Ejemplos con cédula

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Todos los años compraba un billete entero, por rutina o vicio, quizás por obligación, como se toma la cédula de vecindad u otro documento que acredite la condición de español neto, sin que nunca sacase más que fruslerías, algún reintegro o premios muy pequeños.
Levantábase de mañana, y aguardaba a que el despensero viniese, a quien de la noche ántes por una cédula que ponian en el torno, le avisaban lo que habia de traer otro dia, y en viniendo el despensero, salia de casa Carrizales las mas veces a pié, dejando cerradas las dos puertas, la de la calle y la de en medio, y entre las dos quedaba el negro.
Mandó el teniente que el tal Losada reconociese la cédula, y que si la reconociese, le sacasen prendas de la cantidad, o le pusiesen en la cárcel: tocó hacer esta diligencia a mi amo y al escribano su amigo: llevóles el ladron a la posada del otro, y al punto reconoció su firma, y confesó la deuda, y señaló por prenda de la ejecucion el caballo, el cual visto por mi amo, le creció el ojo y le marcó por suyo, si acaso se vendiese.
Dos ladrones hurtaron en Antequera un caballo muy bueno: trujéronle a Sevilla, y para venderle sin peligro usaron de un ardid, que a mi parecer tiene del agudo y del discreto: fuéronse a posadas diferentes, y el uno se fué a la justicia, y pidió por una peticion que Pedro de Losada le debia cuatrocientos reales prestados, como parecia por una cédula firmada de su nombre, de la cual hacia presentacion.
Confieso, hermosa Leocadia, que os quise bien y que me quisistes, y juntamente con esto confieso que la cédula que os hice, fué mas por cumplir con vuestro deseo que con el mio, porque ántes que la firmase, con muchos dias, tenia entregada mi voluntad y mi alma a otra doncella de mi mismo lugar, que vos bien conoceis, llamada Teodosia, hija de tan nobles padres como los vuestros, y si a vos os di cédula firmada de mi mano, a ella le di la mano firmada y acreditada con tales obras y testigos, que quedé imposibilitado de dar mi libertad a otra persona en el mundo.
—Si el golpe de la cabeza, o por mejor decir, el que a mí me han dado en el alma, no os ha llevado, señor Marco Antonio, de la memoria la imágen de aquella, que poco tiempo ha que vos decíades ser vuestra gloria y vuestro cielo, bien os debeis acordar quién fué Leocadia, y cuál fué la palabra que le distes firmada en una cédula de vuestra mano y letra, ni se os habrá olvidado el valor de sus padres, la entereza de su recato y honestidad, y la obligacion en que le estais, por haber acudido a vuestro gusto en todo lo que quisistes: si esto no se os ha olvidado, aunque me veais en este traje tan diferente, conoceréis con facilidad que yo soy Leocadia, que temerosa que nuevos accidentes y nuevas ocasiones no me quitasen lo que tan justamente es mio, así como supe que de vuestro lugar os habíades partido, atropellando por infinitos inconvenientes, determiné seguiros en este hábito, con intencion de buscaros por todas las partes de la tierra hasta hallaros: de lo cual no os debeis maravillar, si es que alguna vez habeis sentido hasta dónde llegan las fuerzas de un amor verdadero, y la rabia de una mujer engañada.
¡Oh cuánto mas de lo que ella era se le representaba en la imaginacion la hermosura de Leocadia, y la deslealtad de Marco Antonio! ¡Oh cuántas veces leia o fingia leer la cédula que la habia dado! ¡Qué de palabras y razones la añadia, que la hacian cierta y de mucho efecto! ¡Cuántas veces no creyó que se le habia perdido, y cuántas imaginó que sin ella Marco Antonio no dejara de cumplir su promesa, sin acordarse de lo que a ella estaba obligado!.
