Ejemplos con asco

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pero sea lo que quiera del resultado ético de tales novelas, y aunque se diga, quizá con razón, que, más que a malos pensamientos, provocan a asco, siempre será verdad que el género es detestable, no ya por inmoral, sino por feo, repugnante, tabernario y extraño a toda cultura, así mundana como estética.
Todos los demás pretendientes me inspiran aversión y asco.
Dígole a usted, señorita, que si se ganasen los grados por no tener asco a los pepinillos liberales, nadie los ganaría mejor que Don Ignacio.
Se retiraba de él con cierta impresión de asco: como si la pudiera manchar con impuros contagios, a los que ella, en su inocencia, daba formas monstruosas.
¡Sí, sí quiero! ¡Angelito! Le daré un beso, ¿verdad? ¿Me dejas? ¡Será el último, María! ¡Le besaré el zapatito, nada más que el zapatito! ¡Anda, por Dios te lo pido, déjame! Si no le dará asco.
La marquesa se adelantó entonces, y sin asco ni temor apretó entre las dos suyas aquellas manos sudorosas.
¡Pues mira el indecente cómo trae mi arrastrando! ¡Diógenes, hijito! ¡Recoge ese impermeable! ¿No ves que me lo estás poniendo hecho un asco?.
Con los mismos papeles que encerraban la auténtica y la cláusula testamentaria, cogió la reliquia de fray Alonso, y sin tocarla, con un gesto que lo mismo expresaba la repugnancia que el miedo, el asco que el respeto, arrojólo todo en una preciosa cestilla destinada a recibir papeles para la basura.
Ciertas mañanas, llegaba muy contento a la hora de comer, sus hermanas le oían cantar paseando por las habitaciones, y ¡caso raro! él, tan despreocupado en materias de adorno, enfadóse dos veces porque le planchaban mal las camisas, y pidió seriamente a la mamá que le comprase una corbata, pues la que llevaba era un asco, de deshilachada y mugrienta.
¡Vaya un asco! ¡Como si aquel estudiante honorario hubiese asistido al curso de anatomía media docena de veces! Al fin, el tío, en vista de las protestas, se decidió a destrozar la pieza, pues en su calidad de solterón sabía un poco de todo.
El primer toro ¡bueno! Todavía les causaba cierta ilusión el arrojo de los diestros, el valor de aquellos cuerpos esbeltos, nerviosos y ligeros que escapaban milagrosamente de entre las curvas astas, pero apenas comenzó la parte brutal del espectáculo y cayeron pesadamente como sacos de arena los infelices peleles forrados de amarillo, mientras el caballo escapaba, pisándose en su marcha los pingajos sangrientos como enormes chorizos, las jóvenes volvieron la cabeza con un gesto de asco y no quisieron mirar al redondel.
Un sentimiento de asco le hizo ponerse en pie, y recogiendo su sombrero, salió de la obscura alameda.
Y luego, ¡qué asco le producían los imbéciles que en aquellos salones al aire libre bailaban como monigotes, sin advertir que el gentío se divertía con sus saltos!.
Me daba tanto asco como si me lo hubiera encontrado en la sopa.
Quita, quita eso es caca ¡qué asco! cosa fea, es para el gato.
Olmedo no podía aguantar más la horrible desazón, el asco y el vértigo que sentía, pero continuaba con el cigarro en la boca haciendo que tiraba de él, pero sin chupar cosa mayor.
Quite usted allá, criatura No faltaba más ¿Piensa que no me puedo pasar? No es que yo apetezca nada, lo tomo hasta con asco, pero me sienta bien, conozco que me sienta bien.
Tira ya el tabacazo, indecente ¡Ay, qué asco! Me ha dejado la boca perdida.
El regente mandó traer más leche, y dijo que la de las moscas se la bebería él, pues no tenía asco de nada.
Trajeron la leche, y cuando Encarnación se la servía a su ama, esta vio que habían caído dos moscas, le entró mucho asco y puso a la chiquilla como hoja de perejil, llamándola puerca y descuidada.
¡Decir que es guapa esa tarasca, mamarracho, más fea que el no comer! Mírela usted allí, mírela allí con esa cara que da asco mírela, y como diga que es guapa, le pulverizo.
¿Pero usted en qué está pensando? ¿No le han dicho que hoy viene el Señor a esta casa? ¡Y está ese portal que da asco mirarlo! Coja usted la escoba mujer.
