Ejemplos con butacas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

También se comenzaron a proyectar películas, donde a diferencia de los cines convencionales, las personas deben de sentarse en el piso ya que no había butacas, ni sillas.
Dos años después volvió a tocar allí ante un patio de butacas medio vacío.
Actualmente se esta trabajando sobre la tribuna doble bandeja de Mercedes y en la tribuna Miranda se colocaron las butacas para que el sector se convierta en platea.
Contrasta con la masa compacta que forma el público en el patio de butacas, en las que aparecen algunas siluetas perfiladas y se destacan algunos rostros mediante una luz fantasmagórica.
Así es como los jóvenes enfrentaron la represión policial y destruyeron butacas.
Así es como los jóvenes en el medio de la represión policial destruyeron butacas y muchos, entre los que estaba Billy Bond, eran detenidos.
En efecto, el Teatro puede ser adaptado, elevando el suelo del patio de butacas y cubriendo el foso con planchas de madera, como salón de baile, formándose de este modo una superficie continua entre zona de espectadores y escenario.
El espacio que ocupa este foso tiene conexiones con el foso bajo del escenario y con el que existe bajo el patio de butacas, éste es, en realidad, el espacio necesario para que la plataforma que soporta dicha zona de espectadores pueda ascender o descender a voluntad.
El foso de la orquesta, de dimensiones reducidas, se sitúa en la posición habitual, es decir, entre el proscenio y el patio de butacas, estando separada de éste por una barandilla torpemente labrada.
Pues bien: es absurdo pretender que en un teatro se acomode todo el público en palcos y butacas.
Cuando un cuarto de hora después entró el camarero con la bandeja, ardía el fuego más que nunca claro y regocijado, y las dos butacas, colocadas a ambos lados de la chimenea, y el velador cubierto de níveo mantel, convidaban a la dulce intimidad del almuerzo.
Por cierto que el público de las butacas, ajeno todavía a estos refinamientos de la civilización, solía hacerles callar bárbaramente con un enérgico chicheo.
Lo entarimaron, lo alfombraron, después pintaron sus paredes y su techo, amuebláronlo con algunas sillas y butacas, pusieron mesas de tresillo y comenzaron a asistir tarde y noche a aquel sitio tan asiduamente como antes al Saloncillo.
Cambiaban unos con otros, por encima de las butacas, bromas y frases, más que obscenas, asquerosas.
El que entraba, iba despacio por el pasillo de las butacas para no tropezar, palpando los cráneos de los que las ocupaban, por ver si había alguna vacante.
La gente principal se apoderó de las butacas y los palcos.
Y de los palcos y butacas salieron también numerosas personas.
Las butacas eran del mismo aborrecible pelote que los palcos y el forro debió ser también del mismo color, aunque no podía saberse con certeza.
Al otro extremo, frente a una alta vidriera que daba al jardín, y al lado de una chimenea de mármol negro, había una gran mesa del siglo XVII, de nogal, cuadrada, con ancha talla y hierros escarolados, y cómodas butacas y mullidas poltronas, algún tanto desteñidas y un mucho destrozadas, dispuestas en torno: allí recibía Butrón a los profanos a que les era lícito traspasar el dintel de su despacho privado.
Después de los cumplimientos de costumbre, sentados doña Luz y su hasta entonces desconocido huésped en cómodas butacas, habló éste, con reposo y como quien tiene mucho que decir, de la manera siguiente:.
¡La procesión! ¡Ya está ahí la procesión! A este grito, las señoras mayores abandonaron las butacas de la sala, para apelotonarse en los balcones, teniendo a sus espaldas a los caballeros, que de vez en cuando se alzaban sobre las puntas de los pies para ver mejor.
En los bailes de Carnaval había conocido a Fernando, un teniente de artillería, esbelto, con cintura de señorita, que en el teatro, durante los entreactos, rondaba por cerca de sus butacas buscando ocasión de saludarla con gracia marcial que encantaba a Amparito.
Juanito, contagiado por el ardor de pelea que reinaba en las alturas, sentía tentaciones de gritar que aquello era fastidioso y lo de los cinco mil francos un robo, pero callaba, por miedo a los energúmenos artísticos, y consolábase mirando abajo las rojas filas de butacas, donde se destacaban los lindos sombreros de sus hermanas y la majestuosa capota de mamá.
La consideración de que parte de aquel dinero era para pagar el abono de las tres butacas que la familia tenía en el Principal a turno impar le hizo decidirse.
¡Ved! Los mismos carpinteros que ayer improvisaban un tablado sobre las butacas de los Teatros para disponer aquellas mascaradas frenéticas de toda una noche, que terminaban siempre con la consabida , arreglan hoy en las Iglesias los Monumentos del Jueves-Santo: las mismas damas que diableaban hace un mes en el Teatro Real bajo un antifaz de seda, o mejor dicho, sin el antifaz que usan todo el año, se preparan hoy a pedir limosna para los niños de la Inclusa en las puertas de los templos: los tertulios de sus salones y de sus palcos, o los ginetes que en el Prado suelen acercarse a la portezuela de sus coches, son invitados, no a una , ni a una conferencia matinal en el tocador, ni a un día de campo en Aranjuez, sino a San Luis, a San Antonio de los Portugueses o a Santo Tomás, a que contribuyan con un pedacito de oro a dejar bien puesto el pabellón de las bellas postulantes: los más empedernidos Lovelaces obedecerán el Jueves a tan piadosa intimación, después de lo cual se plantarán en frente de las iglesias a ver entrar y salir a las mujeres, lo mismo a las casadas que a las solteras y a las viudas, pareciéndose en esto a aquel de quien se dijo:.
Las sillas de Vitoria que asistieron a la boda de tal banquero, cuando era aguador, hablan pestes de las butacas en que se sienta hoy.
Evaristo, con su criado, que le sostenía por el brazo derecho, y Fortunata le condujo hasta la sala en una de cuyas butacas se sentó el anciano pesadamente.
También de butacas venía algún anteojazo bueno.
Hablando así se quitaba el sombrero, luego el abrigo, después el cuerpo, la falda, el , y lo iba poniendo todo con orden en las butacas y sillas del aposento.
Se ahogaba con los trajes de paseo, no cabía en las habitaciones reducidas, resoplaba en las butacas del teatro, y en misa repartía codazos para disponer de más sitio.

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