Ejemplos con despedidas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En las despedidas de soltera a las mujeres se acostumbra a pasearlas por las principales calles de la Ciudad, montadas en los tradicionales burros y también acompañadas de una banda de viento banda del chile frito entonando la canción del compositor Sebastián Curiel.
Repasando las letras de este disco, todos ven hoy, todos los Sumo, despedidas internas y externas, mensajes.
Con el amor en todas sus vertientes como fondo y el pop como forma en cada uno de sus temas, por las canciones de este disco se tropiezan el amor con el desamor, el pasado con el presente y el futuro, los encuentros con las despedidas, los sueños soñados con los cumplidos.
Algunos de los más destacados eventos de la temporada fueron las respectivas visitas de Adrianne a su suegro y de Christopher Knight a los padres divorciados de Adrianne, Knight bebiendo de más delante de la madre de Adrianne, las despedidas de solteros y un incidente que estuvo a punto de hacer cancelar la boda.
También se recuerdan las despedidas de las transmisiones deportivas realizadas por Miguel Angel Valdivieso con nuestro más entrañable saludo a los simpáticos miembros de la Organización Nacional de Ciegos.
Se han mostrado imágenes como las despedidas de solteros o solteras, o las fiestas y las conversaciones de los novios antes de casarse.
Cuando, pasada una hora, pudo salir de la barbería, arrancándose a las interminables despedidas del dueño, siguió una amplia calle entre dos filas de , solitaria y silenciosa.
De estas despedidas volvía don Marcelo a su casa vibrante y con los nervios fatigados, como el que acaba de presenciar un espectáculo de ruda emoción.
Terminaba aquel día el curso, había tenido ya lugar la distribución de premios, y llegaba la hora de las despedidas.
Oíase el run run de las despedidas de doña Silvia y Rufinita en el pasillo.
Las despedidas cara a cara no son buenas para romper.
¡Qué diferencia de tiempos! Y ahora, hasta Periquillo Redondo, el que tiene el bazar de corbatas al aire libre en la esquina de la casa de Correos había hecho su viajecito a París Juanito se manifestó enteramente conforme con su papá, y recibida la bendición nupcial, verificado el almuerzo en familia sin aparato alguno a causa del luto, sin ninguna cosa notable como no fuera un conato de brindis de Estupiñá, cuya boca tapó Barbarita a la primera palabra, dadas las despedidas, con sus lágrimas y besuqueos correspondientes, marido y mujer se fueron a la estación.
Lucieron antorchas y linternas, se alzaron al aire nudosos garrotes: muchas escopetas se dispararon, oyose un son vivísimo de cornetas militares, y multitud de piedras, despedidas por manos muy diestras, fueron a despedazar, produciendo horribles chasquidos, los cristales de una gran casa.
Nuestra despedida fue como todas las despedidas, triste.
Abrevié la despedida cuanto pude, condensando mis expresiones de cordial agradecimiento hasta la avaricia, por temor a los lujos verbosos de la hermana de Neluco, que en lo más nimio hallaban causa para desbordarse, cabalgué de prisa deslizando en la mano del chicuelo que me tenía el estribo una moneda de plata sin que lo viera su madre, dádiva que le llenó de asombro y de zozobra hasta enrojecerle la cara y dejarle tambaleándose, por lo que le costó mucho trabajo abrirme la portalada, y en cuanto la vi de par en par, pagué con una sonrisa y una sombrerada los últimos ofrecimientos de la inagotable matrona, salí a la brañuca de afuera oyendo las despedidas de adentro «hasta la tarde», piqué sin compasión al jamelgo, y tomé el camino río abajo como si me persiguieran lobos de rabia.
Mostréme, como pude y supe, agradecido a la fineza, llegamos al despacho, diome él los libros, con la honrosa «auténtica» de su dedicatoria autógrafa, previno el mozo las cabalgaduras en el corral, bajamos a él los que estábamos arriba, hubo abajo las despedidas, las congratulaciones, las protestas y los apretones de manos que fácilmente se imaginan, montarnos, al fin, Neluco y yo, volvimos a despedirnos desde las alturas de nuestros respectivos jamelgos, respondiónos el caballero con reverencias y con palabras que ya no oíamos bien, descubrímonos, por último, mientras revolvíamos los caballejos hacia la portalada, que estaba abierta de par en par, picamos recio, salimos, y a buen andar, me puse al costado de Neluco, que, como es de presumir, dirigía la caminata.

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