ofrecerles que él la conquistaria para ellos, costase lo que costase, y luego aquel mismo dia envió un recado, tan largo como comedido, a la señora Doña Claudia, ofreciendo a su servicio la persona, la vida, la hacienda y su favor.
El duque admitió su disculpa, y por modos honestos y honrosos, y buscando ocasiones lícitas, les envió muchos presentes a Bolonia, y algunos tan ricos y enviados a tan buena sazon y coyuntura, que aunque pudieran no admitirse por no parecer que recebian paga, el tiempo en que llegaban lo facilitaba todo: especialmente los que les envió al tiempo de su partida para España, y los que les dió cuando fueron a Ferrara a despedirse dél, y hallaron a Cornelia con otras dos criaturas hembras, y al duque mas enamorado que nunca.
Rafael, le obligó a no dejarle hasta que volviese a su tierra, y viendo que habian de ir a pié como peregrinos, envió las mulas a Salamanca con la que era de D.
Esta señora se mudó de aquel lugar a otro, y sin que yo jamas la viese, ni lo procurase, se pasaron dos años, al cabo de los cuales supe que era muerta, y podrá haber veinte dias, que con grandes encarecimientos, escribiéndome que era cosa que me importaba en ella el contento y la honra, me envió a llamar un mayordomo desta señora, fuí a ver lo que me queria, bien léjos de pensar en lo que me dijo: halléle a punto de muerte, y por abreviar razones, en muy breves me dijo cómo al tiempo que murió su señora le dijo todo lo que conmigo le habia sucedido, y cómo habia quedado preñada de aquella fuerza, y que por encubrir el bulto habia venido en romería a Nuestra Señora de Guadalupe, y cómo habia parido en esta casa una niña que se habia de llamar Costanza: dióme las señas con que la hallaria, que fueron las que habeis visto de la cadena y pergamino, y dióme ansimismo treinta mil escudos de oro, que su señora dejó para casar a su hija: díjome ansimismo que el no habérmelos dado luego como su señora habia muerto, ni declarádome lo que ella encomendó a su confianza y secreto, habia sido por pura codicia y por poderse aprovechar de aquel dinero, pero que ya que estaba a punto de ir a dar cuenta a Dios, por descargo de su conciencia me daba el dinero, y me avisaba adónde y cómo habia de hallar mi hija.
En tanto pues que los dos estaban transportados, el padre de Leonora envió a llamar a un escribano amigo suyo, el cual vino a tiempo que ya habian vuelto hija y yerno en su acuerdo.
Con todo esto, el caballero le envió a la corte, y para traerle usaron con él desta invencion: pusiéronle en unas argueñas de paja, como aquellas donde llevan el vidrio, igualando los tercios con piedras, y entre paja puestos algunos vidrios, porque se diese a entender que como vaso de vidrio le llevaban.
Tomados pues los recaudos del mercader, envió la reina a decir a Clotaldo no quitase a Isabela todo lo que ella le habia dado, así de joyas como de vestidos.
Lo que me consuela es que esta dádiva no se le puede dar nombre de cohecho, porque ya tenía yo el gobierno cuando ella las envió, y está puesto en razón que los que reciben algún beneficio, aunque sea con niñerías, se muestren agradecidos.
El vestido que me enviaste tenía delante, y los corales que me envió mi señora la duquesa al cuello, y las cartas en las manos, y el portador dellas allí presente, y, con todo eso, creía y pensaba que era todo sueño lo que veía y lo que tocaba, porque, ¿quién podía pensar que un pastor de cabras había de venir a ser gobernador de ínsulas? Ya sabes tú, amigo, que decía mi madre que era menester vivir mucho para ver mucho: dígolo porque pienso ver más si vivo más, porque no pienso parar hasta verte arrendador o alcabalero, que son oficios que, aunque lleva el diablo a quien mal los usa, en fin en fin, siempre tienen y manejan dineros.
Bajó el canto, diole en la cabeza, alzó el grito el molido perro, violo y sintiólo su amo, asió de una vara de medir, y salió al loco y no le dejó hueso sano, y cada palo que le daba decía: Perro ladrón, ¿a mi podenco? ¿No viste, cruel, que era podenco mi perro? Y, repitiéndole el nombre de podenco muchas veces, envió al loco hecho una alheña.
Quedaron deste acuerdo el impertinente y el traidor amigo, y, vuelto Anselmo a su casa, preguntó a Camila lo que ella ya se maravillaba que no se lo hubiese preguntado: que fue que le dijese la ocasión por que le había escrito el papel que le envió.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba