Ejemplos con casino

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Al cabo de un tiempo prudencial, se le diría que estaba de paso en Pilares un filósofo forastero, al cual le habían invitado a dar una conferencia en el Casino, y si él, Belarmino, quería oírla, puesto que era el único filósofo de la localidad, que le colocarían en una habitación contigua al salón, detrás de los cortinajes, desde donde escuchase sin ser visto.
Las últimas noticias que yo tuve de esta apreciable familia, la pintaban en camino de recobrar la hundida fortuna, pero muy lejos todavía de conseguirlo, doña Juana se había quedado mema de un , Julieta tenía dos hermosos niños, Arturo dirigía la casa de comercio, y don Simón había sido expulsado del Casino por haber dicho en pleno , en una de sus tertulias más borrascosas, estas sencillísimas palabras, hijas legítimas de sus desengaños, que tan caro le costaban:.
Según lo convenido, fueron dos estudiantes, socios también del Casino, a invitar a Belarmino si quería oír, desde un escondite, a un filósofo de paso.
Ortigüela dió varias audiciones en casas particulares, en el Casino y en la Universidad.
Tuvo, pues, gran éxito en el Casino, puede decirse que compartió el cetro de la noche con la sueca y con el lord inglés estrafalario, del cual se contaba que tenía alfombrada con tapiz turco la cuadra de sus caballos y baldosado de piedra el salón de recibir.
En resumen: Perico, que tenía movimientos vivos y locuacidad inagotable, pero de hielo la cabeza, de tal suerte entendió las marchas y contramarchas, retiradas y avances de la empeñada acción que todos los días se libraba en el Casino, que después de varias fortunitas chicas, vino a caerle un fortunón, en forma de un mediano legajo de billetes de a mil francos, que se guardó apaciblemente en el bolsillo del chaleco, saliendo de allí con su paso y fisonomía de costumbre, y dejando al perdidoso dado a reflexionar en lo efímero de los bienes terrenales.
Tiene el juego en Vichy algo de la higiénica elegancia del pueblo todo, cuyos habitantes se complacen en repetir que en su villa nadie se levantó la tapa de los sesos por cuestión del tapete verde, como sucede en Mónaco a cada paso, de suerte que no se presta la sala del Casino a descripciones del género dramático espeluznante, allí el que pierde se mete las manos en los bolsillos, y sale mejor o peor humorado, según es de nervioso o linfático temperamento, pero convencido de la legalidad de su desplume, que le garantizan agentes de la Autoridad y comisionados de la Compañía arrendataria, presentes siempre para evitar fraudes, quimeras y otros lances, propios solamente de garitos de baja estofa, no de aquellas olímpicas regiones en que se talla calzados los guantes.
Sacerdotes y flamines del templo de la Ninfa son los mozos del Casino, que a la menor señal, a un movimiento de labios, acuden tácitos y prontos con lo que se desea: cigarros, periódicos, papel, refrescos, hasta las aguas, que traen a escape, en un tanque vuelto boca abajo sobre un plato, a fin de que no pierdan su preciosa temperatura ni sus gases.
Quien mirase el Casino por su fachada sur, podía ver desde luego el numen que allí recibía culto y sacrificios: la Ninfa de las aguas, inclinando la urna con graciosa actitud, mientras salen a sus pies de entre un cañaveral dos amorcillos, y uno de ellos, alzando una valva, recoge la sacra linfa que de la urna copiosamente fluye.
Era el Casino para Perico y Miranda, como para todos los ociosos de la colonia, casa y hogar durante la temporada termal.
A aquella hora, nadie estaba en casa, ni Miranda, ni Perico, el Casino se los había tragado a todos.
Por la parte de las vidrieras, que caían a la azotea del Casino, veíase, en efecto, un rostro de pisaverde, imberbe casi, destacándose entre la blancura de porcelana de primorosa camisa y nívea corbata de batista, cuyo triángulo cerraba una de esas ágatas llamadas , a que dio tan fabuloso valor el capricho de los elegantes de dos o tres años acá.
Ínterin llegaba el esperado día de asistir a la fiesta nocturna, Pilar se acostumbró a pasar un par de horas en el salón de Damas del Casino, de una a tres de la tarde generalmente.
¿Ves cómo es bueno montar en caballos briosos? Estás muy reguapa: pareces otra: mira, para hacer una conquista, no tenías más que darte una vueltecita así, por delante del Casino, cuando está tocando la orquesta.
Pero quedaban aún los conciertos en el Parque, el gran paseo por la avenida pavimentada de asfalto, las fiestas nocturnas en el Casino, el teatro, que, próximo a cerrarse, se veía más concurrido cada vez.
Aun vive, rico y estimado, suelo encontrármele en el casino, en el paseo, en los teatros, pasa cerca de mí y no se digna saludarme, no olvida ni quiere olvidar que yo le sustituí en el escritorio del señor Fernández.
En vano es que deje de hacer calor, que truene y que llueva, que se abran otros teatros, que se haga la vendimia, que aparezcan algunos abrigos, que dé la oración a las seis y media, que se cuajen de noticias los periódicos, que empiecen o acaben las ferias, que vengan los estudiantes y los pretendientes, que se caigan las hojas de los árboles, y que el Prado, el Casino y los salones estén llenos de gente.
—A las ocho la fonda,—á las nueve el teatro,—á las doce la tertulia, el té, la buena conversación en torno de la chimenea,—á las dos el con la dueña de la casa en que tenéis el privilegio de quedaros rezagado,—á las tres la última vuelta por el Casino, el chocolate final, salpimentado con la noticia fresca, con lo que mañana no traerán aún los periódicos, con lo que se acaba de ver ú oir en Palacio, en el ministerio o en el baile de la embajada,—y, en fín, a las cuatro, a casa, a leer , a escribir dos o tres cartas y a dormir el dulcísimo sueño del invierno.
A las cinco sube uno por la calle de Alcalá, soplándose las puntas de los dedos, en busca del café o del Casino, donde le aguarda una compacta y animada concurrencia que pregunta a cada momento:—¿Qué hay?.
Y por la primera vez en todo el año conocemos que ni el café, ni el teatro, ni el casino, ni la fonda, ni la tertulia son nuestra casa.

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