Ejemplos con enfado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Esto provocó en cierto modo el enfado del entonces Gobernador Bartlet, que se quejó porque había dejado al único que no conocía personalmente.
Durante el mismo periodo, Harrison había sido alertado del supuesto enfado de John Lennon en relación a su autobiografía I Me Mine, en la que, según Lennon, Harrison elogiaba a todos los músicos con los que había grabado menos a él.
Y para apoyar la urgencia de la petición, recordaba el enfado del Pep, y la certeza de que éste iba a llevarlo a Ibiza a principios de la semana próxima, para encerrarle en el Seminario.
Su padre, colérico por la escena de la noche anterior, le había escogido como víctima, para desahogar su enfado.
Los dos viajeros hablaban indudablemente de esta ruina, y el cochero, piadoso, olvidó su enfado para venir en su ayuda.
Olvidó instantáneamente Ferragut todo su enfado para escucharla y envolverla en la luz admirativa de sus ojos.
No lo creas, no soy de tan buena pasta como te figuras Cuando me enfado, es de veras.
Él te dirá si tengo la mano dura cuando me enfado.
Ella hablaba mientras tanto, desahogando el enfado que le causaban sus parroquianas.
Vosotros tenéis la culpa, bobones, vosotros que le azuzáis díjoles la tiita, que en alguien tenía que descargar su enfado.
Ahora ha dado en la simpleza de casarse con usted No, si no me enfado.
Digan lo que quieran, lo mejor que tengo es el entrecejo Hasta cuando me enfado es bonito ¿A ver cómo me pongo cuando me enfado? Así, así ¡Ah, llaman!.
Si no me enfado, si te quiero más que a mi vida, si por verte contenta, firmaba yo ahora un contrato de catarro vitalicio Dame un poquito de esa camuesa ¡Qué buena está! Déjame que te chupe el dedo.
No, lo que yo quería, Eugenio, era pedirle que me dispensase el enfado que tomé allá en la mesa.
De suerte que, cuando el labrador le volvió a preguntar que cómo estaba y qué sentía, le respondió las mesmas palabras y razones que el cautivo Abencerraje respondía a Rodrigo de Narváez, del mesmo modo que él había leído la historia en La Diana, de Jorge de Montemayor, donde se escribe, aprovechándose della tan a propósito, que el labrador se iba dando al diablo de oír tanta máquina de necedades, por donde conoció que su vecino estaba loco, y dábale priesa a llegar al pueblo, por escusar el enfado que don Quijote le causaba con su larga arenga.
Hablad, hijo mío, todo aquello que os viniere al pensamiento y a la boca, que, a trueco de que a vos no os duela nada, tendré yo por gusto el enfado que me dan vuestras impertinencias.

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