Ejemplos con del

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Uso del futuro de indicativo para expresar probabilidad en tiempo presente.
Era vano su esfuerzo, como el de los niños valientes, como el vuelo de esas brisas cansadas del verano que se caen, en un desmayo, entre las flores.
Y el borriquillo se destrozaba contra el viento, intentando, inútilmente, arrancar del fango la carreta, al grito sollozante de la chiquilla.
Renegridas, sudorosas, sucias, perdidas en el polvo con sol del mediodía, aún una flaca hermosura recia las acompaña, como un recuerdo seco y duro.
¿Por qué era difícil la empresa del palo?.
Recordar ,- las noches de lluvia ,- desvelar ,- el rumor del agua ,- caer de la azotea ,-.
Recuerdo, cuando era niño, las noches largas de lluvia, en que me desvelaba el rumor sollozante del agua redonda que caía, de la azotea, en el aljibe.
La que sale del Hospital nadie se ha atrevido a seguirla del todo, porque no acaba nunca.
El aljibe más grande es el del patio del Salto del Lobo, plaza de la ciudadela antigua del Castillo.
Los niños estuvieron, toda la mañana también, sentados en la galería, absortos en los breves vuelos del pajarillo amarillento.
Anduvo toda la mañana entre los granados del huerto, en el pino de la puerta, por las lilas.
Al presentároslos no os puedo decir del borriquito nada nuevo porque sólo sé de él lo que el poeta nos dice, pero de Juan Ramón puedo deciros muchas cosas que él no ha dicho de sí mismo ni estaba bien que dijese.
Con una solicitud mayor, sin duda, que la del viejo Darbón, su médico, le he doblado la mano y le he mirado la ranilla roja.
Platero ha dejado la mano derecha un poco levantada, mostrando la ranilla, sin fuerza y sin peso, sin tocar casi con el casco la arena ardiente del camino.
¿A quiénes encuentran en las últimas calles del pueblo?.
Ojalá vosotros, muchachos y muchachas americanos, que estudiáis con entusiasmo la lengua española, podáis percibir también en estas páginas breves y vibrantes algo del encanto de aquella tierra misteriosa y lejana de donde salieron los primeros hombres blancosde un blanco atezado y moreno como el de Juan Ramónque llegaron a las costas maravillosas de América.
Quizá no todos los hombres sean capaces de entenderlo, porque muchos de ellos al crecer llegan a cegar de los ojos del alma por donde entra la luz poética.
Españolay española del sur, de la Andalucía melancólica y riente, que es una Castilla más suave y refinada, más amanerada y elegantees la poesía de Juan Ramón Jiménez: andaluza es su tristeza nativa, su alegría dolorosa, su dejadez y abandono, su reconcentramiento altivo, su sobriedad de gesto y abundancia de expresión, su suprema distinción y elegancia inexplicables e inconfundibles.
Entre tanto poeta como ahora cultiva el artificio del fondo y de la forma, Juan Ramón Jiménez, tan moderno como el que más, se distingue por la sencillez y la sinceridad.
Ni ambición de dinero ni de fama pueden arrastrar a un poeta como éste a ceder a las demandas del gusto público y acostumbrado, nada le mueve fuera de la propia satisfacción.
Quiero decir con esto que su obra es la expresión fiel y sincera de su alma, que ningún esfuerzo ha sido ahorrado para lograr la mayor perfección e intensidad, que ninguna consideración fuera de este ideal artístico ha tenido cabida en el alma del poeta, el cual marcha, puro y abnegado como un santo, a la busca de su ideal sin concesión alguna a ningún otro interés humano.
Pero el alma del poeta penetra en tal forma la figura real del borriquillo que nos es difícil entender que sean dos personas distintas, y se nos antoja que Platero no es otro que el poeta mismo, la expresión poética de lo ingenuo, puro, infantil, irracional e instintivo de su alma.
Y un poeta grande y sencillo, capaz de entender a los niños y a los burros, ha envuelto la visión plateada del asnillo en la aureola melancólica de su alma piadosa y sensitiva.
Y el caso es que el Platerillo del cuento, aunque tiene mucho de un burro de verdad, nos parece más bien un asnillo soñado y fantástico, como si fuera sólo una ilusión en la que estuvieran fundidas la ilusión que los niños se hacen de los burros y la que los burros deben hacerse de sí mismos en sus horas de ensueño.
La verdad es que si me pusiera a hablar sinceramente, tendría que deciros no poco también acerca del dichoso borriquito cuya vida, andanzas y muerte ha pintado Juan Ramón con tanto amor.

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