Ejemplos con añejas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Este instrumento es muy popular en la República de Malí y Burkina Fasso, al ser utilizado por los griots para el canto de las historias añejas de África y sus habitantes, y se le considera una 'kora del pueblo' por tener menos cuerdas y ser más fácil de tocar.
Todo ello elaborado con la gran calidad del aceite prensado a la antigua usanza en las añejas almazaras del lugar.
La historia y las añejas tradiciones de los pueblos se van olvidando con el pasar de los años, y por falta de difusión sus modernos pobladores solamente se van enterando de los acontecimientos recientes.
Los habitantes de esta isla aun conservan sus tradiciones más añejas.
Cada vez que el señor Colignon, tan carnal y concreto, se asoma a aquel jardín, se figura pisar las lindes primeras de los Campos Elíseos, habitados por las imágenes desencarnadas de los que fueron y ya no son, de aquellos que dejaron en la tierra el cuerpo sólido, sede de los placeres amables, y no conservan sino la apariencia de vida, y con ella las pasiones añejas, porque las pasiones son el alma, y el alma es indestructible.
Amigos y parientes llegáronse a la casa, y por Filiberta, la criada del sanjuanista, supieron que había pasado toda la mañana encerrado en su sala biblioteca, entre legajos, armas sacadas de los viejos arcones, y libros que parecían misales, con sus hojas rebarbeadas por los ratones, añejas crónicas, tal vez, de la Orden de San Juan en los gloriosos días de Tolemaida y Rodas.
No prestó gran atención Espartero a estas historias añejas, que otras más vivas le solicitaban, y aferrado a su idea, no cesaba de repetir: Es muy ladino, muy ladino.
Andrés concluyó por desear un rompimiento, pero se dejaba arrastrar de la costumbre, sin fuerzas para tomar una resolución violenta, como sucede casi siempre en las relaciones añejas.
Quedaban migajas, no muy añejas aún, del pan de la boda, cuando don Pedro celebró con Julián una conferencia, conviniendo ambos en lo urgente de que el capellán se adelantase a salir a los Pazos para adoptar varias precauciones indispensables y civilizar algo la huronera, mientras no iban a vivirla sus dueños.
Al siguiente día se celebró el bateo con toda solemnidad, y ya de antemano habían mediado acaloradas disputas sobre el nombre que le pondrían al muchacho, volviéronse a renovar aquella noche, y toda ella la pasaron el papá y la mamá haciendo calendarios, pues que el común ya no sirve sino para gentes añejas de suyo, retrógradas y sin pizca de ilustración.
Corónicas añejas e tradiciones gravedosas que a lueñes eras soben, fablan con scriptura de verdat e sin falagüero afeite, que en aquesta villa dicha estonce real e tres vegadas corobnada cibdat de los reyes del Pirú, omes e acostumbranzas, e ansí por igual, regidores e justicias, más se lembraron de haber corazones e sanos fechos que non los omes que ogaño vida gozan.
En sus casas solariegas que, al oír la noticia, ya le han parecido anticuadas, feas y destruidas, las familias fundadoras del pueblo se sienten tironeadas entre el amor innato a las costumbres añejas, con su patriarcal quietud, y el instintivo anhelo del progreso.
No prestó gran atención Espartero a estas historias añejas, que otras más vivas le solicitaban, y aferrado a su idea, no cesaba de repetir: «Es muy ladino, muy ladino.
Este dicho: «A lo que te criaste», no le sugiere a él ninguna idea de desprecio para las costumbres añejas: ¡oh! no, y daría por ellas, -si volviera también la juventud,- y su palacete en la ciudad, de piso tan pulido que no se atreve a tirar en él el pucho de los cigarros habanos que ahora fuma, y la salivadera dorada, alrededor de la cual escupe con tanta prolijidad, para hacerle el gusto a su señora, y su cocinero extranjero que no quiere oír hablar de puchero a la criolla, ni ha visto nunca un asador, y la levita de última moda, con la cual, por cierto, no alcanza a tener la elegancia que le daba su traje criollo, y el lustroso sombrero de copa alta con que ha creído deber coronar su cabeza melenuda, en señal de su alta posición, y hasta los sueltos de la vida social que anuncian al mundo atento los menores acontecimientos de su vida privada.
Así, pues, no dejó de satisfacer todos sus caprichos, entregándose a todos los placeres, visitando a las cantarinas y tañedoras de instrumentos, comiendo todos los días una cantidad enorme de pollos, porque le gustaban los pollos, complaciéndose en destapar las botellas añejas de licores enervantes y de oír el tintineo de las copas que se entrechocan, deteriorando lo que pudo deteriorar, arruinando lo que pudo arruinar y trastornando lo que pudo trastornar, ¡hasta tal punto que a la postre se despertó un día sin nada entre las manos, a no ser su persona! Y de cuantos servidores y mujeres le hubo legado su difunto padre, no le quedaba más que una sola esclava entre las numerosas esclavas.
Después mandó hacer anaquelerías tapizadas de terciopelo, y en ellas colocó por orden sus frascos de valor, sus dictamos, sus bálsamos, sus polvos, sus jarabes exquisitos, sus triscas finas conservadas en oro puro, sus tarros de porcelana con reflejos metálicos, en donde maduraban las añejas pomadas compuestas con los jugos de trescientas hierbas raras, y entre los frascos grandes, los alambiques y las retortas, colocó el astrolabio de oro.
Puede ser que el centro de la docta ciudad se haya librado algo de estas costumbres añejas, pero no así los suburbios, y menos los pueblos antiguos de la campaña.
Había un par de cuartos de becada fría, un faisán, un pastel de foie-gras y varias botellas añejas, cubiertas de telarañas.

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