Ejemplos con bestia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ahora de nuevo, trescientos años después, el poeta español que sabe más de ternura, pureza y elegancia sentimental, ha pasado su mano delicada sobre el lomo peludo de la pobre bestia esclava, y a la caricia de su mano y de su mirada ha surgido Platero a la vida inmortal.
, decía el cosmoses decir, el diccionario, y Belarmino veía, en efecto, brotar de la página el dicho cuadrúpedo rumiante, aunque muy mermado de proporciones, y salir andando despaciosamente por el piso, pero a los pocos pasos, el perfil de la bestia, ya de suyo sinuoso, se deformaba más todavía, evolucionaba, se transformaba, el animal se ponía en dos pies, aparecía vestido con uniforme, la cabeza, sin perder la expresión primitiva, tomaba rasgos humanos, las jorobas se convertían en alforjas, que colgaban al pecho y espalda, y de una de las bolsas salía un gran cartapacio.
¿Quiere usted decir que es una bestia, un hombre peligroso?preguntó don Restituto, alarmado.
¡La bestia que yo montaba! Despierta a Don Galán para que la meta en la cuadra.
¡El Demonio me lleve! ¡Se ha quedado la bestia fuera!.
Y el labriego, insensible a las melosidades gitanas, encerrado en sí mismo, pensativo é incierto, miraba al suelo, miraba a la bestia, se rascaba el cogote, y acababa diciendo con energía de testarudo:.
Pero los cerrados ojos empezaron a poblar su densa lobreguez de puntos ígneos, que se agrandaban formando manchas de varios colores, y las manchas, después de flotar caprichosamente, se buscaban, se amalgamaban, y otra vez veía a aproximándose a él lentamente, con la cautela feroz de una mala bestia que fascina a su víctima.
El perro rondaba el fúnebre catafalco, estirando el hocico, queriendo lamer las frías manecitas de cera, y prorrumpía en un lamento casi humano, un gemido de desesperación, que ponía nerviosas a las mujeres y hacía que persiguiesen a patadas a la pobre bestia.
Pepeta, la pobre bestia de trabajo, muerta para la maternidad y casada sin la esperanza de ser madre, perdió su calma a la vista de aquella cabecita de marfil orlada por la revuelta cabellera como un nimbo de oro.
Batiste se enfadó al saber que dejaba abandonado el caballo en medio del campo, y el muchacho, enjugándose las lágrimas, salió corriendo para traer la bestia al establo.
Teresa, mientras tanto, examinaba con rostro grave la compra de su marido, calculando detenidamente si aquello valía treinta duros, la hija buscaba diferencias entre la nueva bestia y el , de feliz memoria, y los dos pequeños, con repentina confianza, tirábanle de la cola y le acariciaban el vientre, rogando en vano al hermano mayor que los subiera sobre su blanco lomo.
El muchacho se mostró entusiasmado por la nueva bestia.
Cuando se cansó de admirar aquella hermosa bestia siguió adelante, y por hacer algo presenció cómo una vieja labradora regateaba un borriquillo.
Y el aludido , un gitanillo con el trasero al aire por las roturas del pantalón y la cara llena de costras, cogió el caballo del ronzal y salió corriendo por los altibajos de arena seguido de la pobre bestia, que trotaba displicente, como fatigada de una operación tantas veces repetida.
Con la muerte de esta pobre bestia creía Teresa que iba a quedar abierta una brecha en la familia por donde se irían otros.
Los grillos que cantaban en el vecino ribazo callaron, espantados por un extraño hipo que rasgó el silencio y sonó en la obscuridad gran parte de la noche, como el estertor de una bestia herida.
Al fin se detuvo ante un rocín blanco, no muy gordo ni lustroso, con algunas rozaduras en las piernas y cierto aire de cansancio, una bestia de trabajo que, no obstante su aspecto de abrumamiento, parecía fuerte y animosa.
¡Dios mío! ¿Cómo estará el pobre ? Tan vehemente era su interés por la salud de la bestia, que hasta acariciaban la absurda esperanza de una extraña reacción, de un milagro que las permitiera tener el carruaje disponible para el día siguiente.
¡Bueno estaba su marido para intentar conversiones! El señor Cuadros era un hombre perdido para siempre, un hambriento que había gustado el fruto prohibido, tras muchos años de vida obscura y laboriosa, sin saber lo que era juventud y trabajando como una bestia de carga.
Su antigua vida parecíale la existencia soñolienta de una bestia amarrada a la estaca, rumiando la comida o durmiendo, sin noción alguna de un más allá.
El cochero, con una enorme cesta en la mano y una espuerta no menor a la espalda, tenía la expresión resignada y pacienzuda de la bestia que presiente la carga.
¡Y qué pausas, Virgen santa! Mi pobre Pepeta pasa la vida de Santa Catalina de Sena, y la muy bestia, erre que erre, sin aborreser a ese pillo de , que no vale ni un papel de fumar.
No se trataba de un cólico vulgar, y la pobre bestia, sostenedora inconsciente del prestigio de la familia, revolcábase abajo, en la obscura y húmeda cuadra, quedando panza arriba y con las patas agitadas por un temblor convulsivo.
Tantos años de servicios habían establecido cierto afecto entre las señoras y la brava bestia, que era considerada casi como de la familia.

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