—Si ella es la que dice, séos decir, hermana, que es de las mas principales de su lugar, y una de las mas nobles señoras de toda la Andalucía: su padre es bien conocido del nuestro, y la fama que ella tenia de hermosa corresponde muy bien a lo que ahora vemos en su rostro, y lo que desto me parece es que debemos andar con recato, de manera, que ella no hable primero con Marco Antonio que nosotros, que me da algun cuidado la cédula que dice que le hizo, puesto que la haya perdido, pero sosegáos y acostáos, hermana, que para todo se buscará remedio.
Rafael, esperando a su hermana por saber lo que le habia pasado con el que pensaba ser mujer, y en entrando, ántes que se acostase, se lo preguntó: la cual punto por punto le contó todo cuanto Leocadia le habia dicho, cúya hija era, sus amores, la cédula de Marco Antonio, y la intencion que llevaba.
Leí luego las razones de la cédula, vilas firmes y valederas, y que no podian faltar en la fe que publicaban, y aunque a ellas como a cosa sagrada se acogiera mi esperanza, en cayendo en la cuenta de la sospechosa compañía que Marco Antonio llevaba consigo, daba con todas ellas en el suelo: maltraté mi rostro, arranqué mis cabellos, maldije mi suerte, y lo que mas sentia era no poder hacer estos sacrificios a todas horas, por la forzosa presencia de mi padre: en fin, por acabar de quejarme sin impedimento o por acabar la vida, que es lo mas cierto, determiné dejar la casa de mi padre, y como para poner por obra un mal pensamiento parece que la ocasion facilita y allana todos los inconvenientes, sin temor alguno hurté a un paje de mi padre sus vestidos, y a mi padre mucha cantidad de dineros, y una noche, cubierta con su negra capa, salí de casa, y a pié caminé algunas leguas, y llegué a un lugar que se llama Osuna, y acomodándome en un carro, de allí a dos dias entré en Sevilla, que fué haber entrado en la seguridad posible para no ser hallada, aunque me buscasen: allí compré otros vestidos y una mula, y con unos caballeros que venian a Barcelona con priesa por no perder la comodidad de unas galeras que pasaban a Italia, caminé hasta ayer, que me sucedió lo que ya habréis sabido de los bandoleros que me quitaron cuanto traia, y entre otras cosas la joya que sustentaba mi salud y aliviaba la carga de mis trabajos, que fué la cédula de Marco Antonio, que pensaba con ella pasar a Italia, y hallando Marco Antonio presentársela por testigo de su poca fe, y a mí por abono de mi mucha firmeza, y hacer de suerte que me cumpliese la promesa, pero juntamente con esto he considerado que con facilidad negará las palabras que en un papel están escritas, el que niega las obligaciones que debian estar grabadas en el alma: que claro está, que si él tiene en su compañía a la sin par Teodosia, no ha de querer mirar a la desdichada Leocadia: aunque con todo esto pienso morir, o ponerme en la presencia de los dos, para que mi vista los turbe su sosiego: no piense aquella enemiga de mi descanso gozar tan a poca costa lo que es mio: yo la buscaré, yo la hallaré y yo la quitaré la vida, si puedo.
—¿Y bien? así como llegó esa felicísima noche, ¿que hizo? ¿entró por dicha? ¿gozásteisle? ¿confirmó de nuevo la cédula? ¿quedó contento en haber alcanzado de vos lo que decís que era suyo? ¿súpolo vuestro padre, o en que pararon tan honestos y sabios principios?.
Recebida la cédula, di traza como una noche viniese de su lugar al mio, y entrase por las paredes de un jardin a mi aposento, donde sin sobresalto alguno podia coger el fruto que para él solo estaba destinado.
Mas no sé para qué me pongo a contaros, señor, punto por punto las menudencias de mis amores, pues hacen tan poco al caso, sino deciros de una vez lo que él con muchas de solicitud granjeó conmigo, que fué que habiéndome dado su fe y palabra, debajo de grandes, a mi parecer, firmes y cristianos juramentos de ser mi esposo, me ofrecí a que hiciese de mí todo lo que quisiese, pero aun no bien satisfecha de sus juramentos y palabras, porque no se las llevase el viento, hice que las escribiese en una cédula que él me dió firmada de su nombre, con tantas circunstancias y fuerzas escrita, que me satisfizo.
