Ejemplos con entrecano

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La influencia de los Dálmatas creo cachorros de piel blanca al nacer y que cambia de color a la tres semanas de edad de un pelaje liso a otro entrecano.
Sus cualidades y características físicas eran las siguientes: barbero cirujano, entrecano y trigueño.
La risa fue general al ver entre los gendarmes al doktor el mismo del que hablaba Maltrana en Tenerife, enorme de cuerpo, grave de rostro, con sus barbas de un rojo entrecano y gruesos cristales de miope.
El uno era un viejo, pequeño, de ojos saltones, con enorme peluca, tan groseramente fabricada, que parecía de esparto, el otro, un hombre de media edad, pálido, con bigote entrecano y cojo de nacimiento.
Tiene el César la nariz casi destruida, los ojos como huecos profundos, inalterable la quijada saliente, y en perfecta conservación el pelo entrecano de la barba.
Francisco Chico, que por la estatura no merecía tal nombre, viejo, seco y estirado, con patillas bordando la quijada dura, el pelo entrecano, la actitud como de perro que olfatea.
Bruno, era una señora flaca, más que vieja envejecida, muy descuidada de su persona, llena de arrugas la faz, los ojos lacrimosos, áspero el cabello entrecano y partido en aplastados sobre la frente y sienes.
El cabello entrecano le caía hasta los hombros, y la barba era de variados colores, uno y otra de extraordinaria aspereza.
Minutos después hallábase Calpena frente a un sujeto como de sesenta años, acartonado y pequeñito, que llevaba muy bien su edad, mejor afeitado que vestido, pues su levita era de las contemporáneas de la paz de Basilea, el pelo entrecano y nada corto, con ricitos en las sienes, y un mechón largo cayendo hacia el cogote, como si aún no se hubiese acostumbrado a prescindir del coleto, los ojos reforzados con antiparras de cristales azules montados en plata, el perfil volteriano, el habla cascada y lenta.
Érase alto, y recio, aunque no gordo, y su rostro, atezado y vulgar, resultaba grave, y hasta digno, merced a una larga y porruda nariz, de las llamadas borbónicas, y, sobre todo, a un enorme tupé entrecano que hubieran visto con envidia Larra, Martinez de la Rosa y demás elegantones de aquel tiempo.
Su cabello se había puesto ya enteramente blanco, lo cual la favorecía más que cuando lo tenía entrecano.
Él era un señor de muy buena presencia, el pelo entrecano, todo afeitado, colorado, fresco, más joven que muchos hombres de cuarenta, con toda la dentadura completa y sana, ágil y bien dispuesto, sereno y festivo, la mirada dulce, siempre la mirada aquella de perrazo de Terranova.
Segunda Izquierdo era una mujer corpulenta y con la cara arrebatada, el pelo entrecano.
Su pelo entrecano, su barba blanca, muy crecida por no haberse afeitado durante el encierro, su rostro en que se pintaban resignación y amargura, dábanle aspecto venerable que sin duda no tenía cuando andaba suelto por la Villa, o haciendo planes en su casa de la inmediata calle de San Pedro Mártir.
Quijote los bigotes negros, largos y caídos, los brazos y piernas como palitroques, el cuerpo enjutísimo, el color moreno, el pelo entrecano, aguileña la nariz, los ojos ya dulces, ya fieros, según a quien miraba, y los ademanes un tanto embarazados y torpes.
Era alto, enjuto, moreno, amarillento, de pelo entrecano y erizado como el de un cepillo, con los ojos saltones y vivarachos, fisonomía muy expresiva y continente grave y caballeroso cual frecuentemente se nota en campesinos aragoneses.
A la hora en que principia nuestro cuento, entre seis y siete de la mañana de uno de los días de octubre, ocupaba una de las butacas del comedor un caballero de hasta cincuenta años de edad, alto, robusto, entrecano, nariz grande aguileña, boca pequeña, los ojos pardos y vivos, la color del rostro rubicunda, la cabeza redonda por detrás, signos éstos característicos de pasiones fuertes y firmeza de carácter.
Por el cielo que nos cubre, que peleé con don Quijote, y le vencí y rendí, y es un hombre alto de cuerpo, seco de rostro, estirado y avellanado de miembros, entrecano, la nariz aguileña y algo corva, de bigotes grandes, negros y caídos.
El corredor del colorado era un tipo flaco de bigote entrecano.
dependiente, un cincuentón entrecano, con los ojos llenos de.
Respondieron que ciento, y respondió un verdugo mal barbado entrecano:.
A su izquierda, y metiendo por las brasas los anchos pies embutidos en enormes zapatillas de cintos negros, acomodábase la segunda, mujer más que cincuentona, con todo el pelaje de un ama de gobierno, morena y vulgar de faz, pobre y seca de carnes, de cabello entrecano, y muy rebujado el busto en chaquetas y mantones.
El general frisaría en los cincuenta y siete, pero sanito como una manzana, derecho, entrecano, enjuto, sólo representaba cuarenta y cinco.
Por último, ocupaba el cuarto rincón un hombrecillo inquieto, limpio y muy impresionable, enjuto y moreno de faz, de crespo y entrecano bigote, cadena de similor y gorro de terciopelo.
Francisco Chico, que por la estatura no merecía tal nombre, viejo, seco y estirado, con patillas bordando la quijada dura, el pelo entrecano, la actitud como de perro que olfatea.
Por la puerta de la habitación entró un hombre de cuarenta a cuarenta y cinco años, carirredondo, de entrecano bigote.
Bruno, era una señora flaca, más que vieja envejecida, muy descuidada de su persona, llena de arrugas la faz, los ojos lacrimosos, áspero el cabello entrecano y partido en bandós aplastados sobre la frente y sienes.
Su cara, de buen color, era aguileña, su gesto habitual, de pimienta con vinagre, el corvo pico de su nariz le partía en dos porciones iguales el entrecano bigote, y le caían hacia los hombros, enrarecidas y lacias, unas patillas grises que habían sido en otra edad tupidas, negras y lustrosas.
Guzmán, que era por entonces un señor bastante gordo y entrecano, pero siempre de gran ver, iba poco, muy poco, por la casa de su amiga, y cuando iba, era para reprenderla.
Alto, enjuto, largo de brazos, afilados los dedos, pequeña la cabeza, el pelo escaso y rubio, los ojos azules y sombreados por largas cejas, nariz puntiaguda, labios delgados y pálidos, y sobre el superior un bigote cerdoso, entrecano y sin guías, por estar escrupulosamente recortado encima de aquel contorno de la boca.

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