Ejemplos con borona

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En todo el término de Almonaster la Real se han encontrado canteras de granito explotadas según este sistema, como las de Borona y Casa Rubio.
Ve a abajo y trae un pedazo de borona y un jarro de agua.
Por cierto que la borona que amasaba no hubiera tenido tiempo de cocerse cuando el chiquillo berreaba ya diciendo a su modo que él era de Dios como los demás y necesitaba el sustento.
Al sonar las doce en el campanario que se alzaba allá abajo, en el fondo del verde y hermoso valle, en una de cuyas vertientes estaba nuestra casa, todos los que trabajábamos en las heredados, unos en la siega del trigo, otros en la salla de la borona, soltamos la hoz o la azada y nos encaminamos alegremente a nuestros hogares, en cuyo camino nos habían precedido media hora antes las hacendosas madres de familia, que levantaban de cada hogar una azulada columnita de humo, preparando la comida para cuando el ansiado toque de la campana parroquial nos dijese: «Ea, al hogar, al hogar, que los que trabajan desde que el sol despunta, justo es que se alimenten y descansen cuando el sol llega al cenit».
Con lo que nos valgan esos miserables terrones pondremos una tienda, porque aquí, por más que uno se reviente, no gana para comer borona y nabos.
-Estamos -dijo el cura- en tiempo de la siembra de la borona, y no habéis layado aún un celemín de tierra.
Reanimó el fuego encendido a la puerta de ésta, y al lado de la cual hervía una oya de hierro colado, llena de habas secas y cecina, echó harina de borona, agua y sal en una desga, y se puso a amasar, en tanto que se calentaba una pala de hierro.
-¡Esto ya no se puede aguantar! -exclamó Bautista, arrojando la azada, que tronchó tres o cuatro pies de borona.
Martín, su mujer y sus hijos estaban detrás de la casa, sallando borona.
-A Dios gracias, no nos falta un pedazo de borona.
Volvió boca abajo el triguero al pie del cerezo, le cubrió con la pañada, puso encima de aquella mesa improvisada la fuente de sardinas, partió unas cuantas rebanadas de borona, que colocó con simetría en torno de la fuente, y, previa la bendición de la mesa, que echó Martín, se puso a cenar toda la familia, conversando alegre y pacíficamente.
Y poco después salió de la casa y se encaminó hacia los cerezos, llevando en un triguero una fuente de sardinas frescas, cubierta con una pañada, y una borona tierna y amarilla como el oro.
Marta contaba que los cerezos y los landechos de su huerto se iban a desgajar con el peso de la fruta, según la muestra que presentaban, Dominica refería que en sus piezas la borona comenzaba ya a echar cirria, Luisa decía que el año iba a ser muy abundante de todo, pues el cuco había venido por donde viene el sol, y Jacinta aseguraba que si Bilbao llegaba a empinarse un poquito para asomar la cabeza por cima de los montes que rodean a S.
Los inquilinos de la casería estaban sallando una pieza de borona.
Si hubiera estado allí, como se le mandó, no hubieran destrozado las cabras la borona.
Burlábase Santiago de los inocentes deseos de la niña, cuando le gritaron desde una casería cercana que un rebaño de cabras estaba sacando la tripa de mal año en la pieza de borona cuya guarda había confiado a Navarro.
Pequeñuco y escaso de borona es, pero el demonio me lleve si no me parece el mejor de la Montaña: ¡Qué campanas las suyas! ¿Pues en lo relative a mozas?.