En resolucion, dentro de quince dias estuvo fuera de peligro el herido, y a los veinte declaró el cirujano que estaba del todo sano: y ya en este tiempo habia dado traza Tomas como le viniesen cincuenta escudos de Sevilla, y sacándolos él de su seno, se los entregó al huésped con cartas y cédula fingida de su amo, y como al huésped le iba poco en averiguar la verdad de aquella correspondencia, cogia el dinero, que por ser en escudos de oro le alegraba mucho.
Y para mas confirmacion della, ordenó el cielo que se hallase presente a todo esto el mercader florentin, sobre quien venia la cédula de los mil y seiscientos ducados, el cual pidió que le mostrasen la cédula, y mostrándosela la reconoció, y la aceptó para luego, porque él muchos meses habia que tenia aviso desta partida: todo esto fué añadir admiracion a admiracion y espanto a espanto.
Por añadidura del bien de mi libertad hallé la caja perdida, con los recaudos y la cédula: mostrésela al bendito padre que me habia rescatado, y ofrecíle quinientos ducados mas de los de mi rescate para ayuda de su empeño.
Con esta seguridad nos embarcamos, navegando tierra a tierra con intencion de no engolfarnos, pero llegando a un paraje que llaman las Tres Marías, que es en la costa de Francia, yendo nuestra primera faluca descubriendo, a deshora salieron de una cala dos galeotas turquescas, y tomándonos la una la mar y la otra la tierra, cuando íbamos a embestir en ella nos cortaron el camino, y nos cautivaron: en entrando en la galeota nos desnudaron hasta dejarnos en carnes: despojaron las falucas de cuanto llevaban, y dejáronlas embestir en tierra sin echarlas a fondo, diciendo que aquellas les servirian otra vez de traer otra galima, que con este nombre llaman ellos a los despojos que de los cristianos toman: bien se me podrá creer, si digo que sentí en el alma mi cautiverio, y sobre todo la pérdida de los recaudos de Roma, donde en una caja de lata los traia, con la cédula de los mil y seiscientos ducados, mas la buena suerte quiso que viniese a manos de un cristiano cautivo español, que los guardó, que si viniera a poder de los turcos, por lo ménos habia de dar por mi rescate lo que rezaba la cédula, que ellos averiguarian cuya era.
La reina llamó a un mercader rico que habitaba en Lóndres, y era frances, el cual tenia correspondencia en Francia, Italia y España, al cual entregó los diez mil escudos y le pidió cédula para que se los entregasen al padre de Isabela en Sevilla o en otra plaza de España.
Hiciéronse las diligencias, vio el vicario la cédula, tomó el tal vicario la confesión a la señora, confesó de plano, mandóla depositar en casa de un alguacil de corte muy honrado.
Algunos días estuvo encubierta y solapada en la sagacidad de mi recato esta maraña, hasta que me pareció que la iba descubriendo a más andar no sé qué hinchazón del vientre de Antonomasia, cuyo temor nos hizo entrar en bureo a los tres, y salió dél que, antes que se saliese a luz el mal recado, don Clavijo pidiese ante el vicario por su mujer a Antonomasia, en fe de una cédula que de ser su esposa la infanta le había hecho, notada por mi ingenio, con tanta fuerza, que las de Sansón no pudieran romperla.
