Ejemplos con calamidad

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Tras observar los poderes especiales que posee Matsuri, Yorito descubrirá que ella es una criatura conocida como Calamidad de la Noche y que ha vivido durante siglos.
Es decir, las frases tienen que ver con que una calamidad o algo no deseado nos han sobrevenido.
Él y los pasajeros son víctimas de la extraña calamidad y cometen suicidio por el método más rápido posible.
Ahora, se abrían lentamente los teatros, circulaba el dinero, reían las gentes, hablaban de la gran calamidad, pero sólo a determinadas horas, como algo que iba a ser largo, muy largo, y exigía con su fatalismo inevitable una gran resignación.
¡Qué calamidad, señor! ¡Qué trastorno para el mundo! Y sin embargo, éramos muchos los que veíamos llegar la catástrofe.
El barro era la peor calamidad de esta planicie extremadamente polvorienta en tiempo seco.
Por fortuna, el Mediterráneo estaba libre de tal calamidad.
¡Cristo! ¡la de Nápoles! El no sabía quién era la de Nápoles, no la había visto nunca, pero tenía la certeza de que llegaba como un estorbo fatal, como una calamidad inesperada.
Se presentó a bordo del lo mismo que una calamidad.
Hay en Europa demasiados reyes ¡Si todos los pueblos fuesen Repúblicas! Esta calamidad había de llegar forzosamente.
Los reyes estaban lejos, y la gente pensaba en ellos como en una calamidad casi del pasado, que aún no se había extinguido, pero que debía desaparecer fatalmente, más pronto o más tarde, sin grandes esfuerzos.
Después sobreviene una nueva calamidad, la expulsión de los judíos hispánicos, tan compenetrados con el espíritu de este país, tan amantes de él, que aún hoy, después de cuatro siglos, esparcidos por las riberas del Danubio o del Bosforo, son españoles y lloran en viejo castellano la patria perdida:.
Mas temeroso este de que le usurpara su puesto el intruso, hízose el desentendido, dejando abierta la puerta a la mayor calamidad que por ella pudiera entrarse.
¡Pero cuán desgraciada era! ¡Para ella toda fiesta había de traer el consiguiente disgusto! ¡Allí estaba él! ¡! el posma , aquel Andresito, que de novio era un estúpido, y de amante despreciado y terco una insufrible calamidad.
¿Dónde estaba el polvo rosa? ¿Y el paño de Venus? ¡Adiós! ¡ya no quedaba una gota de piel de España ! La mamá, con la manía de embellecerse que la había acometido a última hora, era una calamidad para las niñas.
No hay peor calamidad que ser amigo de coleccionistas.
A poco llegó el practicante que sólo hacía servicio en la botica por las noches, y llevándole aparte, le dijo Segismundo: Amigo Padilla, hoy mismo le voy a proponer a doña Casta que vengas de día, porque esta calamidad de Rubín tiene la cabeza como un cesto, y me temo que si se queda solo envenene a toda la parroquia.
Es que me he vuelto protestante, hereje, y me voy a volver judío, a ver si esta calamidad me deja en paz.
Romper, romper para siempre toda clase de relaciones con esa calamidad es lo que importamanifestó la Delfina inquietísima, dando vueltas en el lecho.
Era Sor Natividad vizcaína, y tan celosa por el aseo del convento que lo tenía siempre como tacita de plata, y en viendo ella una mota, un poco de polvo o cualquier suciedad, ya estaba desatinada y fuera de sí, poniendo el grito en el Cielo como si se tratara de una gran calamidad caída sobre el mundo, otro pecado original o cosa así.
¡Como estuviera en casa el muy hipocritón, su tía le iba a poner verde! Pero no estaría seguramente, porque eran las once de la noche, y el señoritingo no entraba ya nunca antes de las doce o la una ¡Quién lo había de decir, pero quién lo había de decir!, aquel cuitado, aquella calamidad de chico, aquella inutilidad, tan fulastre y para poco que no tenía aliento para apagar una vela, y que a los dieciocho años, sí, bien lo podía asegurar doña Lupe, no sabía lo que son mujeres y creía que los niños que nacen vienen de París, aquel hombre fallido enamorarse así, ¡y de quién!, ¡de una mujer perdida!, pero perdida en toda la extensión de la palabra.