Y en esto, avanzaba diciembre, desapareció por completo el Sur, y aunque la alfombra de verdura, con todos los imaginables tonos de este color, cubría la vega, la sierra y los montes, porque estas galas no las pierde jamás el incomparable paisaje montañés, los desnudos árboles lloraban gota a gota por las mañanas el rocío o la lluvia de la noche, relucía el barro de las callejas, porque el sol que alumbraba en los descansos de los aguaceros no calentaba bastante para secarle, andaba errabunda y quejumbrosa de bardal en bardal, arisca y azorada, la negra miruella, que en mayo alegra las enramadas con armoniosos cantos, picoteaba ya el nevero' en las corraladas, y acercábase el colorín al calorcillo de los hogares, derramábanse por las mieses nubes de tordipollos y otras aves de costa, arrojadas por los fríos y los temporales de sus playas del Norte, blanqueaban los altos picos lejanos cargados de nieve, cortaban las brisas, reinaba la soledad en los campos y la quietud en las barriadas, iba la pación de capa caída, y mientras al anochecer se arrimaban las gentes al calor de la zaramada, ardiendo sobre la borona que se cocía en el llar, y se estrellaba contra las paredes del vendaval la fría cellisca, la aguantaba el ganado, de vuelta de las encharcadas y raídas mieses, rumiando a la puerta del corral, con el lomo encorvado, erizado el pelo, la cabeza gacha, el cuello retorcido y el rabo entre las patas, señales, éstas y aquéllas, de que se estaba en el corazón del invierno, nunca tan triste ni tan crudo como la fama le pinta, ni tan malo como muchos de ultrapuertos, que la gozan de buenos sin merecerla.
Después se trató de cenar: ¡para cenar estaba la familia de Tablucas! Así como así, no había qué, sino un poco de borona fría y unos cascos de cebolla.
Antes faltaría el pedazo de borona para «el su hombre».
Mientras pudo trabajar, como obrera ganaba la borona que comía, pero agobiáronla los achaques, y tuvo que vivir de limosna.
-Señor -le dijo llorando un pobre pescador de barba blanca, con un gorro catalán en la mano- ¡señor, que este año nos morimos de hambre! ¡que no da para borona la costera del besugo!.
Usted no es el vecino, ni la lavandera, ni el hijo del carretero, que quiere rosquillas, cuando puede llenar el vientre con borona y cerezas.
Los campesinos, terminadas las labores en aquel día, echaban al hombro sus utensilios y con paso tardo y reposado se dirigían a sus viviendas para dar la ración de la noche a sus ganados, cenar ellos en familia el torrendo y la borona y, por último, después de rezar el rosario, tenderse en busca del sueño reparador de sus fuerzas para los trabajos del otro día.
Y, a propósito: no hay trovador novel ni poeta melenudo que se haya creído dispensado de echar un parrafito a las orillas del manso Guadalquivir, o del ''aurífero'' Darro, o a las aguas del histórico Guadalete, sembrando aquí o allá bosques y florestas, frondosidad y fragancia, césped y lirios, que así existen donde los colocan los vates, como yo soy arzobispo, en cambio, cuando alguno de aquellos ingenios ha pisado el suelo de la Montaña, en lugar de cantar lo que ella le mostraba, en lugar de darle lo que se le quita para engalanar ajenas hermosuras, se ha ocupado en escribir a la «civilización» si los moradores de aquende comen borona, andan descalzos y gastan los calzones más o menos remendados, como si se tratara de un aduar de Marruecos o de la isla de Annobón.
Negaránla, es claro, porque precisamente en el campo es donde estos señores se han empeñado en colocarnos la felicidad terrena, ya bajo el aspecto de encanecido anciano, que perora con más elocuencia que Demóstenes y más profundidad que Sócrates, so la añosa encina, o cabe la parlera fuente, ya bajo el de apuesto galán que cultiva el fértil valle, y aunque suda al sol y come ráspanos y borona, es por la noche bastante sublime para echar un discurso a su novia, que le espera con un ramo de flores, y que no es menos gallarda, menos elocuente ni menos poética que su adorado, ya, en fin, bajo la forma de blancos manteles, doradas frutas, triscador cabrito, fiel y respetuoso can, etc, etc.
Por lo que hace a la ventana, aunque no la necesitamos para nada, diré, a fuer de verídico historiador, que está cerrada, pues su destino más que dar luz a la cocina, es dejar que salga el humo de ella cuando hay fuego en el hogar, el cual está ahora tan frío como la borona que en él se coció por la mañana para todo el día.
Y me llevó a remolque hasta la cocina, donde me hallé a la mujer gris, a Tona y a Chisco, sentados a la perezosa y almorzando unas fritangas con borona.
-¡Cabales! aunque coman los pobres de allá y de acá centeno y borona.
¡El demonio que cargue con todos ellos! Ni un canto les deben estas callejas, ni un maquilero de borona los necesitados, ni una cabezada el nombre de Dios, ni los buenos días los hombres de bien.

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