Ejemplos con conón

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Una flota persa al mando de Conón, un ateniense, atacó las costas de la Grecia continental.
Después, el sabio Conón dibujó una larga melena de estrellas en el globo celeste del Museo de Alejandría.
Conón mostró a los reyes una agrupación de estrellas, y les contó que esa agrupación acababa de aparecer en el firmamento y que sin duda se trataba de la cabellera de Berenice, que había sido transportada allí por la diosa Afrodita, a quien se le había ofrecido.
Pero ante ellos llegó el astrónomo Conón de Samos para calmarlos.
Conón comprendió el desastre sufrido, se dirigió a Abarnis y luego buscó refugio en Evagoras I en la isla de Chipre.
Solo Conón con nueve naves se pudo hacer a la mar, el resto fue capturado en la playa, haciendo muchos prisioneros, aunque algunos se refugiaron en las fortificaciones cercanas.
Conón no alcanzó a reembarcar a toda su tripulación y disponer las naves para el enfrentamiento.
Esta rutina se repitió por cuatro días hasta que Alcibíades le recomendó a Conón que se trasladase a Sesto donde tendría puerto y ciudad al mismo tiempo para el aprovisionamiento.
, Alcibíades regresó triunfalmente a Atenas, donde volvieron elegirle general, pero al poco tiempo, los espartanos al mando de Lisandro lo derrotaron en Notio, por lo que la Asamblea lo sustituyó por el general Conón.
Batalla de Egospótamos: La flota espartana al mando de Lisandro vence definitivamente a la ateniense al mando de Conón.
El triunfo de Lisandro fue realmente fácil: capturó la mayor parte de la flota, escaparon de diez a veinte naves, unas llevaron la noticia de la derrota a Atenas, y las otras partieron hacia el exilio con Conón.
La flota espartana desplegó de nuevo una intensa actividad alcanzando algunos éxitos sobre la ateniense mandada por Conón.
La flota ateniense fue destrozada por primera vez bajo el mando de Alcibíades y, después, bajo el de Conón, sin embargo, la Batalla de Arginusas constituyó una victoria brillante de los atenienses.
Fue maestro o bibliotecario de la corte de Arquelao, contemporáneo del historiador Nicolao de Damasco, y es acaso el Conón rétor al que alude Dión Crisóstomo.
Trasilo permaneció en la ciudad durante la primera parte de su nuevo mandato mientras que Conón, otro general, partió a Samos para tomar el mando de la flota.
, en la que la flota espartana fue derrotada, y por los servicios prestados, tuvo el honor de ver a los atenienses erigir su estatua al lado de la de Conón en el Cerámico.
Esperando una respuesta del emperador persa para pagar el derecho de conservar su trono, testeó la amistad de los atenienses, y recibió a Conón tras su derrota en Egospótamos.
En otra parte, Demócrito y el divino Hipócrates, reclinados junto a un sepulcro ya destruido, conversaban profundamente a la sombra de unos cipreses mustios sobre la física del cuerpo animal, la brevedad de la vida, los acerbos males que la rodean, y los cortos y falaces medios que ofrece el arte para dilatar su fin, y más allá, Demóstenes, desde la tribuna de las arengas, conmovía al pueblo ateniense, le persuadía por algunos instantes a sacudir el yugo macedónico, excitaba en él estímulos de valor, recordándole las épocas gloriosas de sus triunfos, los nombres santos de Milcíades, Conón, Cimón y el justo Arístides, y oponiéndose, por una parte, a todo el poder de Filipo, y por otra, a la envidia, la calumnia atroz y la inconstancia de un vulgo corrompido e ingrato, veía, a pesar de su elocuencia irresistible, perecer para siempre la libertad de su país, y perecía con ella.
Mas como después de la victoria naval que alcanzó en Gnido, por medio de Farnabazo y de Conón, hubiese despojado a los Lacedemonios del imperio del mar, puso de su parte a la Grecia hasta el punto de dictar a los Griegos aquella tan nombrada paz que se llamó la paz de Antálcidas.
