Ejemplos con cerradas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El ventanal carecía de vidrios, como los demás huecos del edificio, y en invierno había que mantenerlos todos con las hojas cerradas, sin más luz que la que entraba por los montantes, cubiertos de cristales resquebrajados y opacos por el tiempo.
Volvió Lucía la cabeza, y fijose en las ventanas, cerradas a la sazón, al través de los cuales se veía a intervalos cruzar una figura de mujer provecta, la cabeza adornada con la tradicional coba guipuzcoana, sujeta con dos agujones dorados.
¡Ah! mira: aquí tienesy escondía algo con las dos manos cerradas detrás de su espalda, aquí tienes, y no te lo vas a quitar nunca, aunque se nos enoje doña Andrea.
Si saltas nos quedamos sin poder salir, porque están todas las puertas cerradas.
Ansioso de pisar suelo africano y teñir su espada virgen en sangre agarena, saltó Villamelón a tierra, en el sitio que llaman de Cabo Negro, con ánimos bastantes para atravesar todo Marruecos y llegar a Túnez, donde un su abuelo había ganado la Grandeza entrando en la Alcazaba con don Juan de Austria Mas de repente brotaron de entre las cerradas malezas que cubrían la rojiza playa como el áspero vello de una fiera bestia, varios rifeños dispersos, que recibieron a los exploradores con el fuego de sus espingardas Villamelón no titubeó un momento: olvidóse de Marruecos, renunció a Túnez y renegó de aquel su abuelo que ganó la Grandeza en la Alcazaba, para ganar él la chalupa a toda prisa y refugiarse en el último rincón de su camarote de la , sin que volviese a subir sobre cubierta, hasta regresar de nuevo a la Península con patente de enfermo.
Miró en torno suyo: chisporroteaba una lamparilla sobre la mesa, una mujer de edad madura roncaba desapaciblemente al pie de la cama, en un gran butacón, y por las rendijas de las dos ventanas, cerradas ambas, entraban discretos rayos de luz, cual si el nuevo día se adelantase de puntillas y sonriendo a dar la enhorabuena al enfermo.
Entró, pues, en aquellas habitaciones cerradas tres años hacía, santuario de su amor de madre que ella sola visitaba, y comenzó a disponer lo que había de retirarse, lo que había de sustituirse y lo que se había de añadir, para que nada faltara al huésped y encontrase allí satisfechas las nuevas necesidades que hubiese adquirido en la corte.
De las cerradas y silenciosas casas salía el hálito de la crápula barata, ruidosa y sin disfraz: un olor de carne adobada y putrefacta, de vino y de sudor.
Era su marcha una enrevesada peregrinación por las calles, deteniéndose ante las puertas cerradas, un aldabonazo aquí, tres y repique más allá, y siempre, a continuación, el grito estridente y agudo, que parecía imposible pudiese surgir de su pobre y raso pecho: Jarro en mano bajaba la criada desgreñada, en chancleta, con los ojos hinchados, a recibir la leche, o la vieja portera, todavía con la mantilla que se había puesto para ir a la misa del alba.
Si una persona conocida se detenía a saludarlas, ellas, a tuertas o a derechas, y muchas veces las tres a un tiempo, se apresuraban a decir que habían salido a pie en vista de la hermosura de la tarde, y seguían mirando con nostalgia y despecho la larga fila de carruajes, experimentando la misma impresión de nuestros bíblicos padres ante las puertas del Paraíso cerradas para siempre.
Está bien arreglado, ¿verdad? Las ventanas cerradas, los postigos de arriba alambrados, para que entre el sol y el aire.
Desde allí percibía el tufillo de las habitaciones cerradas años enteros, aquel ambiente rancio, húmedo, cargado de polvo, que con la diaria limpieza mudaba de sitio sin salir de la casa, y expulsado por la escoba de los rincones iba a caer un poco más allá.
Las tiendas cerradas, el adoquinado silencioso, sin que una rueda lo conmoviese, las gentes vestidas de negro, con aire solemne.
¡Dios mío! ¡Y las tiendas cerradas hoy!exclamó Barbarita en tono de consternación.
¡Cuidado que es desgracia!repitió la señora de Santa Cruz dando un gran suspiro, ¡las tiendas cerradas hoy! Porque es preciso comprarle ropita, mucha ropita Hay en casa de Sobrino unas medidas de colores y unos trajecitos de punto que son una preciosidad Ángel, ven, ven con tu abuelita ¡Ah!, ya conoce el muy pillo lo que has hecho por él, y no quiere estar con nadie más que contigo.
Á todo lo cual se estaban las ventanas de la casa muy cerradas como su madre las parió, de lo que no poco se desesperaban los dos esperantes manchegos, pero con todo eso, al son de las guitarras segundaron a tres voces con el siguiente romance, asimismo hecho aposta y por la posta para el propósito.
Venía diferentemente atado que los demás, porque traía una cadena al pie, tan grande que se la liaba por todo el cuerpo, y dos argollas a la garganta, la una en la cadena, y la otra de las que llaman guardaamigo o piedeamigo, de la cual decendían dos hierros que llegaban a la cintura, en los cuales se asían dos esposas, donde llevaba las manos, cerradas con un grueso candado, de manera que ni con las manos podía llegar a la boca, ni podía bajar la cabeza a llegar a las manos.

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