Bien decía doña Lupe que tenía los demonios metidos en el cuerpo y que era mala, pero mala de veras, una sinvergüenza, una mal criada y una calamidad.
Las suscripcionesdeclaró la , son una calamidad.
El sarampión, el garrotillo ¡Pues nada te quiero decir de las amas! ¡qué calamidad! Luego estás hecha una esclava Que si comen, que si se indigestan, que si se caen y se abren la cabeza.
Son una calamidad las mujeres de los pueblos.
—Bien tendrás que llorar, replicó el turco, si en esas contemplaciones entras, porque los que vieron habrá dos años a esta nombrada y rica isla de Chipre en su tranquilidad y sosiego, gozando sus moradores en ella de todo aquello que la felicidad humana puede conceder a los hombres, y ahora los ven, o contemplan o desterrados della, o en ella cautivos y miserables, ¿cómo podrán dejar de no dolerse de su calamidad y desventura? Pero dejemos estas cosas, pues no llevan remedio, y vengamos a las tuyas, que quiero ver si le tienen, y así te ruego por lo que debes a la buena voluntad que te he mostrado y por lo que te obliga el ser entrambos de una misma patria, y habernos criado en nuestra niñez juntos, que me digas ¿qué es la causa que te trae tan demasiadamente triste? que puesto caso que sola la del cautiverio es bastante para entristecer el corazon mas alegre del mundo, todavía imagino que de mas atras traen la corriente tus desgracias, porque los generosos ánimos como el tuyo no suelen rendirse a las comunes desdichas tanto que den muestras de estraordinarios sentimientos: y háceme creer esto, el saber yo que no eres tan pobre que te falte para dar cuanto pidieren para tu rescate, ni estás en las torres del mar Negro, como cautivo de consideracion que tarde o nunca alcanza la deseada libertad: así que no habiéndote quitado la mala suerte las esperanzas de verte libre, y con todo esto verte rendido a dar miserables muestras de tu desventura, no es mucho que imagine que tu pena procede de otra causa que de la libertad que perdiste, la cual causa te suplico me digas, ofreciéndote cuanto puedo y valgo, quizá para que yo te sirva ha traido la fortuna este rodeo de haberme hecho vestir deste hábito, que aborrezco.
Diéronse luego todos por consejo de Ricardo a pasar cuantas cosas habia de precio en su bajel y en el de Hazan a la galeota de Alí, que era bajel mayor y acomodado para cualquier cargo o viaje, y ser los remeros cristianos, los cuales contentos con la alcanzada libertad y con muchas cosas que Ricardo repartió entre todos, se ofrecieron de llevarle hasta Trápana, y aun hasta el cabo del mundo, si quisiese: y con esto Mahamut y Ricardo llenos de gozo por el buen suceso, se fueron a la mora Halima, y la dijeron que si queria volverse a Chipre, que con las buenas boyas le armarian su mismo bajel, y le darian la mitad de las riquezas que habia embarcado, mas ella, que en tanta calamidad aun no habia perdido el cariño y amor que a Ricardo tenia, dijo que queria irse con ellos a tierra de cristianos, de lo cual sus padres se holgaron en estremo.
Ansí es, pero bien confesarás que ni has visto ni oido decir jamas que haya hablado ningun elefante, perro, caballo o mona: por donde me doy a entender que este nuestro hablar tan de improviso, cae debajo del número de aquellas cosas que llaman portentos, las cuales cuando se muestran y parecen, tiene averiguado la esperiencia que alguna calamidad grande amenaza a las gentes.
Finalmente, el colmilludo jabalí quedó atravesado de las cuchillas de muchos venablos que se le pusieron delante, y, volviendo la cabeza don Quijote a los gritos de Sancho, que ya por ellos le había conocido, viole pendiente de la encina y la cabeza abajo, y al rucio junto a él, que no le desamparó en su calamidad, y dice Cide Hamete que pocas veces vio a Sancho Panza sin ver al rucio, ni al rucio sin ver a Sancho: tal era la amistad y buena fe que entre los dos se guardaban.
Ninguna fuerza fuera bastante a torcer mi voluntad, y así, con la más libre que tengo te doy la mano de legítima esposa, y recibo la tuya, si es que me la das de tu libre albedrío, sin que la turbe ni contraste la calamidad en que tu discurso acelerado te ha puesto.

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