Ejemplos con ecos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La astronomía radar es una técnica de observar objetos astronómicos próximos reflejando las microondas de estos objetos y analizando los ecos.
Ecos múltiples fruto de sucesivos reflejos en el fondo y en el casco.
Ecos de México, Teatro de las Artes, Centro Nacional de las Artes.
En esta obra, sigue Pujals, al revés que en otras anteriores, como la muy coloquial La tierra baldía, predominan los sustantivos abstractos y los versos están dominados por una férrea línea discursiva y lógica que encuentra ecos en los viejos racionalismos europeos de los siglos XVII y XVIII.
Todo un lujo de resonancias en constante desarrollo rítmico y secuencial que arranca con la respiración y los ecos del interior del cuerpo humano, finalizando en la más avanzada vanguardia de la música de nuestro tiempo.
Y también tuvo sus importantes ecos en Europa, particularmente en Francia, que por esas investigaciones, muy pronto otorgaría su máxima condecoración, la Legión de Honor y el nombramiento de Caballeros, a los Wagner.
Este proyecto pretende que radiodifusores, proveedores de redes, fabricantes de equipos, profesionales y administraciones establezcan las bases para lograr implementar un sistema de recepción móvil o estático con calidad de sonido CD en un entorno de propagación donde las interferencias y los ecos multipath sean suprimidos.
Su voz temblona e infantil adquiría una grave sonoridad al resbalar sobre la acuática extensión y ser reproducida por los ecos de las rocas.
Fue en el mismo instante que un relámpago coloreaba de luz lívida el mar y estallaba un trueno sobre su cabeza, conmoviendo con horrísono tableteo los ecos de la inmensidad marítima y las oquedades y cimas de la costa.
La misma luz, el aspecto de siempre, pero él se imaginaba oír en el silencio nocturno nuevos ruidos, ecos de cantos, la voz de Margalida.
Los primeros esquifes de pesca partían las aguas con ondulaciones de color anaranjado, sonaban a lo lejos, veladas por la húmeda brisa mañanera, las campanas de la catedral, comenzaban a rechinar las grúas en la orilla donde el lago deja de serlo, encauzándose para convertirse en el Rhin, los pasos de los criados y los frotes de la limpieza despertaban en el hotel los ecos del claustro monacal.
Hablan con voz temblona, sacudida, como las últimas y desfallecientes repercusiones de los ecos.
Sus pensamientos suelen dilatarse, dentro de nuestra alma, con ecos tan inefables y tan vagos, que hacen pensar en una religiosa música de ideas.
De pronto se extinguían los ecos de la lejana tragedia al cortarse la comunicación.
Subieron por una escalera de ecos despiertos, grande como una calle en pendiente, con revueltas anchurosas que permitían en otros tiempos el paso de las literas y sus portadores.
En los planos de las entrepuertas estaban pintados los héroes de la Ilíada escocesa: el bardo Ossián y su arpa, Malvina la de los redondos brazos y sueltas crenchas de oro, los guerreros bigotudos, con cascos de aletas y salientes bíceps, que se daban cuchilladas en los broqueles, despertando los ecos de los lagos verdes.
Era un perpetuo estado de guerra ante la muerte, una batalla contra la ciega fatalidad y la barbarie de los hombres, cuyos ecos se apagaban en la misma montaña, llegando apenas a la opulenta Bilbao.
Y de lejos, por entre el ramaje, arrastrándose sobre las verdes olas de los campos, contestaban los ecos del vals que iba acompañando al pobre hacia la eternidad, balanceándose en su barquilla blanca galoneada de oro.
Y en el mismo momento brilló un segundo fogonazo, sonó otra detonación, confundiéndose con los ecos aún vivos de la primera, y Batiste sintió en el hombro izquierdo un dolor de desgarramiento, algo así como una uña de acero arañándole superficialmente.
Algo impalpable y armónico que se reflejaba en las voces de los cantantes y en los ecos de la orquesta lo había visto él, Pedro López, descender del carro de Febo, que decora el techo, y dinfundirse por la atmósfera embriagadora de la espléndida sala.
Su voz despertaba ecos en el inmenso porche, más silencioso que de costumbre por la calma en que estaban las calles, y a pesar de que las gallinas y las palomas picoteaban en torno de él, quitando grandeza a la escena, don Juan parecía un personaje bíblico, un profeta desesperado gimiendo lamentaciones ante las ruinas de la ciudad amada.
Los armarios colosales se contaban a docenas, todos de roble viejo, con tallas tan complicadas como sus enormes cerraduras, los cuadros, buenos o malos, llegaban hasta el techo, las sillerías incompletas y de distintos colores, no encontrando espacio junto a las paredes, esparcíanse por el centro, todo estaba ocupado, como si la casa fuese un almacén, un depósito de rapiñas verificadas al azar, y aunque todas las piezas estaban abarrotadas, la casa sonaba a hueco, y la soledad despertaba esos ecos misteriosos de las grandes viviendas abandonadas.
Además, la vista de su familia parecía traerle algo de los esplendores de la fiesta, el perfume de las mujeres, los ecos de la orquesta, el voluptuoso desmayo de las amarteladas parejas, el ambiente del salón, caldeado por mil luces, y el apasionamiento de los diálogos.
¡Qué largo me parecía el camino! ¡Con qué ansia me aguardarían mis tías! ¡Qué anhelo el mío por llegar a la ciudad! La campana de la aldea sonaba festiva, y el viento matinal, fresco e impetuoso, traía hasta allí las mil voces de los templos villaverdinos, música incomparable que repetida por los ecos parecía el canto de los valles y de los bosques.
Algunas noches cuando la tempestad alumbraba con cárdenos reflejos las cumbres de la serranía, me complacía yo en admirar los fuegos de la tormenta, los relámpagos que se sucedían sin cesar con el estrépito de mil truenos que, repetidos por los ecos, aumentaban la grandeza de aquel espectáculo celeste, como si a toda carrera cruzaran por el cielo cien trenes de guerra, al estallido de mil y mil cañones.
A los ecos del sagrado bronce contestan el río, la selva, los huertos y las aves.
La carcajada lanzada por Santa Cruz retumbó en la cavidad de la plazoleta silenciosa y desierta con ecos tan extraños, que los dos esposos se admiraron de oírla.
Jacinta veía el cielo abierto pero este cielo se nubló cuando el bárbaro desde un rincón, donde su voz hacía ecos siniestros, soltó estas fatídicas palabras:.
De tanta confusión no las arenas del padre Tajo oirán los tristes ecos, ni del famoso Betis las olivas: que allí se esparcirán mis duras penas en altos riscos y en profundos huecos, con muerta lengua y con palabras vivas, o ya en escuros valles, o en esquivas playas, desnudas de contrato humano, o adonde el sol jamás mostró su lumbre, o entre la venenosa muchedumbre de fieras que alimenta el libio llano, que, puesto que en los páramos desiertos los ecos roncos de mi mal, inciertos, suenen con tu rigor tan sin segundo, por privilegio de mis cortos hados, serán llevados por el ancho mundo.

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