Ejemplos con asombraban

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La tradición oral nos cuenta cómo aquellas personas se asombraban de que un niño pudiera hacer obras tan bellas, así como de la facilidad innata con que Providencia le había dotado.
Estas prótesis asombraban por su perfección.
Admiraban su traje nuevoun traje de señor que había comprado al salir del presidio, se asombraban en silencio de la desenvoltura de sus maneras, del aire de buen príncipe con que acogía a sus antiguos amigos, protegiéndolos con el gesto y la mirada.
Seguramente los solitarios del monte sabían ya lo ocurrido la noche anterior en , y se asombraban viendo al señor de la torre marchar solo, como si desafiase a sus enemigos, creyéndose invulnerable.
Acostumbrado a la monótona vida del Seminario y a la existencia nómada de aquella guerra montaraz y sin gloria, le asombraban el progreso material, los refinamientos de la civilización, la cultura y el bienestar de las gentes en la tierra francesa.
Pero cuando estaba cerca de ella, el rubor desaparecía y sentía en su interior audacias que le asombraban.
Indiferente a su ruina el inglés, más sacaba cuanto más perdía, y todo lo que de sus bolsillos se trasegó al montón, venía después del montón a visitar los míos, que se asombraban de una abundancia jamás por ellos conocida.
Los magos negros desenrollaban viejos pergaminos y se asombraban al leer los innumerables grados que tenía Belcebú, y como los había dizque traicionado, algunos comentaban el caso diciendo: Ahora no nos queda sino el Jefe Yahvé, el Patrón, si él nos abandona, estamos perdidos.
Echaban de menos mis pulmones el aire rico y puro de la montaña, cuando se henchían del espeso y mal oliente de los grandes centros recreativos atestados de luces y de gentes, y andaba con la cabeza muy alta aun por los sitios más espaciosos, por la costumbre de buscar la luz por encima de los montes, antojábanseme las calles hormigueros y no viendo en ellas más que las obras y los fines de la ambición humana, cuando elevaba mi vista más allá de los aleros que asombraban la rendija de la calle, no descubría siempre la imagen de Dios, o la veía menos grande que la que me reflejaban forzosamente los gigantescos picachos de Tablanca en cuanto clavaba mis ojos en ellos.
Y el traje ya no era negro, sino verdoso, y los zurcidos de codos, pecho y cuello asombraban por lo complicados.
El lento rodar del coche entre la niebla, la voz de la niña, apremiante y suplicante, su rostro, en que la semiobscuridad llenaba de sombra la boca y los ojos, no dejando aparecer sino las vagas blancuras de la frente y las mejillas, todo contribuía a evocar los temidos recuerdos funerarios que de tiempo en tiempo asombraban su espíritu, deseoso de borrarlos para siempre.
Y esos viajes que he realizado y que te asombraban eran indispensables para liquidar cuanto ella me ha dejado, y ahora mismo acabo de cobrar todo el dinero y arreglar otras cosas.
Y todos los transeúntes se asombraban de aquella belleza, y exclamaban: ¡Gloria a Alah en sus criaturas! ¡Cuán dichoso el hombre que la posea! Y el mercader seguía andando, y ella detrás de él, hasta que llegaron al palacio del príncipe Sharkán.
Todos cuantos en el mundo tenían obligación de socorrerme, me habían empujado para colocarme allí: nada podía esperar de ellos, a lo lejos, sólo veía curiosos que se asombraban de mis resistencias y se reían de mis vacilaciones, abajo, en el fondo del precipicio, la algazara de las mujeres que me habían precedido en la caída, en derredor de mí, envolviéndome, asfixiándome como anillos de serpiente, una atmósfera de insanos elementos, narcótica, enervante, sobre la atmósfera, sobre mí, sobre el mundo entero, allá en lo Alto, donde debía de existir un código de moral como yo le presentía cuando me dejaba gobernar por mis propios instintos, inclinados a lo menos corrompido, ya que no a lo más honrado.
Entonces, bajo las colgaduras que la asombraban, apareció, envuelto en perezosa bata, un hombre de regular estatura, de rostro bello, aunque muy pálido y ojeroso, coronado por una frente ancha y bien delineada, sobre la que caían, en elegante y natural desorden, algunos mechones de cabellos negros y lustrosos.
y hongo, las que asombraban al pueblo presentándose en los Toros.
Y se puso en busca de la princesa, viajando de país en país y de ciudad en ciudad, y en todas partes pedía noticias del caballo de ébano, y aquellos a quienes interrogaban se asombraban en extremo de su lenguaje y encontraban sus preguntas de lo más extrañas y extravagantes .
Antonio, rompiendo la máscara de su hipocresía, hizo frente á las reprensiones y hasta llegó en sus réplicas á la amenaza, con gran dolor de sus progenitores, que habiéndole educado para ser malo se asombraban de que lo fuera.
Por los resquicios de las tuertas ventanas, avaras de luz, se colaba con insolencia el aire frío, a media tarde teníamos que subir a tientas para no tropezar en la escalera, los cortinajes nuevos con que mi madre había decorado nuestro aposento, se trocaban en fúnebres colgaduras, y las imágenes de Vírgenes y Santos nos ponían el ceño adusto, o se asombraban de vernos allí.
En el fondo era una medianía, su talento, su instinto, que tanto admiraban los madrileños, eran vulgares, el perro Paco tenía la poca dignidad de hacer valer aquellas habilidades que otros canes ocultaban por pudor, por dignidad, por no merecer la aclamación humillante de los hombres, que se asombraban de que un perro tuviera sentido común.
protección especial de sus dioses nacionales, y no se asombraban, ni creían tener.
Al principio no dejaba de entretenerme el bullicioso y pintoresco hervor de la ciudad, y hasta me asombraban, por lo incansables y resistentes, aquellas oleadas de curiosos que invadían calles y paseos al solo impulso de un vago rumor de que por allí iba a pasar, conmovíanme aquellos racimos de pudientes señorones, de granujas entremetidos y de populacho sencillote, colgados de rejas y faroles, victoreando, enronquecidos ya, al augusto huésped desde que le columbraban a lo lejos hasta que le perdían de vista, me entusiasmaba el acendrado realismo de aquella elegante juventud que alfombraba con sus levitas las gradas de la catedral al subir por ellas el egregio visitante, o se vestía de simple marinero para tener la honra de hogar en la regia falúa, o siquiera en las que le servían de cortejo, desde el sitio de la inauguración de las obras hasta la rampa larga del muelle-, despistojábame leyendo los lemas de los arcos de laurel y los versos arrojados a cada instante por ventanas y balcones, como espesa lluvia, en papel de lo más majo, versos, dicho sea sin ofensa, no mucho mejores que los que en mi lugar escribía yo de cuando en cuando.
Y lo declaro aquí, porque en virtud de esta memoria y de este poder de asimilación, en poniéndome a escribir hacía cosas que me asombraban, y, sin embargo, no valían dos pitos, como me lo demostró Matica en más de una ocasión y con motivo de pedirle yo su parecer sobre lo que había hecho.
Y los militares más viejos y más expertos en la vida se asombraban al pensar en el mundo de los Hombres-Montañas: un mundo absurdo, donde los sexos están lamentablemente invertidos, y son los hombres los que buscan a las mujeres, no sintiendo rubor ni deseos de huir cuando las mujeres se muestran a ellos en toda su desnudez.

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