Ejemplos con carnes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡Los garfios que en las carnes de los condenados clava Satanás! Y ahora me arrodillo para recibir la absolución Señor capellán, la absolución, y la tuya también, mal hijo, ya que tienen esa gracia tus manos impuras.
Veía desnudeces, carnes jugosas de suaves curvas, algo así como Apolo y Venus requebrándose sobre un montón de nubes de color de rosa a la luz de oro del amanecer.
Aquel rebaño sucio, miserable y asustado, con la palidez del hambre en las carnes y la locura del terror en los ojos, era la piratería del Mercado, los parias que estaban fuera de la ley, los que no podían pagar al Municipio la licencia para la venta, y al distinguir a lo lejos la levita azul y la gorra dorada del alguacil, avisábanse con gritos instintivos, como los rebaños al presentir el peligro, y emprendían furiosa carrera, empujando a los transeúntes, deslizándose entre sus piernas, cayendo para levantarse inmediatamente, abriendo agujeros en la masa humana que obstruía la plaza.
Al compás de los valses o marchas fúnebres que entonaban las bandas, contoneábanse los devotos cirio en mano, y el desfile de santos continuaba, lento, monótono, aplastante: unos, desnudos, con las carnes ensangrentadas y sin otra defensa del pudor que unas ligeras enagüillas, otros, vestidos con pesados ropajes de pedrería y oro.
Ligeritas de ropa a pesar de la estación, revoloteaban alegremente por su cuarto, que ofrecía el desorden del despertar, en torno de las dos camitas de inmaculada blancura, que en sus arrugadas sábanas guardaban el calor de los cuerpos jóvenes y ese perfume de salud y de vida que exhalan las carnes sanas y virginales.
Sólo de pensar que le dirigía la palabra a una honrada, le temblaban las carnes.
Ponían las maestras especial cuidado en desbastar aquellas naturalezas enviciadas o fogosas, mortificando las carnes y ennobleciendo los espíritus con el cansancio.
Tenía las carnes duras y apretadas, y la robustez se combinaba en ella con la agilidad, la gracia con la rudeza para componer la más hermosa figura de salvaje que se pudiera imaginar.
Observó Maxi en los días sucesivos que cada hilada de ladrillos iba tapando discretamente aquella interesante parte de la interioridad monjil, como la ropa que se extiende para velar las carnes descubiertas.
Que venga Placidito, para que me cuente sus glorias, cuando iba al portillo de Gilimón a meter contrabando, y a la bóveda de San Ginés a abrirse las carnes con el zurriago Que venga para decirle: lorito, daca la pata.
Señorale dijo Ido al tomar lo que se le daba, estoy agradecidísimo a sus bondades, pero ¡ay!, la señora no sabe que estoy desnudo quiero decir, que esta ropa que llevo se me está deshaciendo sobre las carnes Y naturalmente, si la señora tuviera unos pantaloncitos desechados del señor D.
Después de una larga pausa, durante la cual Jacinta se pegó a su marido como para defenderle de una agresión, el infeliz dijo esto, empezando muy bajito como si secreteara, y elevando gradualmente la voz hasta terminar de una manera estentórea: Y si usted descubre que su mujer, la Venus de Médicis, la de las carnes de raso, la del cuello de cisne, la de los ojos cual estrellas si usted descubre que esa divinidad, a quien usted ama con frenesí, esa dama que fue tan pura, si usted descubre, repito, que falta a sus deberes y acude a misteriosas citas con un duque, con un grande de España, sí señor, con el mismísimo duque de Tal.
Lo peor fue que viéndole su mujer tan retortijado y hecho todo una , creyó que tenía el dolor espasmódico que le solía dar, y como el mejor remedio para eso eran las friegas, Nicanora le propuso dárselas, y al oír tal proposición, tembláronle a Ido las carnes, viéndose descubierto y perdido.
Levantose, encendió su lumbre, bajó a la compra, y de tienda en tienda pensaba que Maximiliano podía dar un estirón, echar más pecho y más carnes, ser más hombre, en una palabra, y curarse de aquel maldito romadizo crónico que le obligaba a estarse sonando constantemente.

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