Ejemplos con bellísimas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Su estatura aventajaba en mucho a la de sus compañeros, y en un temperamento como el suyo, de acción incesante, el ejercicio había enjugado sus carnes de toda grasa, dando a sus músculos un tal desarrollo, que su pecho, su espalda y la complexión toda de sus miembros semejaban la de un coloso de la antigua estatutaria, de formas atléticas y bellísimas a un mismo tiempo.
Como compositor se le deben obras bellísimas como Flores negras, a la que le puso letra Mario César Gomila, Loca bohemia, Colombina, entre otros y como ejecutante era un pianista de primer nivel.
Pasados los pueblos de Gúa y Caunedo llegamos a las primeras curvas de herradura del puerto pudiendo admirar bellísimas panorámicas y numerosas cabañas de teito o pallozas que salpican todo el valle.
Sus naturalezas inertes, encuadres de interiores burgueses, cultos, íntimos, calmosos, son todas bellísimas, cada objeto de los reproducidos valedero por sí mismo y no accesorio de ningún otro.
Dentro del molino de carne las imágenes se hacen desesperantes y a la vez bellísimas como en toda la película.
De bellísimas flores rosas o blancas.
Con una vistosa fachada en la que destacan las bellísimas esquinas, con balcones que sobresalen de la línea de construcción y remates torreados, su aire se debate entre las soluciones clasicistas y la inspiración modernista.
pyrenaicum, que tiene unas bellísimas flores amarillas.
que había llorado sobre el rosado papel lágrimas de agua de Colonia, que había, en fin, creído, al empuñar la pluma en sus manos lavadas con , tremolar una bandera con un palo de sombrilla por asta y un encaje de Bruselas por lienzo ¡Oooh! Cuando Pedro López posó su turbada planta en el palacio de los marqueses, cuando vio profanadas por groseros pies de sicarios de un poder bastardo y despótico aquellas mullidas alfombras que tantas veces habían hollado en rítmicos movimientos del baile las bellezas más valiosas de la corte, angustia mortal oprimió su corazón, nube de sangre cegó sus ojos, y una palmada de su propia mano vino a herir su frente sin que¡pásmese el lector!notase Pedro López que sonaba a hueco Sonóle a un ¡ay! fatídico, a voz triste, lejana, misteriosa, crepuscular, que murmuraba a lo lejos: ¡El primer paso! ¡El primer paso dado hacia el noventa y tres el primer paso dado hacia el Terror! ¡Oooh! Allí había visto Pedro López sumida en el más profundo desconsuelo, y vistiendo elegante , con falda , de fular de seda y encajes crema a la bella condesa de Albornoz, ideal como la Ofelia de Shakespeare a orillas del lago, digna como la María Stuard de Schiller en el castillo de Fotheringhay, sublime como la princesa Isabel, la hermana de Luis XVI, que llamó la posteridad el ¡Aaaah! Allí había visto Pedro López y estrechado su mano al hidalgo caballero, al pundonoroso marqués de Villamelón, postrado en el lecho del dolor, cual león enfermo, derramando lágrimas de varonil despecho por no poder desenvainar, en defensa de su noble hogar allanado, la gloriosa espada de cien ilustres progenitores ¡Oooh! Y en torno de aquellas dos nobles figuras realzadas aquel día por el infortunio, elevadas por ruin despotismo de un gobierno sobre el gloriosísimo pedestal de la picota de sus iras, Pedro López había visto agruparse, más hermosas mientras más doloridas, y tan elegantes en su sencillo negligé, de mañana como en sus soberbias de otras ocasiones, a las bellísimas duquesas de A.
Imitando al borracho que dividía los vinos en buenos y mejores, por negar que los hubiese malos, don Juan clasifica a las mujeres en bellas y bellísimas, y añade que las feas pertenecen a una raza inferior, digna de lástima, cuya existencia sobre la tierra constituye un crimen del Destino, por no decir un lamentable error de la Providencia.
Al paso que adelantaba la faena, iban saliendo a luz las bellísimas facciones, dignas del cincel antiguo, coloreadas con la pátina del sol y del aire, y los bucles, libres de estorbos, se colocaban artísticamente como en una testa de Cupido, y descubrían su matiz castaño dorado, que acababa de entonar la figura.
Contra el sistema legal de mensuras observado en Cuba desde , estaban divididas esas bellísimas fincas en figuras regulares, prevaleciendo el cuadrado, y acotadas todas con setos de limoneros enanos, con zarzas y más comúnmente con tapias de piedra seca, o cercas primorosas y artísticamente construidas.
Además, aun suponiendo que ni el alma separada ni los espíritus puros, no tuviesen relacion alguna con ningun cuerpo, tampoco podríamos afirmar con entera seguridad que las afecciones sensibles les fuesen inútiles, por el contrario, en cuanto nosotros podemos alcanzar, parece que despojar al alma de su imaginacion y de sus sentimientos, es quitarle dos bellísimas facultades, que a mas de auxiliar su entendimiento, son un móvil poderoso en muchos de sus actos.