Refiérese que Ctesias fue el que recibió la carta, y a lo que Conón escribía, añadió que le enviara a Ctesias, porque le sería útil para las empresas de mar, pero Ctesias dice que el rey, de movimiento propio, le confió este encargo.
Echó también del mar a los Lacedemonios, valiéndose para caudillo de Conón el Ateniense con Farnabazo, porque Conón, después del combate naval de Egospótamos, se estacionó en Chipre, no para consultar a su seguridad, sino esperando, como en el mar cambio de viento, así mudanza en los negocios.
Después, como Conón y Farnabazo hubiesen quedado dominando en el mar con la armada de Persia y tuviesen sitiadas, por decirlo así, las costas de la Laconia, al mismo tiempo que los Atenienses levantaban las murallas de su ciudad, dándoles Farnabazo los fondos para ello, parecióles a los Lacedemonios conveniente hacer la paz con los Persas.
Púsose Agesilao al otro lado de las Termópilas, y pasando por la Fócide, que era amiga, luego que entró en la Beocia y sentó sus reales junto a Queronea, al mismo tiempo ocurrió un eclipse de Sol, presentándose a sus ojos parecido a la Luna, y recibió la noticia de haber muerto Pisandro, vencido en un combate naval junto a Cnido por Farnabazo y por Conón.
Y no se condujo en esta parte como Timoteo, hijo de Conón, que, como sus enemigos atribuyesen a la fortuna todos sus triunfos, y le hubiesen pintado en sus cuadros durmiendo, mientras la fortuna cogía las ciudades con una red, disgustado e irritado contra los que así le trataban, por cuanto le privaban de la gloria debida a sus hazañas, dijo al pueblo, en ocasión de venir de una expedición dirigida con acierto: “Pues en esta expedición ¡oh Atenienses! no ha tenido ninguna parte la fortuna”.
Tomó Lisandro cautivos a tres mil hombres, incluso los generales y la armada entera, a excepción de la galera Páralo y las que Conón llevó consigo.
Cuando los enemigos estaban encima, con grande gritería y alboroto, Conón se hizo a la vela con ocho naves, y se retiró a Chipre, al amparo de Evágoras, los del Peloponeso, cargando sobre los demás, de ellas tomaron unas enteramente vacías, y desbarataron otras que ya estaban tripuladas.
Conón fue el primero de los generales atenienses que divisó en el mar la escuadra, e inmediatamente esforzó la voz para que se embarcaran, y sintiendo ya el mal que les había sobrevenido, convocaba a unos, rogaba a otros, y a otros los obligaba a tripular las naves, pero toda su diligencia era vana, estando la gente dispersa: pues luego que saltaron en tierra, unos habían marchado a tomar víveres, otros andaban vagando y otros dormían en las tiendas, muy distantes todos de aquel apuro y menester, por impericia de sus generales.
Por de contado que adivinó y predijo acertadamente los errores de los Atenienses, bien pronto lo acreditó el suceso: porque viniendo sobre ellos repentina e inesperadamente Lisandro, sólo ocho naves se salvaron con Conón, todas las demás, que eran muy cerca de doscientas, cayeron en poder de los enemigos, y de las tropas, a unos tres mil hombres que Lisandro tomó vivos, a todos los pasó al filo de la espada.
Dícese que con motivo de esta primera disposición le sobrevino un gravísimo disgusto, porque cuando trataba de abolir los créditos, y andaba examinando qué palabras serían las más acomodadas, y cuál el principio más conveniente, comunicó el pensamiento, de los amigos que tenía de más confianza e intimidad, a Conón, Clinias e Hipónico, diciéndoles que en cuanto al terreno no iba a hacer novedad, pero que tenía resuelto hacer abolición de los créditos.

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