Por la cual vos damos licencia y facultad para que, por tiempo y espacio de diez años, cumplidos primeros siguientes, que corran y se cuenten desde el día de la fecha de esta nuestra cédula en adelante, vos, o la persona que para ello vuestro poder hobiere, y no otra alguna, podáis imprimir y vender el dicho libro que desuso se hace mención, y por la presente damos licencia y facultad a cualquier impresor de nuestros reinos que nombráredes para que durante el dicho tiempo le pueda imprimir por el original que en el nuestro Consejo se vio, que va rubricado y firmado al fin de Hernando de Vallejo, nuestro escribano de Cámara, y uno de los que en él residen, con que antes y primero que se venda lo traigáis ante ellos, juntamente con el dicho original, para que se vea si la dicha impresión está conforme a él, o traigáis fe en pública forma cómo, por corretor por nos nombrado, se vio y corrigió la dicha impresión por el dicho original, y más al dicho impresor que ansí imprimiere el dicho libro no imprima el principio y primer pliego dél, ni entregue más de un solo libro con el original al autor y persona a cuya costa lo imprimiere, ni a otra alguna, para efecto de la dicha correción y tasa, hasta que antes y primero el dicho libro esté corregido y tasado por los del nuestro Consejo, y estando hecho, y no de otra manera, pueda imprimir el dicho principio y primer pliego, en el cual imediatamente ponga esta nuestra licencia y la aprobación, tasa y erratas, ni lo podáis vender ni vendáis vos ni otra persona alguna, hasta que esté el dicho libro en la forma susodicha, so pena de caer e incurrir en las penas contenidas en la dicha premática y leyes de nuestros reinos que sobre ello disponen, y más, que durante el dicho tiempo persona alguna sin vuestra licencia no le pueda imprimir ni vender, so pena que el que lo imprimiere y vendiere haya perdido y pierda cualesquiera libros, moldes y aparejos que dél tuviere, y más incurra en pena de cincuenta mil maravedís por cada vez que lo contrario hiciere, de la cual dicha pena sea la tercia parte para nuestra Cámara, y la otra tercia parte para el juez que lo sentenciare, y la otra tercia parte par el que lo denunciare, y más a los del nuestro Consejo, presidentes, oidores de las nuestras Audiencias, alcaldes, alguaciles de la nuestra Casa y Corte y Chancillerías, y a otras cualesquiera justicias de todas las ciudades, villas y lugares de los nuestros reinos y señoríos, y a cada uno en su juridición, ansí a los que agora son como a los que serán de aquí adelante, que vos guarden y cumplan esta nuestra cédula y merced, que ansí vos hacemos, y contra ella no vayan ni pasen en manera alguna, so pena de la nuestra merced y de diez mil maravedís para la nuestra Cámara.
Por cuanto por parte de vos, Miguel de Cervantes Saavedra, nos fue fecha relación que habíades compuesto la Segunda parte de don Quijote de la Mancha, de la cual hacíades presentación, y, por ser libro de historia agradable y honesta, y haberos costado mucho trabajo y estudio, nos suplicastes os mandásemos dar licencia para le poder imprimir y privilegio por veinte años, o como la nuestra merced fuese, lo cual visto por los del nuestro Consejo, por cuanto en el dicho libro se hizo la diligencia que la premática por nos sobre ello fecha dispone, fue acordado que debíamos mandar dar esta nuestra cédula en la dicha razón, y nos tuvímoslo por bien.
Finalmente, ellos, como miembros de justicia, mediaron la causa y fueron árbitros della, de tal modo que ambas partes quedaron, si no del todo contentas, a lo menos en algo satisfechas, porque se trocaron las albardas, y no las cinchas y jáquimas, y en lo que tocaba a lo del yelmo de Mambrino, el cura, a socapa y sin que don Quijote lo entendiese, le dio por la bacía ocho reales, y el barbero le hizo una cédula del recibo y de no llamarse a engaño por entonces, ni por siempre jamás amén.
He perdido el libro de memoria respondió Sancho, donde venía carta para Dulcinea y una cédula firmada de su señor, por la cual mandaba que su sobrina me diese tres pollinos, de cuatro o cinco que estaban en casa.
Ea, pues dijo Sancho, ponga vuestra merced en esotra vuelta la cédula de los tres pollinos y fírmela con mucha claridad, porque la conozcan en viéndola.

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Ariiba