Ejemplos con butaca

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los niños ,- acostarlos ,- el sueño ,- en una butaca ,- en el suelo ,- en una silla baja.
Me senté en una butaca, con la cara escondida, hipando.
Si don Restituto pretendía títulos mundanos, no era por vanidad, sino por una especie de sentimiento de clase, por decoro, como si dijéramos, de aquella categoría de bienaventurados de platea y butaca a que él pertenecía, y por justificarse, en algún modo, con los de galería y cazuela.
Si usted tiene en su habitación un diván, o siquiera una butaca, yo puedo dormir allí, si usted no tiene inconveniente, y que Angustias quede en este cuarto.
Adjunta al escritorio hay una butaca, y embutido en ella, un hombre como de cincuenta años de edad, frescote, de cara ancha y risueña, con recortadas patillas grises, gorro de terciopelo azul, lujosa bata, blanca pechera y leve corbata de raso negro sobre holgadas y relucientes tirillas.
Si no se trata de salir a la calle, sino simplemente de almorzar o de comer, usa el mismo ceremonial, pero sin quitarse la bata ni el gorro, y cuando una doncella avisa que está la sopa sobre la mesa, pasa la familia al elegante comedor, y allí se hace servir una bien sazonada comida, después de la cual, don Simón una hora de siesta sobre la cama, el sueño su señora en una butaca, y medita, o lee, o mira por los cristales a la calle la repolluda muchacha.
A esta raza pertenecían los hombres de la citada camarilla, en la cual se daba siempre a don Simón la butaca de preferencia, no tanto por la importancia mercantil de éste, cuanto porque nadie leía mejor que él, con voz más recia y sonora, ni con mejor , los artículos de fondo del periódico, todas las noches, a los congregados.
Depositaron a Pilar en una butaca y Sardiola se quedó en pie esperando órdenes.
Artegui, en tanto, mudo y sereno, permanecía enhiesto en su butaca, orgulloso como el estoico antiguo: acre placer le penetraba todo, el goce de sentirse bien muerto, y cerciorarse de que en vano la traidora Naturaleza había intentado resucitarle.
Apenas llegó Lucía a catar dos dedos de cada vino, pero los iba probando todos por curiosidad golosa, y, un tanto pesada ya la cabeza, olvidando deliciosamente las peripecias del paseo matinal, se recostaba en la butaca, proyectando el busto, enseñando al sonreír los blancos dientes entre los labios húmedos, con risa de bacante inocente aún, que por vez primera prueba el zumo de las vides.
En una butaca yacía Artegui, cual siempre, yerto, abandonado a la inercia de sus ensueños.
Dejose caer en una butaca y clavó en las luces la mirada fija y vacía de los que se absorben en penosa meditación.
La marquesa se irguió entonces en su butaca, arrogante y amenazadora, desplegando por vez primera sus poderosas alas de águila.
Tambaleándose entró en su alcoba, bebió con mano trémula un sorbo de agua y dejóse caer sin fuerzas en una butaca, mirando la carta que tenía en las manos, sin osar abrirla.
Atónito el ministro retrocedió bruscamente en la butaca, soltando una palabrota: mas Currita, sin ofenderse por ella, ni asombrarse tampoco, dejóse caer de nuevo en su almohada como si tal cosa, diciendo con su cándida risita:.
Allí estaba Villamelón, repantigado en una butaca, hablando misteriosamente con el ministro de la Gobernación.
Recostada lánguidamente en una butaca, leía, ya en este, ya en otro, de dos libros que tenía al lado.
¿Qué le pasaba a don Juan? ¿Había parado en seco su digestión? La gozosa sonrisa desaparecía, sus ojos, entornados voluptuosamente, volvían a entreabrirse para lanzar punzantes miradas, y se agitó varias veces en la butaca, como huyendo de ocultos alfileres.
Pero su digestión de esquimal harto no le permitía indignarse, y escuchó con expresión amable a su hermana, que, inclinada sobre él, apoyándose en su misma butaca, le hablaba mimosamente, como si fuese una niña.
Don Juan, hundido en su butaca, con la nariz cada vez más roja y el cigarro apagado entre los labios, seguía sonriendo beatíficamente.
Otras veces armábase la guerra por si la una se había puesto la ropa blanca de la otra o por si se habían robado objetos de su exclusiva pertenencia, pero una ráfaga de autoridad pasaba por la madre: había bofetadas, llantos y pataleos, las criadas reían en la cocina, y a la media hora todos tan contentos: Concha en el balcón, Amparo corría por la casa cantando como una alondra, y doña Manuela arrellanábase en su butaca con aire de soberana que acaba de administrar recta justicia.
No queda una butaca, los palcos estarán llenos, y la temporada será magnífica.
Creí entonces oir dulces y apacibles pláticas, cantos divinos, aprendidos de labios de la Gazzaniga o de la Didié desde la butaca de un teatro, y regalados suspiros de amor, nuncios de matrimonios venideros.
En eso sí que son contrarios nuestros gustos, porque yo, en cuanto veo que los actores pegan gritos y las actrices principian a hacerme pucheritos, ya estoy bufando en mi butaca y mirando para la puerta Nada de lágrimas.
Dicha luz reproducía en el techo de la habitación el foco de los candelabros, con las sombras de su armadura, y esta imagen fantástica, temblando sobre la superficie blanca del cielo raso, atraía las miradas de la triste joven, que estaba tendida en una butaca con la cabeza echada hacia atrás.
La esposa no se acostó, y acercando una butaca a la cama, y echándose en ella, cerró los ojos.
El , como decía Torquemada, no podía menos de dulcificarla, y llegándose a donde estaba el delincuente, que no se había movido de la butaca, le puso una mano en el hombro, empuñando fuertemente en la otra los billetes, y le dijo:.
Puso Feliciana sobre la luz una pantalla de figurines vestidos con pegotes de trapo, y después se echó con indolencia en la butaca, abrigándose con su mantón alfombrado.
Le miró por detrás de la butaca en que sentado estaba.
Delante de todos entró don Eugenio, que se echó en una butaca partiéndose a carcajadas y palmoteando.

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