Ejemplos con blasfemias

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pabón, mientras el avión del vencedor campeaba su gloria a despecho de los soldados paraguayos que lanzaban alaridos y blasfemias.
En el siglo XVIII la vulgaridad se asociaba a las clases medias y bajas, y no con la obscenidad, así, cuando Paine celebra su estilo vulgar y sus críticos lo atacan, la controversia es sobre la accesibilidad, y no sobre blasfemias.
Uno de estos destacamentos encontró un fragmento de la Torá y lo destruyó a la vista de una población judía mientras que los soldados proferían blasfemias.
Una vez en Azuaga se les forzó a pronunciar vivas a Rusia y a la República, lo que hicieron sotto voce, pero rechazaron pronunciar las blasfemias que se les pedía.
Cuando Andrés se enteró por Narcisa de la hazaña de su hermano, dió de puñetazos a los muebles y de patadas a las puertas, y crujieron maderas y cristales, temblaron las habitaciones y rodaron las blasfemias de una estancia en otra con un eco sacrílego y temerario.
Y así, mientras que la madre y los dos hijos mayores hablaban amistados y serenos, Julio descansaba desfallecido, ella oía, siempre horrorizada, el eco de las blasfemias y de los insultos, de los golpes y las amenazas que se habían alzado entre la madre y los hijos, apenas hacía una hora, y tantas veces y en tantos años.
El hombrón, pataleando, con la boca llena de blasfemias y los puños crispados, trataba de levantarse, y Carmen medía, con mirada de loca, la altura de la ventana.
Detrás de Narcisa se arrastraba Andrés a cuatro patas , sobre un charco de vino hediondo, luchando por levantarse, en un pataleo intercalado de blasfemias y amenazas.
Estas blasfemias no las decía el evangelista, tal vez porque eran distintas, según las épocas, modificándose cada mil años, cuando la bestia hacía una nueva aparición.
El ruso leía las que flameaban ahora en las cabezas del monstruo: blasfemias contra la humanidad, contra la justicia, contra todo lo que hace tolerable y dulce la vida del hombre.
Chichí asentía con entusiasmo, mientras doña Elena elevaba sus ojos como si protestase silenciosamente ante alguien que estaba oculto en el techo, poniéndolo por testigo de tantos errores y blasfemias.
La semana anterior le habían dado orden de despedir a todos los obreros que, trabajando en la descarga de los buques, profiriesen blasfemias o se mostrasen interesados en la propaganda de doctrinas impías.
La mayoría de los obreros carecían de armas y se batían con los puños o con palos, profiriendo en la exaltación de la lucha blasfemias contra la Virgen de Begoña y sus devotos.
Su negativa tenaz indignaba a aquellos hombres, la voz melosa del criollo se atiplaba por la ira, y entre amenazas y blasfemias abalanzábanse todos sobre él, y comenzaba la caza del hombre por toda la mazmorra, cayendo los garrotes sobre su cuerpo, alcanzándole lo mismo en la cabeza que en las piernas, acosándolo en los rincones, siguiéndole cuando con un salto desesperado pasaba al muro opuesto, abriéndose camino con la testa baja.
¡Nadie se aprovecharía de su trabajo! Y así estuvo hasta cerca del amanecer, cortando, aplastando con locos pataleos, jurando a gritos, rugiendo blasfemias, hasta que al fin el cansancio aplacó su furia, y se arrojó en un surco llorando como un niño, pensando que la tierra sería en adelante su cama eterna y su único oficio mendigar en los caminos.
Tenía colgado de la pared un Cristo de marfil, clavado en una cruz de ébano, y de rodillas ante él, rezó y pidió perdón de sus pecados y de las blasfemias y maldades que acababa de escribir a fin de libertarse de ellas y de no volver a pensar en ellas, si era posible.
Mil blasfemias brotan de mi pluma.
Los grillos y las cigarras cantaban libremente, voces humanas se oían pocas, y esas eran blasfemias, tal vez envidia de los animalillos, desahogo propio de gente forzada del rey que iba a las galeras.
Detrás de ellos, una voz irritada de hombre profirió terribles blasfemias, que les hizo volver la cabeza con espanto.
Le desacreditaban el establecimiento con sus feas palabras, los guardias le tomarían ojeriza por consentir en su casa tales blasfemias contra la excelentísima corporación, y ademásesto era lo principal, conocía de antiguo a aquellos parroquianos, que, cuando se alumbraban de veras, costaba un disgusto sacarles el dinero.
Por las blasfemias, por la profanación de los días santos, perdón, Señor.
Luego os indignaréis de que sacerdotes como yo quieran traer piedad a las familias, y de que hombres como los que luchan lejos de aquí pretendan aniquilar a la revolución, que vomita blasfemias y engendra delitos.
¡Vaya unas cosas que tiene el señor don Máximo! ¿Cómo he de estar de acuerdo con Suñer? ¿No es ése que dijo en el Congreso blasfemias horrorosas? ¡Dios le alumbre!.
El patrono del pueblo es saludado siempre a escopetazos y con espantosos apóstrofes, que pasarían por sacrilegios y blasfemias si no fuesen la concentrada y enérgica expresión de su piedad y de su gratitud, estallidos de unas lágrimas cristalizadas, pedazos que saltan de la mismísima cantera de la fe, como salta la esquirla cuando se rompe el hueso.
¡Hombre! No digas blasfemias, que hijo eres de mujer.
Esas son blasfemias, Rosa, la interrumpió el marido con brusquedad.
Calla, Sancho respondió don Quijote con voz no muy desmayada, calla, digo, y no digas blasfemias contra aquella encantada señora, que de su desgracia y desventura yo solo tengo la culpa: de la invidia que me tienen los malos ha nacido su mala andanza.
Pues yo replicó don Quijote hallo por mi cuenta que el sin juicio y el encantado es vuestra merced, pues se ha puesto a decir tantas blasfemias contra una cosa tan recebida en el mundo, y tenida por tan verdadera, que el que la negase, como vuestra merced la niega, merecía la mesma pena que vuestra merced dice que da a los libros cuando los lee y le enfadan.
Don Quijote, que tales blasfemias oyó decir contra su señora Dulcinea, no lo pudo sufrir, y, alzando el lanzón, sin hablalle palabra a Sancho y sin decirle esta boca es mía, le dio tales dos palos que dio con él en tierra, y si no fuera porque Dorotea le dio voces que no le diera más, sin duda le quitara allí la vida.
A fe, Sancho respondió don Quijote, que si tú supieras, como yo lo sé, cuán honrada y cuán principal señora era la reina Madásima, yo sé que dijeras que tuve mucha paciencia, pues no quebré la boca por donde tales blasfemias salieron, porque es muy gran blasfemia decir ni pensar que una reina esté amancebada con un cirujano.

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