¡Qué asco! Buen pechugón se ha dadoexclamó la Superiora.
¡Casarse con otro hombre! ¡Qué horror! ¡Qué asco! ¡Qué miseria!—¡Todos sois de una misma casta de reptiles, el padre, la madre, la hija!.
—Predicador te has vuelto, dijo el de Sevilla, y segun llevas la retahila, no acabarás tan presto, y yo no te puedo aguardar, y esta noche no vayas a posar donde sueles, sino en la posada del Sevillano, porque verás en ella la mas hermosa fregona que se sabe: Marinilla la de la venta Tejada es asco en su comparacion, no te digo mas sino que hay fama que el hijo del corregidor bebe los vientos por ella: uno desos mis amos que allá van, jura que al volver que vuelva al Andalucía, se ha de estar dos meses en Toledo y en la misma posada solo por hartarse de mirarla: ya le dejo yo en señal un pellizco, y me llevo en contracambio un gran torniscon, es dura como un mármol y zahareña como villana de Sayago, y áspera como una ortiga, pero tiene una cara de pascua y un rostro de buen año: en una mejilla tiene el sol y en la otra la luna, la una es hecha de rosas y la otra de claveles, y en entrambas hay tambien azucenas y jazmines, no te digo mas sino que la veas, y verás que no te he dicho nada, segun lo que te pudiera decir acerca de su hermosura: en las dos mulas rucias que sabes que tengo mias, la dotara de buena gana, si me la quisieran dar por mujer, pero yo sé que no me la darán, que es joya para un arcipreste o para un conde, y otra vez torno a decir que allá lo verás, y adios, que me mudo.
Con todo esto, nos quedámos en el hospital aquella noche, y encontrándome la vieja en el corral solo, me dijo: ¿Eres tú, hijo, Montiel? ¿eres tú, por ventura, hijo? Alcé la cabeza, y miréla muy despacio: lo cual visto por ella, con lágrimas en los ojos se vino a mí, y me echó los brazos al cuello, y si la dejara, me besara en la boca, pero tuve asco, y no lo consentí.
Púseme despacio a mirarla, y apriesa comenzó a apoderarse de mí el miedo, considerando la mala vision de su cuerpo y la peor ocupacion de su alma: quise morderla por ver si volvia en sí, y no hallé parte en toda ella, que el asco no me lo estorbase, pero con todo eso, la así de un carcaño, y la saqué arrastrando al patio, mas ni por esto dió muestras de tener sentido.
Pero, reparando un poco más en ello, echó de ver en la color, sabor y olor, que no era sangre, sino el bálsamo de la alcuza que él le había visto beber, y fue tanto el asco que tomó que, revolviéndosele el estómago, vomitó las tripas sobre su mismo señor, y quedaron entrambos como de perlas.
Por comisión del señor doctor Gutierre de Cetina, vicario general desta villa de Madrid, corte de Su Majestad, he visto este libro de la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, por Miguel de Cervantes Saavedra, y no hallo en él cosa indigna de un cristiano celo, ni que disuene de la decencia debida a buen ejemplo, ni virtudes morales, antes, mucha erudición y aprovechamiento, así en la continencia de su bien seguido asunto para extirpar los vanos y mentirosos libros de caballerías, cuyo contagio había cundido más de lo que fuera justo, como en la lisura del lenguaje castellano, no adulterado con enfadosa y estudiada afectación, vicio con razón aborrecido de hombres cuerdos, y en la correción de vicios que generalmente toca, ocasionado de sus agudos discursos, guarda con tanta cordura las leyes de reprehensión cristiana, que aquel que fuere tocado de la enfermedad que pretende curar, en lo dulce y sabroso de sus medicinas gustosamente habrá bebido, cuando menos lo imagine, sin empacho ni asco alguno, lo provechoso de la detestación de su vicio, con que se hallará, que es lo más difícil de conseguirse, gustoso y reprehendido.
Mirad, señor doctor: de aquí adelante no os curéis de darme a comer cosas regaladas ni manjares esquisitos, porque será sacar a mi estómago de sus quicios, el cual está acostumbrado a cabra, a vaca, a tocino, a cecina, a nabos y a cebollas, y, si acaso le dan otros manjares de palacio, los recibe con melindre, y algunas veces con asco.

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