Ejemplos con dejéis

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Es mi deber rendir cuentas al rey de los acontecimientos que ocurren en las provincias de mi departamento, y no puedo cumplir si los señores intendentes no tienen la atención de instruirme de los mismos, os ruego, pues, que en el futuro no dejéis de darme parte de lo que pasa de interesante en vuestra generalidad.
El monarca, con su mano derecha, tomaba a los contrayentes por los dedos corazón y meñique de sus manos izquierdas, los conducía hasta una pequeña casa destinada a efectuar ritos matrimoniales y allí les decía: Mirad que seáis buenos esposos y que miréis por vuestra hacienda, y que siempre la aumentéis y no la dejéis perder.
Se caracteriza por gritarles ¡¡no quiero que dejéis ni una miga en el plato!!.
¡Carne fresca! No la dejéis escapar.
¿Sabéis lo que os digo? Que me dejéis en paz y os vayáis por donde habéis venido, porque aquí no estamos en Méjico.
Os suplico que os volváis a vuestras casas y me dejéis yales dijo cuando hubieron llegado.
¡Hermanos, no nos dejéis! ¡Hermanos, por Jesús!.
Andrés Las muchachas están rabiando porque alguno les diga algo, y si es un señorito, mejor que mejor Mire usted, yo tengo dos hijas, pues no sé cuál de ellas tiene más ganas de salir de casa Yo les digo: ¿cuándo diablos me atrapáis un señorón rico que os mantenga para que me dejéis en paz? Pero nada se pasa el tiempo van al mercado los jueves, van a las romerías, y nada no acaban de dejarme solo a mis anchas.
Por Dios, me dejéis la Señor escribano, déjeme la .
Abrazadme bien y no me dejéis salir.
Y así, os aconsejo, señor, que no dejéis de hallaros mañana a su entierro, que será muy de ver, porque Grisóstomo tiene muchos amigos, y no está de este lugar a aquél donde manda enterrarse media legua.
Pues ése replicó el cura, con la segunda, tercera y cuarta parte, tienen necesidad de un poco de ruibarbo para purgar la demasiada cólera suya, y es menester quitarles todo aquello del castillo de la Fama y otras impertinencias de más importancia, para lo cual se les da término ultramarino, y como se enmendaren, así se usará con ellos de misericordia o de justicia, y en tanto, tenedlos vos, compadre, en vuestra casa, mas no los dejéis leer a ninguno.
En una lo diré replicó don Quijote, y es ésta: que luego al punto dejéis libre a esa hermosa señora, cuyas lágrimas y triste semblante dan claras muestras que la lleváis contra su voluntad y que algún notorio desaguisado le habedes fecho, y yo, que nací en el mundo para desfacer semejantes agravios, no consentiré que un solo paso adelante pase sin darle la deseada libertad que merece.
Mirad si queréis otra cosa dijo Sancho, y no la dejéis de decir por empacho ni por vergüenza.
Éste es, señores, el fin de mi lamentable historia, tan verdadera como desdichada, lo que os ruego es que me dejéis morir como cristiana, pues, como ya he dicho, en ninguna cosa he sido culpante de la culpa en que los de mi nación han caído.
¡Dios mío! ¡Apiadaos de mí, no me dejéis morir entregado a la desesperación!.
-Barrois -dijo Valentina-, cerrad la puerta y no dejéis entrar a nadie.
Sin embargo, caballero, no dejéis de indagar, porque probablemente esto no quedará así.
-Sin embargo -repuso el conde-, el que no hayáis hecho una cosa en París no es razón para que dejéis de hacerla en el extranjero, cuando se viaja es por instruirse, cuando se cambia de lugares es para ver.
-¡Oh, no! -exclamó la condesa-, no, no me dejéis sola.
-Que os dejéis vendar los ojos, y que no os quitéis la venda hasta que él mismo os lo diga.
suplico, por tanto, que lo dejéis morir en paz.
Llamó, pues, a dos esclavas jóvenes, y les mandó que guardasen la puerta del aposento de Dulce-Amiga, diciéndoles: No dejéis entrar a nadie bajo ningún pretexto, porque Dulce-Amiga está desnuda y podría enfriarse.
No me dejéis alma viviente.
-Mi hermano Apolo quiere que dejéis las armas por una y otra parte, y a vosotros, quienquiera que seáis, hombres desconocidos y revoltosos, os ordena que si alguna pretensión tuviereis, me la digáis al instante sin andaros en ambages ni tranquillas, que como ella sea justa, desde luego quedaréis servidos, porque de no hacerlo así, por el alma de mi madre os juro que yo os daré a conocer del modo con que se debe tratar a los dioses.
Si me duermo, no le dejéis marchar hasta que yo despierte.
-¿Qué? Que no despedazaré mi tierra querida por vosotros, que os vayáis a vuestra casa y me dejéis en la mía.
Ella procura desasirse de sus robustos brazos, para taparse los oídos, a fin de no oír las voces que suenan sin cesar por espacio de una hora: ¡Madre mía, madre mía, no me dejéis a oscuras!.
Arrójase casi exánime al suelo y, cuando recobra por algunos momentos el sentido, oye en lo profundo la voz plañidera de su hija: ¡Madre, mía, madre mía, no me dejéis a oscuras! Fátima permanece por un instante inmóvil.
¡Piadoso Alá! ¡Mis pies resbalan! ¡Madre mía! ¡Madre mía! ¡No me dejéis a oscuras!».

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