Ejemplos con comerciante

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Aceptó la oferta de buen grado don Simón, y como el otro no era tonto, ayudado de su interés particular, ya que no de sus inclinaciones naturales, que eran bien opuestas al comercio, hízose en poco tiempo un de primera fuerza, y llegó a ser un comerciante en toda regla.
Calló un buen rato, añadiendo luego, con el fervor de un comerciante que ensalza su mercancía:
No podría entrar en vuestras tiendas: soy el dueño de , un quebrado, uno a quien embargan y que ningún comerciante honrado puede considerar como amigo.
Siempre que Juanito se encontraba en la tienda con el viejo comerciante, éste le lanzaba miradas tan pronto de compasión como de desdén.
Y descartados don Juan y el comerciante, doña Manuela volvió a la carga, el hijo intentó resistirse, pero al fin le aturdieron las caricias maternales y firmó cuanto quiso la mamá.
Era el hijo del comerciante emancipado del mostrador y dedicado al estudio por la ambición del papá.
El comerciante era irresistible cuando se lanzaba a hablar del prójimo.
¡Y cómo se reía don Eugenio de la manía novelesca de su Melchorico, como cariñosamente le llamaba! Él, que no había consultado otro libro en su vida que un cuadernillo donde estaban comparados los pesos y medidas de Cataluña, Aragón y Castilla, miraba al principio con cierto respeto el afán de lectura del muchacho, pero después, al notar las extravagancias de su torcida imaginación, le acribilló con burlas y le colgó el apodo de Don Quijote, no porque el viejo comerciante hubiese leído la inmortal obra de Cervantes, sino por tener arriba en su comedor una litografía detestable, en la cual el hidalgo manchego, dormido y en camisa, daba de cuchilladas a pellejos de vino.
¡Id allá, granujas!gritaba el comerciante.
No tenía mujer ni hijos, ¿para quién, pues, las fabulosas riquezas que aquellos miserables se imaginaban en poder de don Eugenio? Las demandas eran interminables, no desmayando los pedigüeños ante la aspereza del comerciante, poco inclinado a la generosidad.
Pero no estudia ni hace nada de provechodijo el comerciante, con la inflexibilidad de un hombre dedicado al trabajo.
¡Cómo la quiere a usted ese chico, Manuela!dijo el comerciante.
La esposa del comerciante era sólo Teresa, mientras que ésta llamaba siempre doña Manuela a la madre de Juanito, y en sus palabras notábase un acento lejano de humilde subordinación.
¡Otro a quien han engañado! , decían los dependientes desde sus mostradores, adivinando lo ocurrido, y nunca faltaba un comerciante generoso que, por ser de la tierra y recordando los principios de su carrera, tomase bajo su protección al abandonado y lo metiese en su casa, aunque no le faltase.

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