Ejemplos con calmaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Yo no vivía, el apetito y el sueño me abandonaron, consuelo de mi angustia era el llanto, consuelo también un librito de poesías de Selgas que por las noches me calmaba los nervios, y aquellos versos de Espronceda: Hace unos meses vino a verme y a consolarme Celestina Tirado, que se metió a beata.
Aunque el médico aseguró que no había peligro de muerte, no se calmaba el afán de Santiuste ante el lastimoso estado de su amigo, ni este se conformaba con que le enviaran, como cuerpo inútil, a los hospitales de Ceuta, privándole de compartir las glorias de en los restantes lances de la guerra.
Conocía muy bien a Castro Pérez, se complacía en hacerle rabiar, y cuando éste iba poniéndose mohino le calmaba con un chiste o con una frase halagadora.
Como la herida a que se pone bálsamo fresco, la pena de Jacinta se calmaba.
Doña Juana no se calmaba por esto, y doña Antonia aseguraba que estando en tan inexpertas manos las riendas del Estado no debía extrañarse que ocurrieran a cada paso tales atropellos.
Diego, por su parte, próximo a realizar el deseo más vivo e íntimo de su pecho, el de volver a ver a Rosa en su paraíso de Alquízar, después de un año de ausencia, quería probar si retardando el momento apetecido, se calmaba un tanto el tumulto de su sangre y podía saludarla con la compostura del respetuoso caballero.
Arrastrábanle fuerzas invencibles y desconocidas hacia el objeto de sus nuevas ansias, y, al hallarse a su lado, antes crecía que se calmaba la singular anhelación de su espíritu.
Por lo pronto, y esto me calmaba algo las inquietudes, había muchas horas por delante, se vería qué rumbos iba tomando y cómo se portaba el temporal insinuado, y qué marcha seguía durante la mañana la agravación de mi tío.
Así que desaparecieron, sintió que su ira, de pronto, se calmaba y se abatía su valor, su resolución de héroe calderoniano.
De pronto una acerba desesperación le punzaba las entrañas y crispando los puños maldecía de la vida y de su horrible suerte, luego se calmaba y el bálsamo de la esperanza descendía a endulzar su corazón ulcerado: se entregaba a la ilusión y creía entonces que sanaría pronto.
Se calmaba.
Joannés se quedó aún un instante para asegurarse de que el huracán no se calmaba, y cuando se cercioró de que los truenos y la lluvia iban en aumento, dio a sus huéspedes las buenas noches y subió la escalera.
Cinco minutos después, la tempestad se calmaba, las compañías buscaban las líneas, el rumor decrecía lentamente y bajaba sobre el antiguo vivac desordenado y bullicioso esa majestad silenciosa del ejército que aguarda el combate.
Guzmán iba allí a lo que hemos visto, y nada más, y eso porque sentía en su alma cierto extraño apetito que no se calmaba sino con aquel sencillo manjar, que él pagaba, no siéndole permitidos mayores lujos, con los más caros y caprichosos juguetes que hallaba en Madrid o en cualquiera parte del mundo por donde anduviera.
Pero su malestar no se calmaba, el líquido que bebió en la copa continuaba abrasándole interiormente.
Luego me calmaba, cuando, a solas en aquella pequeña habitación destinada para vestirnos, la veía agitada por el cansancio sentarse a mi lado en el estrecho diván y apoyar su frente cubierta de sudor en mi hombro.
Todo su anhelo era ver gente, oír noticias, enterarse del espantoso ridículo de los Ministros nuevos, y sólo así se calmaba la sed de su espíritu, ávido de venganza.
Luego lloriqueaba un poquito, y con el agua de este lloriqueo se calmaba la procelosa escama del buen Leal, que era un niño, y fácilmente pasaba de la hosquedad al mimo acaramelado y baboso.
Él mismo nos ha contado que estuvo a punto de perder la razón, y que su dolor no se calmaba con nada de este mundo.
Parecía que se calmaba un tanto, enjugándose las lágrimas rápidamente con el pañuelo.
Doña Juana no se calmaba por esto, y doña Antonia aseguraba que estando en tan inexpertas manos las riendas del Estado no debía extrañarse que ocurrieran a cada paso tales atropellos.
Yo, después de bañarme en el jagüel, y de un ligero desayuno de mate con yerba y café, fui a examinar un sitio donde debía hacerse el altar, si el viento calmaba.

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