Ejemplos con envenenador

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Mientras están encerrados, Santiago les visita y les oye preguntarse la identidad del envenenador, lo que le hace creer en su inocencia, la razón de su visita es anunciarles de que un ejercito de caballeros espectrales estaba invadiendo el reino, y que él debía partir a luchar.
Quizá pudo ser envenado por sus anfitriones y que Edwin de Northumbria invadiera el reino en represalia, o, quizás, fuese Edwin el envenenador e invadiese Elmet para castigar a Ceredig ap Gwallog por esconder a Hereric.
Tiempo después, se le adjudicó el apodo de El Envenenador de la taza de Té, aunque él quería ser recordado como El Envenenador del Mundo.
Según Tácito, Nerón contrató para envenenar a Británico el mismo envenenador que había asesinado a Claudio.
Lázaro, pues, con el mayor dolor, pero todo consagrado a su bienhechor, trajo a la inocente criatura abandonada por el vicio y recogida por la iniquidad, como la suave flor, que del seno de una prostituta pasa a las manos de un envenenador.
Allí se puede suprimir a un hombre impunemente, ¿conque es verdadero el Bagdad o el Bassora del señor Galland? Los sultanes y visires que gobiernan esas sociedades, y que constituyen lo que se llama en Francia el gobierno, son otros Harum-al-Ratschild y Giaffar, que no sólo perdonan al envenenador, sino que lo hacen primer ministro, si el crimen ha sido ingenioso, y en este caso hacen grabar la historia en letras de oro para divertirse en sus horas de tedio.
Desde la muerte de la señora de Saint-Merán, he sabido que existía en mi casa un envenenador, después de la de Barrois, Dios me perdone, mis sospechas recayeron sobre un ángel.
El oro, hijo de la avaricia, padre de la envidia y de la desesperación, gran envenenador de conciencias, amalgama las carnes.
El envenenador había desaparecido.
En cuanto a Thomas Griffiths Wainewrigth, amigo de Charles Lamb y objeto de este breve estudio, a pesar de su temperamento, muy artístico, tuvo, además del arte, otros muchos maestros y no se contentó tan sólo con ser poeta, crítico de arte, anticuario, prosista, aficionado a todo lo bello y gustador de todo lo delicioso, sino que fue también un falsificador de una habilidad prodigiosa y un sutil y misterioso envenenador, acaso sin rival en época alguna.
Sin ninguna duda, a la vida de Wainewrigth pueden aplicarse las tres características que nos sugiere Swinburne, y hasta puede admitirse, sin gran dificultad, que, aparte de sus hazañas como envenenador, la obra que nos ha dejado justifica difícilmente su fama.
Tampoco abandonaba sus aficiones de envenenador, y por dos veces intentó hacer desaparecer a personas que lo habían ofendido.

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