Compadecidos los auquis o dioses tutelares de la inmensa desventura de príncipe tan joven como virtuoso, y para premiar su patriotismo y la lealtad de sus capitanes, los convirtieron en preciosas estalactitas y estalagmitas que se reproducen, día por día, bajo variadas, fantásticas y siempre bellísimas cristalizaciones.
Han pasado siete años, que para usted han sido de estudios, y para mí de zarandeo y vagancia, salvo alguna que otra cosilla que he escrito para desahogarme, pero la amistad intelectual, aunque se forme en cuatro ratos de conversación, es tan duradera y firme, que en cuanto usted ha leído un libro mío y ha sabido por él que no me he muerto, ha pensado reavivarla con las tres bellísimas cartas que me envió, publicándolas en El Defensor, para que no se perdieran por el camino.
En lo más íntimo de su alma caviló mucho Poldy sobre todo esto, y urdió y tejió infinidad de historias, en su sentir bellísimas, con las que ella se deleitaba en secreto sin comunicárselas a nadie, ni siquiera a la anciana institutriz Justina que era su confidente.
Las montañesas, bellísimas, encantadoras, hay que confesarlo.
Muchas inglesas han lucido, deslizándose sobre el duro cristal, bellísimas.
Eran estas dos bellísimas damas tan acabadas y perfectas, que eran llamadas, por renombre de riqueza y hermosura, las dos niñas de los ojos de su Patria.
Háseme venido todo esto a la pluma como pretexto para referir lo que la tradición cuenta sobre las bellísimas columnas do granito que adornan la fachada del templo de Lima.
Sentados el uno al lado del otro, muellemente llevados al través de bellísimas praderas, a nuestros pies un tesoro y sobre nuestras cabezas el esplendor de un cielo de verano, surcado de nacaradas nubes, y de bandadas de aves que llenaban el espacio con variadas armonías.
¿Cómo pude yo desconocerlo nunca, si al designar los principales caracteres que la balada habría de tener en España, se me acordaron bellísimas inspiraciones de nuestros antiguos cancioneros, los rasgos más sobresalientes de nuestros romances, y hasta ciertos toques de nuestra dulce poesía sagrada, que muy de cerca lindan con este hermoso campo en que sin derecho me entremetía? ¿pude yo desconocer que no hay en ninguna lengua balada amorosa que comience en más adecuado tono que aquella canción del marqués de Santillana:.
Pero al cabo, como un quinde que ha estado entre el follaje y sale de súbito y se lanza al espacio, y con indecible rapidez hace idas y venidas, giros, espiras, zetas y cien figuras donairosas, batiendo como una exhalación las tornasoladas alas, y abriendo y cerrando las flexibles cintas de la bifurcada cola, así se presenta Cumandá, sola en su ligera barquilla de forma de lanzadera y cubierta de bellísimas flores.
-Que abunda en suntuosos palacios, ricos museos, morenas bellísimas, grandes músicos.
Después de haber recorrido con la familia varios puntos de donde se descubrían bellísimas vistas, Eugenio y Margarita se encontraron sin haberlo advertido y por primera vez solos.
Ya hemos dicho que Moreira tenía bellísimas prendas de carácter, su corazón era incapaz de guardar por tanto tiempo la idea de una venganza y fue él mismo a estrechar la mano del amigo Francisco y a convidarlo para el bautismo de Juancito que debía celebrarse el próximo sábado.
Pero ¿no viste alguna de tantas bellísimas hembras que por allí discurrían?.
—Siquiera —decía Andrenio—, permitiérasenos alguna de sus muchas bellísimas.
¡Una boda! es decir: mundos de tul, de encajes de sedosas gasas, ríos de brillantes, bellísimas flores, perfumes exquisitos, el nácar y el marfil bajo todas las formas, tesoros de raso, gro, terciopelo, blondas, oro y perlas derramados en faldas, colas, pufes, manteletas, sombrillas, zapatitos, botas, pantuflas, y allá en el fondo de un suntuoso retrete, sobre una columna de alabastro, ese delicioso vestido, ensueño de las jóvenes, compuesto de tul chantilly sobre moirée blanco, guarnecido de anchos volantes de valencienne, con una túnica del mismo tul, e iguales guarniciones recogidas con ramilletes de azahares.
Y nada de extraño hubiera tenido que convirtiera en realidad sus tentaciones, porque con razón sobradísima habíale aquello hecho vislumbrar un horizonte risueño, un oasis en el desierto de sus inacabables angustias, que desde punto y hora en que se recrearon sus ojos en la contemplación de la nueva carnicería y, sobre todo, de las cuatro bellísimas carniceras, comprendió que pronto su barbería, hasta entonces humilde y solitaria, habíase de convertir en codiciado mirador y en irreemplazable apostadero de todos los que por aquel entonces suspiraban, más o menos descaradamente, por las tres Nenas solteras, y más o menos a hurtadillas por la legítima consorte de Periquito el Viruta, un mixto de calé y de castellana, que pregonaba a voces su paternal abolengo con su rostro atezado y varonil, sus ojos de pupilas negrísimas, su pelo hirsuto y rizoso y su boca de gruesos labios y blanquísima dentadura.

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