Ejemplos con caleseros

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Por el camino de Cádiz a la Isla no cesaba el paso de diversa gente, en coche y a pie, y en la plaza de San Juan de Dios los caleseros gritaban, llamando viajeros: -¡A las Cortes, a las Cortes!.
Una tapia de dos varas de elevación, con un arco hacia el extremo de la derecha, separaba el patio de la cocina, caballeriza, letrina, cuarto de los caleseros y demás dependencias de la casa.
En semejante caso, al trueno de los carruajes sucedían las voces y los ternos de los carreteros y caleseros, sin consideración ni respeto a las señoras.
Porque es cosa sabida que, unas veces con la punta de la lanza, otras a varazos, hacían que los caleseros guardasen el paso y la fila.
Los caleseros expertos se aprovechaban con ganas de la ocasión que se les presentaba para hacer alarde de su habilidad y destreza, no ya sólo en el regir de los caballos, en el girar violento y caprichoso de los quitrines, sino en el tino con que los metían por las estrechuras y la confusión, y los sacaban sin choque ni roce siquiera de unas ruedas con otras.
Cuando Leonardo descendía las escaleras de piedra del palacio de la Filarmónica, lo primero que hirió sus oídos fue el repiqueteo de las espuelas de plata de los caleseros en las sonoras piedras del portal, bailando el zapateo al son del tiple cubano.
En medio de toda aquella batahola, no cesaba el clamor de los caleseros por el nombre de las familias a que pertenecían.
Metieron los caleseros sus respectivos quitrines en el zaguán, llevaron los caballos a la caballeriza en el traspatio, pusieron las monturas en sus burros, colgaron los arreos, libreas y sombreros en clavos fijos en la pared de un cuartucho, y por lo que hace a Aponte, acabado el trabajo, con la tarima a la espalda, cual Cristo con la cruz, volvía al zaguán para ver de descansar de las fatigas del día, durmiendo las pocas horas de la madrugada.
Registrábase desde allí el interior de la casa, y se veía si las lavanderas preparaban la lejía para el lavado de la ropa, o el brasero con carbón vegetal para el aplanchado desde temprano, si las costureras, en vez de ponerse a coser las , perdían el tiempo en conversaciones con los otros siervos, si los caleseros lavaban los carruajes, daban sebo y limpiaban las correas de las monturas, si Aponte volvía temprano o tarde de bañar los caballos, lo que probaba que había ido al muelle de Luz o a la Punta, más distante, si Pío, el anciano calesero de Gamboa, hacía zapatos de mujer en el zaguán para uso de las criadas de la casa y a veces hasta para las amas, al mismo tiempo que desempeñaba el oficio de portero, cuando no tenía que ponerle el carruaje a su amo, por último, si el cocinero, negro de aire aristocrático, bien hablado y racional, según dicen los esclavistas, había ido o no de madrugada al mercado inmediato de la Plaza Vieja, en busca de las vituallas y hortalizas que se le habían encargado la noche anterior.
También se sonrieron los caleseros Aponte y Leocadio, junto con dos mozos más, que desde el colgadizo de la gran caballeriza del ingenio, atraídos por el continuo estallar del temible cuero, presenciaban a salvo la escena y esperaban se despejase el campo para salir y recoger el forraje destinado a las caballerías de que estaban hecho cargo inmediatamente.

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