Ejemplos con desalentada

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Él miraba con sobresalto la desalentada expresión de la joven, su blancura enfermiza de lirio y el opaco fulgor de sus ojos.
Todas iban hacia atrás con igual obediencia desalentada, y sus hombres repetían indudablemente lo mismo que los oficiales: No comprendemos No comprendemos.
Rezaba con los ojos secos, rezaba a solas con su desesperación, fijando en la cruz una mirada de hipnótica tenacidad Allí estaba su hijo, tendido junto a sus rodillas, lo mismo que de niño, en la cuna, cuando ella, vigilaba su sueño La exclamación del padre estallaba también en su pensamiento, pero sin exasperaciones coléricas, con una tristeza desalentada.
Hay tropa en Chamberí, tropa detrás del Retiro, pero muy desalentada.
Tampoco levantó la desalentada cabeza para contemplar las torres de Cuarte, cuyos rojizos muros adquirían en su parte alta un tinte de incendio reflejando la puesta del sol.
La invitación fue rechazada, y Mercado no pudo por entonces vengar la nueva afrenta: falto de tropa, sin municiones, rodeado de gente desalentada, descontenta de él, no le era posible lanzarse al asalto de Tolombón.
Salió en fin de aquel estado, para caer en el dolor más sombrío, en la más desalentada desesperación y en la mayor amargura y desconsuelo que pueden apoderarse de este pobre corazón humano, que tan positivamente choca y se quebranta con los males, como con vaguedad aspira en algunos momentos, casi siempre sin conseguirlo, a tocar los bienes ligeramente y de pasada.
La cual, desalentada por la ineficacia de su primer ataque, volvió al lado de su amigo, diciéndole: -Pues no debes temer nada de los míos.
Y aquellas críticas incomparables, que reflejaban la irradiación de un espíritu no menos digno de las cumbres, no menos legítimamente ansioso de la luz, nacían destinadas a perderse, como el bólido errante, en el vacío de una sociedad sin atención enérgica, sin coro, a ciegas en la orientación del ideal, desalentada y enferma.
Álvaro, cabalgando gallardamente en un brioso corcel, había aparecido en la feria cuando Magdalena, desalentada por no ver a nadie, acababa de sentarse en el madero.
Cada día que trascurría la encontraba más desalentada y llena de fastidio, y empezó a acoger las pretensiones de León Trujillo, el joven que su padre le había presentado, significándole que deseaba lo recibiera bien, pues tenía un negocio importante con su padre y le había ofrecido la mano de su hija, en ratificación de su pacto.

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