Ejemplos con competencia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pero no se le ocultaba a Apolonio que La Solidez o Estolidez le amenazaba con una competencia, quizá ruinosa.
La opinión fué unánime: no había competencia posible.
Mercaderes de Ofir, buhoneros de Damasco cruzaban a toda hora las puertas anchurosas, y ostentaban en competencia, ante las miradas del rey, las telas, las joyas, los perfumes.
Ella conocía las opiniones de algunos militares de países neutros, había hablado en Biarritz con personas de gran competencia, sabía lo que decían los periódicos de Alemania.
Freya preparaba el desayuno en un hornillo de alcohol, defendiéndose de su amante, que se creía con mayor competencia para los trabajos culinarios.
Estos veteranos del mar sólo hablaban de fletes, de miles y miles de duros ganados en otros tiempos con sólo un viaje redondo, y de la terrible competencia de la marina a vapor.
Los jóvenes de la clase media, vencidos en esta competencia se refugiaban en las artesanas, y no lo pasaban mal.
Los primeros creían vulnerados sus derechos por la competencia de los señoritos, tanto más, cuanto que ésta era para ellos desastrosa, por los repetidos ejemplos de uniones desiguales que se efectuaban en la villa.
El gallardo mancebo adivinaba que el amor propio excitado por la competencia, haría más en su favor que las mismas ventajas personales de que estaba dotado.
Ninguna otra villa española o extranjera podría sufrir con ella competencia.
Verdad que a todas estas reformas le estimulaba la competencia desastrosa que le hacía Poca Ropa, el cual tenía su instituto en la calle del Reloj, al otro extremo de la villa.
¿A qué el reparto desigual de los víveres, la división de castas, la competencia en el trabajo, y sobre todo, la lucha por la existencia, que los filósofos y poetas de la clase explotadora pintaban como una condición indispensable de progreso? El comunismo era la santa aspiración de la humanidad, el ensueño divino del hombre desde que comenzó a pensar, en los albores de la civilización.
La industria de la seda iba arruinándose con la competencia que la hacían los franceses, uno tras otro se cerraban los talleres montados a la antigua que durante un siglo habían sostenido la supremacía industrial de Valencia, y don Manuel, que a pesar de su buen sentido comercial tenía empeño en mantener testarudamente la lucha con el exterior, sufrió grandes pérdidas y murió de un berrinche antes que la ruina viniese a coronar su desesperada resistencia.
En competencia con su mujer, pocos dedos conservaba en sus manos libres de sortijas, sólo que las suyas no eran baratas, sino de oro macizo, gruesas, pesadas y con cada pedrusco que quitaba la luz de los ojos.
—Primeramente, en la concurrencia, o sea en la competencia.
—Ambos han sido declarados ineficaces por personas competentes, y yo, aunque no convencido del todo ni de la competencia de éstos ni de la ineficacia de aquéllos, la verdad es que he renunciado a ponerlos en planta.
También quiere ponerse en competencia con el Creador del mundo y de todas las cosas Vamos, lo mejor es que me eche a reír En fin, estamos aquí como dos tontas, y hay que poner las cosas en su lugar.
Las pequeñuelas, si los mayores se descuidaban, rompían la consigna y se echaban a la calle, en reñida competencia con otras chiquillas pedigüeñas, correteando de una acera a otra, deteniendo a los señores que pasaban, y acosándoles hasta obtener el ochavito.
Villalonga, que era observador muy picaresco, aseguraba haber descubierto entre Aparisi y Casa-Muñoz un antagonismo o competencia en la emisión de palabras escogidas.
Competencia con mamá y Estupiñá, eso no puede ser.
Tenía poco apetito, y para que pasara algo, las dos hubieron de hacer a competencia considerable gasto de palabras tiernas.
Se asociaba a las impresiones de su niñez aquel santo tan guapote, reclinado sobre nubes, con su vara, su niño, y aquella capa amarilla cuyos pliegues hacían competencia al celaje.
¿A que no va?¿A que sí?Pues allí me tendrá, haciéndole la competencia a Estupiñá Verá usted, verá usted cada día más.
Ya Quevedo no era celoso, y desde que su esposa se había redondeado hasta hacer la competencia a los quesos de Flandes, se curó el buen señor de sus murrias y no volvió a hacer el Otelo.
A la hora de los postres y del café, habiéndose retirado Nucha, que por el ansia de su niña se recogía temprano, subieron de la cocina Primitivo y el ratón, y los futuros compañeros de glorias y fatigas comenzaron a fraternizar fumando y trincando a competencia.
Los mancebos, con solo un criado, y a caballo en dos muy buenas y caseras mulas, salieron a ver la fuente de Argales, famosa por su antigüedad y sus aguas, a despecho del caño dorado y de la reverenda priora, con paz sea dicho, de Leganitos, y de la estremadísima fuente Castellana, en cuya competencia pueden callar Corpa y la Pizarra de la Mancha.
Y sacó de la faldriquera tres reales de a ocho, que repartió entre las tres jitanillas, con que quedaron mas alegres y mas satisfechas, que suele quedar un autor de comedias cuando en competencia de otro le suelen retular por las esquinas,.
También le pareció bien otra que entró de doncellas hermosísimas, tan mozas que, al parecer, ninguna bajaba de catorce ni llegaba a diez y ocho años, vestidas todas de palmilla verde, los cabellos parte tranzados y parte sueltos, pero todos tan rubios, que con los del sol podían tener competencia, sobre los cuales traían guirnaldas de jazmines, rosas, amaranto y madreselva compuestas.
No me dio lugar mi suspensión y arrobamiento para que mirase y notase en particular lo que traía vestido, sólo pude advertir a las colores, que eran encarnado y blanco, y en las vislumbres que las piedras y joyas del tocado y de todo el vestido hacían, a todo lo cual se aventajaba la belleza singular de sus hermosos y rubios cabellos, tales que, en competencia de las preciosas piedras y de las luces de cuatro hachas que en la sala estaban, la suya con más resplandor a los ojos ofrecían.
Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar que era hombre docto, graduado en Sigüenza, sobre cuál había sido mejor caballero: Palmerín de Ingalaterra o Amadís de Gaula, mas maese Nicolás, barbero del mesmo pueblo, decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo, que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga.

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