Ejemplos con déjalos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Quítate los zapatos y déjalos junto a la puerta.
Bueno, pues déjalos en paz y no te acuerdes de ellos, que ellos tampoco se acuerdan de ti.
-Déjalos, hombre -me respondió-.
Coge a manos llenas los bienes y déjalos caer sobre los limpios de corazón.
-Déjalos que griten: eso precisamente es lo que se busca.
Déjalos estar, amigo, que esta afrenta es pena de mi pecado, y justo castigo del cielo es que a un caballero andante vencido le coman adivas, y le piquen avispas y le hollen puercos.
-Déjalos, mujé.
-¡Eso es! ¡Déjalos! Pos si no fuera porque estoy desde que amanece hasta que anochece como un padre misionero.
Vuélvete tú, y manténte tranquilo en casa, y si acaso hallares el horno lleno de cántaros no te dé la gana de cocerlos, antes déjalos muy enhorabuena.
-¡Déjalos! Creerán que meditas o que aguardas la inspiración.
Pero déjalos, que todo esto es un encanto de mediterráneas.
déjalos venir, hombre.
-No, déjalos.
A ti y a ellas no hay inconveniente, a aquéllos, déjalos.
-Déjalos vivir, hermana: no me mates ninguno de estos pobrecitos, que te ofrezco no volverán a picarte, sino que tendrán contigo la misma paz y amistad que conmigo tienen.
Sin embargo, no la trataba con grandes miramientos, pues habiendo en Arequipa convidado a comer a varios de sus amigos, éstos se excedieron en la bebida, y al verlos caídos bajo la mesa, exclamó doña Catalina: «¡Guay del Perú! ¡Y cuál están los que lo gobiernan!» Mas Carbajal atajó la murmuración de su querida, diciéndola con aspereza: «Cállate, vieja ruin, y déjalos dormir el vino por un par de horitas, que en disipándoseles la embriaguez, el que menos de ellos es capaz de gobernar, no digo el Perú, sino medio mundo».
-¿Qué? ¿Piensas enojarte? Déjalos.
— ¡Déjalos! ¡No te metas! Porque Paco Yunque es mi muchacho.
súbitamente? ¿Qué beneficio les brindarías si resucitaran? ¡Déjalos ahí, y.
Cuando vuelve con ellos, déjalos a la puerta de la escalera, y notando que la tormenta ya no ruge, llama a doña Ambrosia.
- ¡Cállate y déjalos! -Escribe lo que te he dicho.

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