Ejemplos con cuidemos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Como yo la mirase con sorpresa, al verla por primera vez en aquella guisa, ella, con sus graciosas despachaderas, me dijo: ¿Qué miras ahí, papanatas? ¿Es que nunca has visto una mujer en la cama y sin vestir? ¿O es que te parece mal que las viejas cuidemos de sostener y realzar los restos de belleza que nos quedan? Y no vayas a figurarte, ya que como cura serás malicioso, que sois como mulas resabiadas, y los resabios del mal pensar los habéis adquirido en el confesonario, en donde de la gente no aprendéis sino lo malo y lo feo, y eso que no os lo dicen todo, no vayas a figurarte que me pongo estos moños por vanidad, ¡a buena hora! Lo hago por decoro, y por algo más.
-No nos cuidemos, vida mía, de si hay en el cielo una Vicaría para los ángeles que quieran vivir honradamente en sus casitas.
Esto no lo sabe el rico, que nos paga míseramente para que le cuidemos su vida y hacienda, y sobre pagarnos tan mal, tan mal, que todo mi haber, pongo el caso, no pasa de nueve reales y medio al día, nos exige que tengamos virtudes.
Paseemos por nuestra huerta viendo cómo van saliendo los pepinos, y no nos cuidemos de lo que pasa en Gerona.
-Tienes razón, hija: entre él y no nos cuidemos de la puerta.
Amemos a los pájaros, cuidemos de ellos, defendámosles.
Demos gracias a los dioses por el bien que acaban de hacernos, quedemos por ahora en la Grecia, cuidemos de nuestros intereses y del bien de nuestras familias, vuelva cada cual a levantar su casa y cuidede hacer su sementera, ya que hemos logrado arrojar al bárbaro del todo.
Cuidemos algo la salud de su querido Buckingham.
Esto no lo sabe el rico, que nos paga míseramente para que le cuidemos su vida y hacienda, y sobre pagarnos tan mal, tan mal, que todo mi haber, pongo el caso, no pasa de nueve reales y medio al día, nos exige que tengamos virtudes.
«No, se ha dicho, Pereda no debe salir de su pueblo, debe volverse a Santander» ¡Así estamos!, a Pereda, a una gloria de España, reconocida por toda Europa y toda América, le dice el anónimo del cuarto estado: «¡Métase usted en su pueblo!» Pero, en fin, hagamos lo que el pretor: no nos cuidemos de mínimis.
Ofrezcámosle corazones puros, ardiente fe y admiración profunda de sus grandes virtudes, regocijémonos al calor de su compañía para ver de imitarle, apropiémonos parte de los inmensos tesoros de su corazón, lleno de Dios, y no nos cuidemos de lo demás.
A ese grupo de maestros, que de tal modo sirve a su deber, cuidemos todos de no empujarlo por la fácil pendiente que, en este desierto del espíritu, donde el obrero tantas veces se ensoberbece y pudre, nos lleva a ver, en el primer montón de piedras que amontonamos al azar, un Gurisankar, a cuyo lado la Gran Pirámide es una casa de cartón.
El buen sentido nos dice que lo natural es que cuidemos de que nuestros movimientos sean adecuados y lo suficientemente firmes para que hagan poco posibles las caídas.
Nada me parece tan absurdo como el que cuidemos tanto las casas en que vivimos unos cuantos años y descuidemos en absoluto las tumbas, casas en las cuales debemos de permanecer eternamente.
Graba entonces en tu conciencia, hijita mía, hijito mío, mi coyotito, mi palomita, lo que te pedimos para tener mayor seguridad en nuestro planeta, para hacer más cómoda y hermosa la Tierra, para darle fuerza a los hombres y a las mujeres de todos los lugares en su trabajo creador: Cuidemos la Naturaleza.

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