Ejemplos con déjala

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Grabó el tema llamado Déjala con Duende.
Fuese con otro, déjala, y no te deplores.
-Déjala, Mauro, ya sabes que es un poco mal criada.
—Dále lo que hubiere menester, déjala que mande a todos los de tu casa, pero no sufras que ella te mande a tí.
Fuese con otro, déjala, y no te deplores.
- Déjala, debe estar muy ocupada con los trapos de su marido.
-¡Hay tal! Déjala que venga, verás cómo la reñimos.
-Dejála a la pobre, dijo doña Tomasa, a quien el mismo susto de haber creído perdida su vaca favorita y la satisfacción de volverla a ver incitaban a la indulgencia, déjala, es tan buena, la pobre.
Déjala.
Déjala, que estoy acostumbrado a ver la muerte de cerca.
-Esa es buena, pero déjala por ahora.
Doña Javiera cederá, déjala de mi cuenta.
-Déjala de mi cuenta.
-Déjala.
Déjala, déjala».
-¡No en mis días! ¡Déjala dormir en el sueño de la inocencia! -y continuó:.
Yo, que puedo estar borracho, pero que no estoy ciego en jamás, fuí y me dije: «Viejo, no estorbes a la juventud, déjala ir por la senda arriba y anda tú senda abajo, que cada tiempo tiene su costera y cada edad goza su diversión.
–¿Carta?, ¿de ella?, ¿de ella carta? ¡Déjala ahí y vete!.
Déjala morir, y evócala luego.
—Déjala —dijo Virtelia—, y estímesele el no haber abierto escuela de maldad con.
-Déjala, mujer -dijo Martín en tono conciliador-.
¡Cuántas veces, en el insomnio de sus eternas noches ha invocado esos síncopes, que hunden el espíritu en los limbos del olvido! Créeme: déjala unos instantes aún, en ese letargo de que despertará para sufrir.
Agravio se le hace en confundirle con la facilidad, déjala muy atrás y adelántase a bizarría.
Conque déjala donde está, y sigue tu camino para que yo siga el mío.
Déjala así, y a restituir arriba el orden perdido.
Entonces el príncipe Scharkán se apresuró a decir al mercader: ¡Déjala aquí, busca al tesorero para que te pague su precio y vé en paz!.
Y murmurando así la tía Simona, deja las almadreñas a la puerta del estragal, cuelga la saya de bayeta con que se cubría los hombros, del mango de un arado que asoma por una viga del piso del desván, entra en la cocina, siempre seguida del chico, con la cesta que traía tapada con la saya, déjala junto al hogar, añade a la lumbre algunos escajos, enciende el candil, y va sacando de la cesta morcilla y media de manteca, un puchero con miel de abejas y dos cuartos de canela, todo lo cual coloca sobre el poyo y al alcance de su mano para dar principio a la preparación de la cena de Navidad, operación en que la ayuda bien pronto su hija, que entra con dos escalas de agua y protestando que «no ha hablao con alma nacía, y que lo jura por aquellas que son cruces.
-Pos déjala que escanse una miaja, y tan y mientras jecharemos un cigarro.

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